Sería más o menos las tres de la
madrugada, cuando mi hermoso sueño estaba por abandonarme de la manera más
estúpida, cortando intempestivamente aquella increíble filmación (ni yo mismo
la creía) de mi particular grabación onírica proyectada en pantalla panorámica
y full tecnicolor; ficción en estreno que me presentaba –en full HD- metido en
la cara aquel legendario cowboy y héroe inmortal llamado Red Reader, casi siempre
acompañado con su pequeño y astuto piel roja conocido como Castorcito. Rebobinando,
estaba usando el cargo de aquel imbatible y soñado sheriff; quien, ante
cualquier amenaza, desenfundaba su revólver y se despachaba 20 de los más
peligrosos forajidos, además de 500 indios montados en pintos caballos y
todavía le quedaba mil disparos. Al toque, vino el segundo capítulo: montado en
mi veloz “Rayo”, aparecía totalmente calato sin poderme explicar causa alguna,
pero así son mis sueños, impredecibles y al desnudo; salvo como ahora,
adoptando una mirada maldita y tocándome el… sombrero, todo desafiante, me veía
sosteniendo un duelo en la mitad de la polvorienta calle principal del pueblo
frente a un desalmado truhan, quien se había despachado 80 valentones, según la
cachita de su desenfrenado revólver. En ese mismo instante, aquel conocido
sonido acuoso me estaba indicando la avenida de un feroz ataque por la
retaguardia y ya no tenía pantalones limpios desde que me enteré del duelo y,
de los calzoncillos, solo me quedaba el recuerdo su intenso color
amarillo-mostaza causado siempre por esos aciagos y descontrolados momentos.
Mas el momento incontrolable de mi estómago tenía que dejarlo que chorree por un
lado, pues primero estaba la seguridad del populorum; aunque los otros
esfínteres también estaban en plan de desfogue y solo por solidaridad;
aumentando su caudal porque aquel malandro había sido jurado colocarse la chapa
de sheriff, así como también tirarse mi churrasco al palo que siempre bailaba y
cantaba en la cantina en pos de ganarse alguno que otro rapidito; pero no todo
era tristeza, en el solitario piano se deslizaban nerviosos dedos que dejaban escapar
las ligeras notas de un conocidísimo Fox Trot. Como siempre, en tales
situaciones, me acomodé el sobrero, escupí hacia un lado con soberano
desprecio, desenfundé primero y, este
mentadísimo tahúr, cayó haciendo zetas en el aire. Ya iba a terminar mi
película cuando una certera flecha traicionera se me clavó en el mero… sombrero
y junto con mi inseparable Winchester, despertamos temblando debajo de la cama.
Con ese recuerdo fijo me metí a
Google para recordar con vívida nostalgia, aquellos fabulosos comics y, dentro
de ellos, los impertérritos westerns, para revivir a Hopalog Kassidy, Roy Rogers,
el ´chino´ Bill Elliott; los “capos” de nuestras inextinguibles coboyadas.
Ya iba a ingresar en el portal
correspondiente a Durango Kid, cuando apareció en mi memoria la grata figura de
una de mis “chicas”, la dueña de un extraordinario juego y con una efectividad maldita
de por lo menos 15 canastas en cada partido de básket. Ella tenía una estampa
término medio: ni delgada ni gruesa, de talla promedio y con un trato muy
simpático, pero sí, un tanto introvertida; sin embargo, estando en la cancha,
se transformaba en una fiera leona. Se agigantaba su figura y nadie le ganaba
en disputar rebote alguno.
Sin embargo, había algo en su
andar cansino que escondía dudas. De lejos, con su cabello corto, las manos
usualmente sobre sus caderas y su andar quimboso le daban un aire de recio
pistolero. De cerca, tenía una permanente sonrisa a flor de labios y era la
última en abandonar los exigentes entrenamientos.
-Profe, ya cumplí con mi rutina personal: 20 vueltas al campo, 30
planchas, 200 “abominables” y 50 piques. Nos vidrios, profe!
Y vista de atrás era todo un
espectáculo que se marchaba con ese bamboleo clásico y con sus manos metidas en
la casaca de cuero, portando sus impecables botas negras de tacón alto que la
destacaban muy curiosamente por encima de su feminidad.
-Marita, aquí, entre nos, ¿es cierto que La Pistolera, cuando
estuvieron en la selección, quería dormir acompañada, en pleno verano?
-Sipi. Porque la Rosy, después me chimoseó que ella le había
confesado que necesitaba de compañía para descansar… tú sabes…
-Pero… ¿qué clase de compañía? Porque… tú también sabes que…
-Creo que no tenía reparos. Es más, dicen que prefería hacerlo con
la Miky… su preferida!
-O sea que la Miky… ¿también le entra al asunto?
-Oye, no seas mal pensada. También es tu pata y… contigo… ¿cuántas
veces?
-Oye, maldita, cómo crees que yo, tu hermana del alma, tu causa, va
a estar metida en…
-Oye, oye… No te hagas la coj… que también tienes tu novela… o no?
-¿La puritita verdad? Bueno… solo un par de veces en el
extraordinario de la capital…
-¿Y qué tal? ¿Cómo te fue? ¿En verdad es…
-Naranjas! Hacía mucho frío y las dos en el mismo catre nos
acurrucamos por un tiempo prolongado y me quedé dormida entre sus brazos; pero,
te repito, nada de nada. Solo que… a la mañana siguiente no tenía ganas de
levantarme y un lejano cosquilleo se perdía y se acercaba alternadamente en mis
recuerdos y al mismo tiempo, mi ego, muy quedo, me quería contar al oído que
algo se había escurrido por entre nuestra propia intimidad. En esa noche,
canasteamos al equipo de Lima y celebramos juntas hasta el amanecer. Plop!
Existen en la realidad esas pistoleras? tus personajes son de tus recuerdos o son sacados de la purita ficción? Lindo profe, seguiré leyéndote!
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