domingo, 11 de agosto de 2024

¿PA´QUÉ QUERÍS EL CANDIL?

 Dend´iaontes, habiyamos concidiu tacpiando por muchos diyas por los mismos bordos y cruzando las mismas chacras, sin mirarnos siquiera ni´ún tantito; sin embargo, su linda figura, con el correr de los tiempos, se´mizo inconfundible y la podiya chirguar dende lejos: tod´ella era una cabellera rubia que brillaba más qu´el sol, hashendo bailar sus dos simbas hermosas y juguetonas que se meciyan d´iacuerdo a su tacpeyo, como si juesen un par de´spigas doradas y´empujadas por el viento… y trote, trote avanzaba apuradita pa´ su colegio.

Aquella mañana, dispués d´iarreyar tuito el ganau pa´quel Jacinto lo lleve a pastiar, salí como de costumbre, despidiéndome de mi mamitay y de mis hermanos que se quedaron en la mesa tomando el desayuno. Mi madre me dio su bendishón y santiguandomé, me dio un beso de despedida, encomendandomé a tuitos los santos:

-¡Josecito, cuidau con quedarse a patiar la pelota con esos koros badulaques  que van a cachir l´alfalfa d´iandesa tablada cortada por el Collota! ¡Derechito a su colegio, ¿ya?!

Y´emprendí mi camino al colegio. Iba muy entreteniu, pensando en la lección de Matemática que nos iba a tomar el queriu profe; menos mal que habiya estudiau tuitas las tablas… hasta las del doce… --doce por once es igual a… Y´al instante, d´iaseguro, allicito nomá, apareció esa figura inconfundiblemente azul con sus trenzas de oro y´empezo a cotimbiarme el corazón. Sin quererlo, un´alegriya inmensa m´entró por todo mi cuerpo y´empecé a tacpiar trote, trote, p´alcanzarla.

Ya junt´uasu lau, le dije: -¿Tanto libro llevas? ¡Tu bolsón va´reventar! ¿Te ayudo? ¡Hola…!

-¡Hola, ¿Josecito, nooo? ¡No pesa nada! Ya m´iacostumbrau… ¿Es temprano, nooo?

-¿Y cómo sabís mi nombre? Vos, ¿cómo te llamáis?

-¡Yo soy Margarita! Pero me dicen Marga o Mayita… ¿No es tan bonito, nooo?

-¡No, es lindo! Nunca l´uabiya escuchau antes… Mayi… Mayi… Mayi. Pa´ mí, Mayi basta…

Y me quedé huaspiando su carita: teniya unos ojazos verdes y´unas pestañas d´iametro; una naricita en puntita y la boca, su boca era muy linda, con unos labios tan rojos com´una granada que provocaba comérsela a besos. D´iaseguro que me quedau tonto por un güen rato mirandolá c´omuna virgencita, cuando me tomó por un brazo y me dijo:

-¿Qué te sucede, primera vez que vez a una mujer? Soy como cualquier outra chica ¿o nooo?

¡No, nooo! Que yo tamién tengo hermanas… Mi mayor está en quinto y la que me sigue está en primero. Sí estoy acostumbrau a ver chicas… pero…

-¡Pero, qué…!

-¡Tú sois diferente! La más bonita que todas…

-¡Anda, zonzo; que n´uas vist´ua mis hermanas, ¿nooo?!

Y como nunca el camino largo de tuitos los diyas se hizo muy chiquitito y ya llegamos a la esquina de su colegio. Nos detuvimos mecánicamente y ella, sumamente contenta, se tomó una trenza, se la llevó a la boca en un gesto inocente pero muy coqueto y me dijo:

-¡Hasta mañana… Josecito! Que nos acompañamos, ¿nooo?

-¡Mañana y… todos los diyas, Mayita!

De pronto, me sentiya feliz como nunca. El cotimbeyo s´izo más juerte y ya queriya reventarme el pecho. Se´mescapó un projundo suspiro que veniya dende el jondo de m´ialma y ya sentiya que volaba por encima d´esas vederas de sillar. Y y´astaba anshoso porque juera la mañana del diya siguiente.

Eran las cuatro de la mañana y´ese diya me lave tuito mi cuerpo como nunca en la poza de junto a la cequia del corral. Caminaba co´mun toro liberau y´una alegriya inexplicable se mescapaba hasta por los pelos. Frente al espejo, mi´acomodé lo mejor posible y cuidé que la raya del pelo estuviera bien derechita.

-¿Qu´ia pasau, mi guagua? ¿N´uas dormiu nada? Ricién es las cinco de la mañana… ¿Acaso tenís que yir a mudar a la vacas? ¿o tenís que ayudar…

-¡No, mamitay! Teniba qu´iacer muchas tareyas y m´elevantau tempranito pa´cabarlas…

Antes de dejar mi racay, golví pa´verme en el espejo. Me santigüé y trote, trote me jui apurau pa´golverme a juntar con la dueña d´iaquellos hermosos ojos verdes que me teniyan preso. Salté la cequia teñendo cuidau de n´uensushar mis zapatos qu´ioy estaban más brillantes que nuca. Apenitas voltié la ruidosa paccha, en l´autra banda apareciya l´anshada figura d´esa linda “Gata” que yame teniya enamorau alma´ytodo, como un burro. 

-¡Hola, Mayita! Estás más linda qu´iuna virgencita de la iglesia… estás preciosa…

Y mis palabras la pusieron coloradita al extremo y trató de disimular, sacando una sonrisa de oreja a oreja y mirándome con tal juerza que m´izo volverme todo un tomate.

-¡Mayita, ya estamos cerquita a tu colegio y hoy te voy a´compañar hasta la puerta…

-¡No! ¡Ni l´uintentes! Lo tenemos prohibiu. Solo como siempre, hasta l´esquina, Josecito…

-¡Bueno! Pero quiero conversar más tiempo contigo… tengo muchas cosas que decirte. ¿Qué te parece, por la noche? Tan solo un ratito… en la parte d´iatrás de tu huerta… ¿qué dices?

-¡No, es imposible! La Maricucha no me deja n´ia sol n´iasombra. Mis padres l´ian encargau… Pero si le digo que juguemos a la Esconde-esconde… junt´ual tronco grandote del sauce… allí podremos vernos… pero tan solo un ratito. ¡No faltes! ¡Chau…!

Se detuvo radiante e´nel portón de su colegio; tomó amorosamente su bolsa con ambas manos y arrullándola feliz, sentí qu´iun rayo verde me traspasaba el corazón com´un anticucho y me quedé plantau en el sitio hasta que se perdió junto con sus demás compañeras.

Tuita la tarde no pude pensar en otra cosa. Y´amesentiya trepando el muro de junto a la lloclla, pa´ingresar a su gigantesca huerta y´aura sí que necesitariya el candil.

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