miércoles, 13 de julio de 2016

TIRO SEGURO




Sería más o menos las tres de la madrugada, cuando mi hermoso sueño estaba por abandonarme de la manera más estúpida, cortando intempestivamente aquella increíble filmación (ni yo mismo la creía) de mi particular grabación onírica proyectada en pantalla panorámica y full tecnicolor; ficción en estreno que me presentaba –en full HD- metido en la cara aquel legendario cowboy y héroe inmortal llamado Red Reader, casi siempre acompañado con su pequeño y astuto piel roja conocido como Castorcito. Rebobinando, estaba usando el cargo de aquel imbatible y soñado sheriff; quien, ante cualquier amenaza, desenfundaba su revólver y se despachaba 20 de los más peligrosos forajidos, además de 500 indios montados en pintos caballos y todavía le quedaba mil disparos. Al toque, vino el segundo capítulo: montado en mi veloz “Rayo”, aparecía totalmente calato sin poderme explicar causa alguna, pero así son mis sueños, impredecibles y al desnudo; salvo como ahora, adoptando una mirada maldita y tocándome el… sombrero, todo desafiante, me veía sosteniendo un duelo en la mitad de la polvorienta calle principal del pueblo frente a un desalmado truhan, quien se había despachado 80 valentones, según la cachita de su desenfrenado revólver. En ese mismo instante, aquel conocido sonido acuoso me estaba indicando la avenida de un feroz ataque por la retaguardia y ya no tenía pantalones limpios desde que me enteré del duelo y, de los calzoncillos, solo me quedaba el recuerdo su intenso color amarillo-mostaza causado siempre por esos aciagos y descontrolados momentos. Mas el momento incontrolable de mi estómago tenía que dejarlo que chorree por un lado, pues primero estaba la seguridad del populorum; aunque los otros esfínteres también estaban en plan de desfogue y solo por solidaridad; aumentando su caudal porque aquel malandro había sido jurado colocarse la chapa de sheriff, así como también tirarse mi churrasco al palo que siempre bailaba y cantaba en la cantina en pos de ganarse alguno que otro rapidito; pero no todo era tristeza, en el solitario piano se deslizaban nerviosos dedos que dejaban escapar las ligeras notas de un conocidísimo Fox Trot. Como siempre, en tales situaciones, me acomodé el sobrero, escupí hacia un lado con soberano desprecio, desenfundé primero y, este  mentadísimo tahúr, cayó haciendo zetas en el aire. Ya iba a terminar mi película cuando una certera flecha traicionera se me clavó en el mero… sombrero y junto con mi inseparable Winchester, despertamos temblando debajo de la cama.
Con ese recuerdo fijo me metí a Google para recordar con vívida nostalgia, aquellos fabulosos comics y, dentro de ellos, los impertérritos westerns, para revivir a Hopalog Kassidy, Roy Rogers, el ´chino´ Bill Elliott; los “capos” de nuestras inextinguibles coboyadas.
Ya iba a ingresar en el portal correspondiente a Durango Kid, cuando apareció en mi memoria la grata figura de una de mis “chicas”, la dueña de un extraordinario juego y con una efectividad maldita de por lo menos 15 canastas en cada partido de básket. Ella tenía una estampa término medio: ni delgada ni gruesa, de talla promedio y con un trato muy simpático, pero sí, un tanto introvertida; sin embargo, estando en la cancha, se transformaba en una fiera leona. Se agigantaba su figura y nadie le ganaba en disputar rebote alguno.
Sin embargo, había algo en su andar cansino que escondía dudas. De lejos, con su cabello corto, las manos usualmente sobre sus caderas y su andar quimboso le daban un aire de recio pistolero. De cerca, tenía una permanente sonrisa a flor de labios y era la última en abandonar los exigentes entrenamientos.
-Profe, ya cumplí con mi rutina personal: 20 vueltas al campo, 30 planchas, 200 “abominables” y 50 piques. Nos vidrios, profe!
Y vista de atrás era todo un espectáculo que se marchaba con ese bamboleo clásico y con sus manos metidas en la casaca de cuero, portando sus impecables botas negras de tacón alto que la destacaban muy curiosamente por encima de su feminidad.
-Marita, aquí, entre nos, ¿es cierto que La Pistolera, cuando estuvieron en la selección, quería dormir acompañada, en pleno verano?
-Sipi. Porque la Rosy, después me chimoseó que ella le había confesado que necesitaba de compañía para descansar… tú sabes…
-Pero… ¿qué clase de compañía? Porque… tú también sabes que…
-Creo que no tenía reparos. Es más, dicen que prefería hacerlo con la Miky… su preferida!
-O sea que la Miky… ¿también le entra al asunto?
-Oye, no seas mal pensada. También es tu pata y… contigo… ¿cuántas veces?
-Oye, maldita, cómo crees que yo, tu hermana del alma, tu causa, va a estar metida en…
-Oye, oye… No te hagas la coj… que también tienes tu novela… o no?
-¿La puritita verdad? Bueno… solo un par de veces en el extraordinario de la capital…
-¿Y qué tal? ¿Cómo te fue? ¿En verdad es…
-Naranjas! Hacía mucho frío y las dos en el mismo catre nos acurrucamos por un tiempo prolongado y me quedé dormida entre sus brazos; pero, te repito, nada de nada. Solo que… a la mañana siguiente no tenía ganas de levantarme y un lejano cosquilleo se perdía y se acercaba alternadamente en mis recuerdos y al mismo tiempo, mi ego, muy quedo, me quería contar al oído que algo se había escurrido por entre nuestra propia intimidad. En esa noche, canasteamos al equipo de Lima y celebramos juntas hasta el amanecer. Plop!






1 comentario:

  1. Existen en la realidad esas pistoleras? tus personajes son de tus recuerdos o son sacados de la purita ficción? Lindo profe, seguiré leyéndote!

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