Apenas había salido apurado de la Comandancia Central, cuando pude divisar, completamente estacionada aquel camionetón BMW, que llamaba la atención de todos los viandantes que por allí pasaban y no podían dejar de admirar los fuertes reflejos que acusaban una brillantez deslumbrante descubriendo a todas luces su reciente adquisición. Hasta los uniformados que entraban y salían continuamente se quedaban pasmados; inclusive, algunos sorprendidos, se acercaba para tocarla y probar que aquello no era una alucinación.
Indudablemente,
quise hacer lo mismo, pero al instante, me detuvieron las reglas de tránsito
aprendidas, así como la fuerza de autoridad que imprimía los galones que
portaba orgullosamente. ¡No puede ser! -me repetía- constantemente mientras,
ahora sí, detenido junto al vehículo, dejó de importarme su pinta: toda una
belleza parkeada conchudamente frente al ingreso lateral de las unidades
móviles propias de la institución de tránsito, pero a nadie le había importado
tal hecho porque seguramente se trataba de un extraño caso digno de
investigación policial.
Pero dicha
falta no era lo único que rompía las reglas de un correcto estacionamiento. Un
par de sus llantas estaba sobre la vereda y debajo del vehículo habían las
líneas amarillas que indicaban a todas luces la imposibilidad de dejar
cualquier motorizado, pues era zona rígida; más para completar esta grave
falta, se había retirado aquellos mojones que demás marcaban la imposibilidad
de invadir dicha zona.
Lleno de
rabia y coraje, como dice el tango, le coloqué una papeleta dejada en el
parabrisas e iba a regresar a la oficina para hacer la denuncia respectiva a
nuestra institución en general y a todos los efectivos que entraban y salían
sin haber dicho o hecho algo al respecto. Urgente, me dirigía hacia el Capitán
de turno, cuando un choche, que salía sin uniforme, me detuvo para saludarme y
hacer alguna consulta:
-¡Hola,
Franco, ¿qué haces por aquí, si tú más paras en la acción?
-¡Hola, Prom!
Los que van a estar en la calle van a ser toda la tira de efectivos que no
ejercen ningún control ni en las mismas narices de nuestra Comandancia…
-Oye, oye,
prom; ¡No te enciendas! Que te vas a meter en líos más grandes…
-Bueno…pero si
solo estoy cumpliendo con mi chamba y… chamba es chamba, won.
No encontré
al comisario de turno y solo atiné a llamar a la grúa para que se lleve al
carro infractor. No pasaron ni cinco minutos cuando, otro colega me identificó
y me dijo que me presente inmediatamente en la Oficina de Inspectoría General.
-Presente, mi
general, reportándome en el término de la distancia…
-¿Nombre?
-Alferez, De
la Cruz…Roberto…
-¿De la Cruz,
Roberto, ¿qué más?
-De la Cruz Puño,
Roberto Marcial…mi general.
-¿De la Cruz…me
es conocido este apellido, sabía, oficial?
-¡Claro, si
somos hermanos!
-¿Y aún
sabiendo que somos hermanos, oficial; ha tenido la concha de traer dos grúas?
-¡Por
siaca…mi general! Y además, no sabía que era de tu propiedad…está linda!
-¡Linda es la
guardada de quince días que te espera en el calabozo de la Comisaría!
-Pero…Juancito,
mi hermano, ¿cómo vas ha hacer eso con tu sangre?
-Oye, won,
recién te acuerdas que somos hermanos…!Te jodiste, porque ahora mismo te
levanto el parte y esta noche estarás encerrado por mula… por no averiguar
primero; ¡A joderse! -¡Secretario!
-¡Aguanta,
aguanta, won! O cambias el parte y me das tres días de franco o llamo a mi
viejita, le cuento que por cumplir con las reglas me quieres joder y esta misma
noche te saca la m en tu jato? Así que escoge…mi estimado general.
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