Aclaración; en primer lugar, me siento en la necesidad (y no es que me siente en ella), de hacer pública confesión acerca de este perro, digo, de Reinoso; por cuanto no se trata de aquel relacionado con el fulbo en general, ni con la causa de la diarrea de los hinchas peruvianos, en particular, Este, es otro cinocéfalo (v.m.u)*más cariñoso y simpático al extremo; tanto así, que podía caer en largos halagos, hasta dejarte empapado con cilindros de baba arrojados por su descomunal lengua. Amén, si tú, en el afán de ganarte su confianza, le hacías una serie de chasquidos llamándolo sin saber lo que se te venía encima moviendo la cola como un ventilador, se lanzaba como una bala…de cañón, se alzaba en dos patas y terminabas debajo de él, como alfombra; todo embarrado, pegajoso y a punto de ahogarte con los ochenta kilos encima y cuando lograbas despertar, clamabas:
-
Pericooo…¿por qué no tienes encadenada a esta semejante bestia? Para
luego, escuchar:
-¡Da gracias,
más bien, que no te conoce…porque si no, al final del recibimiento caluroso…
¡te meaba!
Pero,
volviendo al asunto anterior de este Reinoso, lo segundo que se puede deducir sería:
¿por qué eso de llamarlo Reinoso?
Indudablemente,
una vez que pude recuperar el habla, mi pantalón y mis mocasines; estando en la
sala con el dueño de casa acostumbrado a tales recibimientos de su pegajoso Reinoso,
le dije:
-Manito… lo
de ese Beethoven criollo, mastín napolitano o…
-Es una larga
historia que, si ustedes gustan, mientras pasamos al comedor se las puedo
referir. Ahora, más tranquilo, pero siempre agarrado de mi
mujer, con voz entrecortada, le pude contestar:
-¡Cla, cla,
claro…por, por supuesto!
Cuando, de pronto, unos terribles
arañazos sonaron detrás de la puerta del comedor como queriendo tirarla abajo y
otra vez se me vino el gran danés; digo, se me vino la espantosa imagen vivida
en el patio y seguramente me puse tan lívido como una copia de Fosatti, digo,
de Frankestein, porque al toque, mi amigo, saltó en su sitio. Sirvió una copa
de vino y alcanzándomela, replicó:
-¡Creo que la
historia mejor la dejamos para otra ocasión…!Ahhh, y los ruidos de la puerta
son ocasionados por Carlota, para anunciarse delicadamente y despertarme de mi
pestañita de cada tarde…
-¡Qué
ocurrencia! Gritó mi mujer. Por nosotros no hay ningún problema…ya estamos
acostumbrados en la casa de mi suegra…
Incrédulo, mi
choche, volteó la cabeza, totalmente sorprendido y no conforme con lo
expresado, preguntó intrigado:
-¡Panchito! ¿Es
acaso que tu viejita también tiene una de estas adorables mascotas?
-¡No,
nooo…para nada! Apenas tiene un chajuallita…un cruzadito…una minucia de perro chiguagua.
-Bueno,
bueno, mientras traen la entrada, les voy a referir la historia…pero, ya saben,
necesito de su completa y total discreción…Amigos del alma, ustedes bien saben
que soy Patólogo y en mi laboratorio, por las noches, estoy haciendo…Bueno,
bueno, la verdad es que por las noches estoy haciendo experimentos con ADN…cambios
moleculares, mutaciones, trasplantes, etc.etc. y alguna que otra cosita…como
Reinoso, por ejem…
-¡No jo…!
-¡Así es,
amigos! Aunque no lo crean, he logrado hacer un cruce de chiguagua con un san
bernardo…
-¡Nooo…¿cómo
es posible? Es imposible…¿Y cómo logró el san bernardo…semejante bestia…cubrir
a la pobre chiguagua? ¡Seguramente la mató! ¡Qué malo eres! -Bramó
la mujer- mientras se retorcía en la silla como si fuera la afectada.
-¡Nooo… mi
querida Amelia! Esa sería una aberración y no se podría realizar a pesar de mis
innumerables intentos…Esto solo se puede conseguir a nivel molecular del ADN.
-Ahhh…ya me
sentía en su lugar…
-Bueno,
bueno… -le pregunté a mi amigo, entusiasmado- ¿Y por qué esto de Reinoso? ¿Acaso
es una venganza, porque sé que también eres un consumado aficionado al fútbol,
nooo?
-¡No! Eso se
debe a que en el barrio tenemos un choche de apellido Reinoso, quien es un pan
de Dios, pero tamaño muestra… de 1.45m y la primera vez que vino a visitarnos
tuvo un especial recibimiento de nuestra amorosa mascotita de tres meses aún
sin nombre, que jugó con el pobre por media hora y al final lo enterró a medias
como un hueso en el jardín y cuando después de tres horas, vino su mujer y
preguntó por él, solo atiné a decirle:
-No te
preocupes, Reinita… ¡Reinoso, está jugando en el jardín!
*Ver
mataburros urgente.
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