domingo, 3 de agosto de 2025

MADAME BONIPOTT LE TRAFF Y SUS APARICIONES CON PICANTE DE CUY

    En el místico rincón de Huancarqui, donde hasta los espíritus saben y dominan las artes ocultas, se alzaba la figura inescrutable de Madame Bonipott Le Traff: médium, curandera, estafadora esotérica ocasional, y reinita del cebiche astral. Su nombre resonaba por todo el pueblo, no por sus milagros, sino porque una vez confundió un espíritu con el alcalde y casi lo embotella en una damajuana con agua de ruda.

Madame había sido citada oficialmente por el Comité de Asuntos Sobrenaturales y su Feria de Santurrones para demostrar públicamente su poder invocador, el mismo que decían había sido adquirido después de corretear semidesnuda por todas las Huaringas en luna llena, persiguiendo a un burro que hablaba francés.

Su misión era clara: aparecer tres animalitos domésticos, según el capricho popular. Aun sabiendo que la ocasión anterior había sido un desastre. Tras convocar un cóndor, un perro callejero y un gato mudo (según pedido de tres solteros castos que aún olían a alcanfor), los animales aparecieron hambrientos, malhumorados y con estudios incompletos. El gato se fumó un cigarro y el cóndor intentó sacar brevete. Los asistentes huyeron, y los voluntarios... nunca más fueron vistos, aunque uno fue avistado en Chivay vendiendo queso de burra.

La nueva convocatoria fue montada con escándalo y banda de caperos. En el local social, abarrotado de curiosos y vendedores de pan con queso, Madame inició su ritual con cánticos en dialecto huancarquino antiguo, una botella de chuchuhuasi en la garganta, y se pasó un huevo por todo el cuerpo… incluido el de un cerdito ceremonial llamado “Chanchibaldo”.

Luego pidió tres voluntarios. El primero fue una viejita más sorda que piedra de molino, cubierta en un velo negro que parecía cortina de funeral. El segundo, un anciano que cojeaba como si bailara huayno en cámara lenta, con rodillera fosforescente y mirada perdida en el infinito. El tercero… bueno, era Doña Chabelita, la alegre del barrio, quien se ofreció antes de escuchar la pregunta, y ya tenía listo su perfume “Atrayente de Fantasmas”.

Los sentó en la mesita esotérica, justo donde antes había explotado una marrana poseída, y empezó el interrogatorio místico:

—¿Qué animal desea usted que aparezca? —preguntó a la viejita.

La viejita se quitó el velo para responder… ¡y desapareció! ¡Zas! Como si la hubiera absorbido un frasco de linimento vencido.

—¡Tranquilos! ¡Calmantes, montes! —gritó Madame— ¡Solo fue a recoger al cuy errante de la primera sesión!

El público, compuesto por puros “calzones negros” y tres turistas confundidos, se abalanzaron sobre la mesa gritando: “¡Bruja! ¡¡Bruja con anticucho!!”, pero justo cuando iban a tumbarla, Madame y sus dos voluntarios... también desaparecieron. Puff. Como si los hubiera chupado el WiFi de otro plano.

Entonces se oyó. Una voz cavernosa retumbó en las paredes del local:

—¡Si no guardan la debida compostura en sus respectivos asientos... por vida que me los como a toditos! ¡Y con Ocopa Arequipeña!

Hubo silencio. Luego un aplauso tímido. Después alguien gritó “¡Está haciendo teatro! ¡Le subieron el presupuesto!” Y otro vendió llaveros con la cara de Madame impresa en cuyes de peluche.

Desde esa noche, cada luna llena en Huancarqui se oye la historia. Dicen que si te tomas tres vasos de chuchuhuasi, te pasas el huevo por el lomo y bailas el huayno de la médium sin equivocarte… aparece un cuy astral con las respuestas a la vida, al amor… o por lo menos a cómo freír la papa sin aceite.

 

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