Escena: Un amanecer polvoriento en la Mancha. El sol bosteza, los gallos tienen resaca y Don Quijote, con su armadura oxidada y su yelmo de cartón que antes fue caja de cereales, monta a Rocinante, que camina como si le debieran pensión.
DON QUIJOTE (alzando la vista al horizonte con ojos de
loco lindo):
—¡Oh Rocinante, jamelgo de mis delirios y compañero de mis gloriosas
caídas! Hoy comienza nuestra cruzada por la justicia, el honor y la belleza sin
igual de mi adorada Dulcinea del Toboso, quien aún no sabe que existo.
ROCINANTE (con voz grave, como de locutor de radionovela
deprimida):
—Caballero mío, ¿no sería más sensato empezar por habernos despachado un
buen desayuno? Mis costillas están tocando flamenco de hambre.
DON QUIJOTE (con solemnidad de estatua de parque
abandonado):
—¡Ay, noble cuadrúpedo! El alma se alimenta de
ideales, no de avena. ¿Acaso San Jorge se detuvo por un churro A-1 antes de
enfrentar al dragón?
ROCINANTE (resoplando como tetera existencialista):
—San Jorge tenía un dragón. Nosotros solo
tenemos ampollas, hemorroides y una posada que huele a calcetín mojado. Que no
es lo mismo, ¡Hombré!
Avanzan unos metros. Don Quijote divisa una
posada que su imaginación convierte en castillo medieval con WiFi.
DON
QUIJOTE
(entusiasmado como influencer en jodas):
—¡Mira, mi fiel Rocinante! Un castillo
majestuoso, con torres que acarician el cielo y doncellas que suspiran por
héroes musculosos y con seguro médico.
ROCINANTE (mirando con escepticismo bovino):
—Eso es una posada, y esas doncellas están
limpiando sardinas. No suspiran…nos insultan. Y la escuálida me lanzó un espinazo.
DON QUIJOTE (ignorando la observación como quien ignora la
fecha de vencimiento del yogur):
—¡Acelera el paso, noble corcel! Que el posadero me arme caballero esta misma
noche, aunque sea con su cucharón.
ROCINANTE (con sarcasmo delicado, digno de novela
turca):
—¿Y si en vez de espada nos dan una escoba? No
quiero terminar como montura de limpieza. Ya bastante tengo con olor a establo
vintage.
Más tarde, tras la paliza de los comerciantes,
que confundieron a Don Quijote con un vendedor de seguros y a Rocinante con una
alfombra persa:
DON QUIJOTE (tirado en el suelo, con voz trémula de actor
en telenovela de bajo presupuesto):
—Rocinante… ¿sigues vivo? ¿O te han convertido en tapete de bienvenida?
ROCINANTE (desde un arbusto, con dignidad vegetal):
—Vivo, sí. Digno, no. Me han confundido con una
alfombra y me han pisado con un entusiasmo desmedido. Mas uno de ellos me dejó
propina...
DON QUIJOTE (con lágrimas de emoción y tierra en los
dientes):
—¡Oh, amigo mío! Hemos sido vencidos, pero no
derrotados. El mundo aún necesita nuestra locura, aunque sea para reírse un
rato.
ROCINANTE (con resignación poética y olor a bacalao):
—Entonces que el mundo se prepare. Porque
mañana, con hambre, con moretones y con este yelmo que se deshace con la
lluvia… volveremos. Y esta vez, con repelente a comerciantes.
DON QUIJOTE (levantándose como quien se cae otra vez):
—¡Sí, Rocinante! Volveremos con más gloria, más
ampollas y menos dignidad. ¡La Mancha, todavía no ha visto lo último de
nosotros!
ROCINANTE (mirando al horizonte con ojos de
burro filósofo):
—La Mancha tampoco lo pidió. Pero…!allá vamos!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario