domingo, 5 de octubre de 2025

EL PERRO DE REINOSO

 Aclaración; en primer lugar, me siento en la necesidad (y no es que me siente en ella), de hacer pública confesión acerca de este perro, digo, de Reinoso; por cuanto no se trata de aquel relacionado con el fulbo en general, ni con la causa de la diarrea de los hinchas peruvianos, en particular, Este, es otro cinocéfalo (v.m.u)*más cariñoso y simpático al extremo; tanto así, que podía caer en largos halagos, hasta dejarte empapado con cilindros de baba arrojados por su descomunal lengua. Amén, si tú, en el afán de ganarte su confianza, le hacías una serie de chasquidos llamándolo sin saber lo que se te venía encima moviendo la cola como un ventilador, se lanzaba como una bala…de cañón, se alzaba en dos patas y terminabas debajo de él, como alfombra; todo embarrado, pegajoso y a punto de ahogarte con los ochenta kilos encima y cuando lograbas despertar, clamabas:

- Pericooo…¿por qué no tienes encadenada a esta semejante bestia? Para luego, escuchar:

-¡Da gracias, más bien, que no te conoce…porque si no, al final del recibimiento caluroso… ¡te meaba!

Pero, volviendo al asunto anterior de este Reinoso, lo segundo que se puede deducir sería: ¿por qué eso de llamarlo Reinoso?

Indudablemente, una vez que pude recuperar el habla, mi pantalón y mis mocasines; estando en la sala con el dueño de casa acostumbrado a tales recibimientos de su pegajoso Reinoso, le dije:

-Manito… lo de ese Beethoven criollo, mastín napolitano o…

-Es una larga historia que, si ustedes gustan, mientras pasamos al comedor se las puedo referir. Ahora, más tranquilo, pero siempre agarrado de mi mujer, con voz entrecortada, le pude contestar:

-¡Cla, cla, claro…por, por supuesto!

 Cuando, de pronto, unos terribles arañazos sonaron detrás de la puerta del comedor como queriendo tirarla abajo y otra vez se me vino el gran danés; digo, se me vino la espantosa imagen vivida en el patio y seguramente me puse tan lívido como una copia de Fosatti, digo, de Frankestein, porque al toque, mi amigo, saltó en su sitio. Sirvió una copa de vino y alcanzándomela, replicó:

-¡Creo que la historia mejor la dejamos para otra ocasión…!Ahhh, y los ruidos de la puerta son ocasionados por Carlota, para anunciarse delicadamente y despertarme de mi pestañita de cada tarde…

-¡Qué ocurrencia! Gritó mi mujer. Por nosotros no hay ningún problema…ya estamos acostumbrados en la casa de mi suegra…

Incrédulo, mi choche, volteó la cabeza, totalmente sorprendido y no conforme con lo expresado, preguntó intrigado:

-¡Panchito! ¿Es acaso que tu viejita también tiene una de estas adorables mascotas?

-¡No, nooo…para nada! Apenas tiene un chajuallita…un cruzadito…una minucia de perro chiguagua.

-Bueno, bueno, mientras traen la entrada, les voy a referir la historia…pero, ya saben, necesito de su completa y total discreción…Amigos del alma, ustedes bien saben que soy Patólogo y en mi laboratorio, por las noches, estoy haciendo…Bueno, bueno, la verdad es que por las noches estoy haciendo experimentos con ADN…cambios moleculares, mutaciones, trasplantes, etc.etc. y alguna que otra cosita…como Reinoso, por ejem…

-¡No jo…!

-¡Así es, amigos! Aunque no lo crean, he logrado hacer un cruce de chiguagua con un san bernardo…

-¡Nooo…¿cómo es posible? Es imposible…¿Y cómo logró el san bernardo…semejante bestia…cubrir a la pobre chiguagua? ¡Seguramente la mató! ¡Qué malo eres! -Bramó la mujer- mientras se retorcía en la silla como si fuera la afectada.

-¡Nooo… mi querida Amelia! Esa sería una aberración y no se podría realizar a pesar de mis innumerables intentos…Esto solo se puede conseguir a nivel molecular del ADN.

-Ahhh…ya me sentía en su lugar…  

-Bueno, bueno… -le pregunté a mi amigo, entusiasmado- ¿Y por qué esto de Reinoso? ¿Acaso es una venganza, porque sé que también eres un consumado aficionado al fútbol, nooo?

-¡No! Eso se debe a que en el barrio tenemos un choche de apellido Reinoso, quien es un pan de Dios, pero tamaño muestra… de 1.45m y la primera vez que vino a visitarnos tuvo un especial recibimiento de nuestra amorosa mascotita de tres meses aún sin nombre, que jugó con el pobre por media hora y al final lo enterró a medias como un hueso en el jardín y cuando después de tres horas, vino su mujer y preguntó por él, solo atiné a decirle:

-No te preocupes, Reinita… ¡Reinoso, está jugando en el jardín!

*Ver mataburros urgente.

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