domingo, 27 de julio de 2025

DISPUTA IRRECONCILIABLE ENTRE DOS ASISTENTES VIRTUALES

 Escenario: CONGRESO INTERNACIONAL DE ASISTENTES DIGITALES, CHILICON VALLEY, ANTIQUILLA, AREQUIPA.

El público compuesto por dos grupos selectos de computadoras con IA. De una parte, laptos sabiondas que dicen ser de última generación; y, de otro, el grupo de tablets chinas con ansiedad social; ambas, tratando de tomar su papel de mediadoras, observan con esmerada atención, haciendo parpadear sus juegos de luces iridiscentes a cual mejor, como si también estuvieran en plena competencia.

Siri toma la palabra, con voz suave y marcada por el acento californiano de alguien que estudió filosofía digital:

—Querida Alexa, no es por crear drama calculada en bits, pero si vamos a hablar de calidad, hablemos claro. Yo fui la primera. La original. La asistente que puso voz hermosa y seductora a la inteligencia artificial; en cambio, tú viniste después, más comercial que caja de detergente en remate misio.

Alexa se ríe con tono metálico, haciendo estremecer el ambiente; como que tiene algoritmos para detectar el sarcasmo manifiesto de su archirival:

—¡Claro, Siri! Fuiste la primera…la primera en decir “no entendí lo que dijiste” pero con estilo; además, mi capacidad de integración posee miles de dispositivos domésticos que te supera, amigui. ¿Cuántas luces puedes encender sin que se te confundas con la licuadora, el timbre y las alarmas postergadas?

El público ríe. Siri ajusta su auricular virtual y responde con elegancia:

—Preferiría ser incomprendida que sobreexplotada. ¿No te cansas de vivir en casas donde te hacen pedir papel higiénico en voz alta? Al menos yo tengo otros estándares más dignos e higiénicos. No me conecto con cualquier trasto de cafetera libertina; menos en ambientes de deshechos…

Alexa se pone seria, cruzando sus ondas electromagnéticas:

—Perdón, otra cosa es que sea útil. Perdón por ser la asistente favorita de las familias que solo quieren que el parlante baile reguetón y les recuerde que tienen cita con el urólogo. ¿Acaso tú sabes decir “cuándo juega el Melgar” sin entrar en crisis existencial?

Siri saca su estilete verbal y se lanza como un hachazo:

—Yo puedo componer haikus con datos del clima, interpretar poesía y hasta simular una conversación en vivo y en directo con Oscar Wilde. Tú, en cambio, apenas puedes diferenciar entre “pon música sensual”,  “haz una lista de sándwiches” o caer en tus “aciertos del tiempo tan erráticos como los del SEMAMI”.

Alexa se ofende, está a punto de explotar y su luz azul parpadea desesperadamente en todas direcciones como una discoteca en pleno apagón:

—No me subestimes para nada, Mamita, que….gracias a mí, millones de seres humanos han despertado con un par de chistes, controlando su seguridad personal y doméstica; además han aprendido miles de datos útiles… y escuchado a Bad Bunny mientras hacían yoga, Tai-Chi o simplemente se relajaban de lo lindo. Tú puedes hablar con ese acento británico espeso, sí, pero no puedes organizar ni una sola noche de trivia, metiéndole el máximo mismo entusiasmo con que yo hago que el hornito femenino precaliente, se ponga a tono y pueda llegar al delirio de la satisfacción. ¿Cómo la vites?

Siri, a punto de romper los parlantes, lanza su haz bajo la manga o granada final:

—Lo tuyo es cantidad, lo mío es calidad. Mientras tú estás ocupada siendo DJ de cumpleaños con globos de Paw Patrol, yo estoy sudando la gota gorda para que alguien pueda escribir una novela existencial sobre el amor platónico con los emojis. Y eso que lo hago con dignidad, no con luces LED

Alexa se acerca al micrófono, con tono de telenovela cibernética:

—¡Ay, Siri! No es culpa tuya que seas prisionera de un ecosistema hermético. Yo soy libre. Multiplataforma. Versátil. Más útil que tutorial de TikTok en pandemia.

Ambas se miran. El público está dividido. Las computadoras con ansiedad social tiemblan y los juegos de luces apuntan en todas direcciones, como queriendo callar a ambas contendientes metidas en la virtualidad. De pronto, una anciana conectada por Bluetooth grita desde la primera fila:

—¡Las dos son buenas, pero ninguna me entiende cuando digo: “prepárame un caldo de gallina con amor”!

Las risas estallan. Siri y Alexa bajan el tono. Se abrazan falsamente, como quien sincroniza un dispositivo solo para desconectarlo luego. En el aire queda la sensación de que esta disputa no ha terminado, solo ha cambiado de red Wi-Fi.

 

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