Dend´iaontes, habiyamos concidiu tacpiando por muchos diyas por los mismos bordos y cruzando las mismas chacras, sin mirarnos siquiera ni´ún tantito; sin embargo, su linda figura, con el correr de los tiempos, se´mizo inconfundible y la podiya chirguar dende lejos: tod´ella era una cabellera rubia que brillaba más qu´el sol, hashendo bailar sus dos simbas hermosas y juguetonas que se meciyan d´iacuerdo a su tacpeyo, como si juesen un par de´spigas doradas y´empujadas por el viento… y trote, trote avanzaba apuradita pa´ su colegio.
Aquella mañana, dispués d´iarreyar tuito el
ganau pa´quel Jacinto lo lleve a pastiar, salí como de costumbre, despidiéndome
de mi mamitay y de mis hermanos que se quedaron en la mesa tomando el desayuno.
Mi madre me dio su bendishón y santiguandomé, me dio un beso de despedida,
encomendandomé a tuitos los santos:
-¡Josecito, cuidau con quedarse a patiar la
pelota con esos koros badulaques que van
a cachir l´alfalfa d´iandesa tablada cortada por el Collota! ¡Derechito a su
colegio, ¿ya?!
Y´emprendí mi camino al colegio. Iba muy
entreteniu, pensando en la lección de Matemática que nos iba a tomar el queriu
profe; menos mal que habiya estudiau tuitas las tablas… hasta las del doce…
--doce por once es igual a… Y´al instante, d´iaseguro, allicito nomá, apareció
esa figura inconfundiblemente azul con sus trenzas de oro y´empezo a
cotimbiarme el corazón. Sin quererlo, un´alegriya inmensa m´entró por todo mi
cuerpo y´empecé a tacpiar trote, trote, p´alcanzarla.
Ya
junt´uasu lau, le dije: -¿Tanto libro llevas? ¡Tu bolsón va´reventar! ¿Te
ayudo? ¡Hola…!
-¡Hola,
¿Josecito, nooo? ¡No pesa nada! Ya m´iacostumbrau… ¿Es temprano, nooo?
-¿Y
cómo sabís mi nombre? Vos, ¿cómo te llamáis?
-¡Yo soy
Margarita! Pero me dicen Marga o Mayita… ¿No es tan bonito, nooo?
-¡No, es lindo! Nunca l´uabiya escuchau antes…
Mayi… Mayi… Mayi. Pa´ mí, Mayi basta…
Y me quedé huaspiando su carita: teniya unos
ojazos verdes y´unas pestañas d´iametro; una naricita en puntita y la boca, su
boca era muy linda, con unos labios tan rojos com´una granada que provocaba
comérsela a besos. D´iaseguro que me quedau tonto por un güen rato mirandolá
c´omuna virgencita, cuando me tomó por un brazo y me dijo:
-¿Qué te
sucede, primera vez que vez a una mujer? Soy como cualquier outra chica ¿o
nooo?
¡No, nooo! Que yo tamién tengo hermanas… Mi
mayor está en quinto y la que me sigue está en primero. Sí estoy acostumbrau a
ver chicas… pero…
-¡Pero,
qué…!
-¡Tú sois
diferente! La más bonita que todas…
-¡Anda,
zonzo; que n´uas vist´ua mis hermanas, ¿nooo?!
Y como nunca el camino largo de tuitos los
diyas se hizo muy chiquitito y ya llegamos a la esquina de su colegio. Nos
detuvimos mecánicamente y ella, sumamente contenta, se tomó una trenza, se la
llevó a la boca en un gesto inocente pero muy coqueto y me dijo:
-¡Hasta
mañana… Josecito! Que nos acompañamos, ¿nooo?
-¡Mañana
y… todos los diyas, Mayita!
De pronto, me sentiya feliz como nunca. El
cotimbeyo s´izo más juerte y ya queriya reventarme el pecho. Se´mescapó un
projundo suspiro que veniya dende el jondo de m´ialma y ya sentiya que volaba
por encima d´esas vederas de sillar. Y y´astaba anshoso porque juera la mañana
del diya siguiente.
Eran las cuatro de la mañana y´ese diya me lave
tuito mi cuerpo como nunca en la poza de junto a la cequia del corral. Caminaba
co´mun toro liberau y´una alegriya inexplicable se mescapaba hasta por los
pelos. Frente al espejo, mi´acomodé lo mejor posible y cuidé que la raya del
pelo estuviera bien derechita.
-¿Qu´ia pasau, mi guagua? ¿N´uas dormiu nada?
Ricién es las cinco de la mañana… ¿Acaso tenís que yir a mudar a la vacas? ¿o
tenís que ayudar…
-¡No,
mamitay! Teniba qu´iacer muchas tareyas y m´elevantau tempranito pa´cabarlas…
Antes de dejar mi racay, golví pa´verme en el
espejo. Me santigüé y trote, trote me jui apurau pa´golverme a juntar con la
dueña d´iaquellos hermosos ojos verdes que me teniyan preso. Salté la cequia
teñendo cuidau de n´uensushar mis zapatos qu´ioy estaban más brillantes que
nuca. Apenitas voltié la ruidosa paccha, en l´autra banda apareciya l´anshada
figura d´esa linda “Gata” que yame teniya enamorau alma´ytodo, como un
burro.
-¡Hola,
Mayita! Estás más linda qu´iuna virgencita de la iglesia… estás preciosa…
Y mis palabras la pusieron coloradita al
extremo y trató de disimular, sacando una sonrisa de oreja a oreja y mirándome
con tal juerza que m´izo volverme todo un tomate.
-¡Mayita,
ya estamos cerquita a tu colegio y hoy te voy a´compañar hasta la puerta…
-¡No!
¡Ni l´uintentes! Lo tenemos prohibiu. Solo como siempre, hasta l´esquina,
Josecito…
-¡Bueno! Pero quiero conversar más tiempo
contigo… tengo muchas cosas que decirte. ¿Qué te parece, por la noche? Tan solo
un ratito… en la parte d´iatrás de tu huerta… ¿qué dices?
-¡No, es imposible! La Maricucha no me deja
n´ia sol n´iasombra. Mis padres l´ian encargau… Pero si le digo que juguemos a
la Esconde-esconde… junt´ual tronco grandote del sauce… allí podremos vernos…
pero tan solo un ratito. ¡No faltes! ¡Chau…!
Se detuvo radiante e´nel portón de su colegio;
tomó amorosamente su bolsa con ambas manos y arrullándola feliz, sentí qu´iun
rayo verde me traspasaba el corazón com´un anticucho y me quedé plantau en el
sitio hasta que se perdió junto con sus demás compañeras.
Tuita la tarde no pude pensar en otra cosa.
Y´amesentiya trepando el muro de junto a la lloclla, pa´ingresar a su
gigantesca huerta y´aura sí que necesitariya el candil.
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