domingo, 25 de agosto de 2024

MEYONCITO (II)

 En estos momentos con tantísim´agua hast´el cuello, a tuito el mundo nos pareciba qu´iaurita nomá vendriya el cambeyo de luna y d´ejunto con ello, d´iaseguro también dejariya de seguir cayendo est´imparable diluvio, que dispués de quince diyas, estaba remojándonos el lomo diya y noche; tantito así que solo esperábamos que nos creshera pasto en el lomo; puesto que n´uabiya dejau de cayernos  agua por anga y manga. Sí, pueee…la cosa, cada vez, se poniya más feya: aura hasta nuestras estrechas calles y callejones pareciban riyos que tapaban las sequitas que pasaban por delante de nuestras casas y nos serviya pa´sacar el líquido elemento pa´cocinar y lavar tuito lo wiswi de cada racay; hasta las grandes sequias que regaban las chacras s´estaban desbordando, ni que decir de las tomas qu´iabiyan desapareciu por completo, así como la principal que bajaba saltando laderas y hartos bordos dende de la Tomilla.

Y como resultau d´esto mismo, las seguiditas llocllas estaban hashiendo s´uagosto en pleno febrero y´aquel par de brazos qu´ivan regando y repartiendo agüita hasta Tawaycany, Pampa de Camarones, Huaranguillo y Tiyo; ahora,  se carguen de mucha basura y que s´iasurainen y cataten con tuitos los puentes que veniyan dende La Chilina como si juesen tantitos montones de paja. A pesar de haber cambiau el color de las chacras y tuito el diya se sentiya olor a tierra mojada o barro, tampoco permitiya l´urgente necesidá a´ialmiar las cuartillas o los topos pa´luego, luego, meter la semilla y tener lista la shembra pa´la próxima temporada.

Aura sí que la cosa estaba pasando d´ecastaño a´escuro, pues en tuitos los racays habiya escasez de granos y verduras, ni siquiera la fruta pudo madurar; todo oliya a malograu y cuando s´iba a tomar una pera o un mojau blanquillo, solo con tocarlo se desaciya entre los dedos y solo te quedabas con el coco pelau entre los dedos. Solo en contaus casitas quedaban unos cuantos restos secos de cecina o de charqui y´unas cuantas medias bolsas de chuño; algunos choclos resecos y guardados con los que se haciya el infaltable tostau; qu´iaura serviya de pancito p´al desayuno o con su media chuga de chancaca pa´las desesperadas tardes.

Pero las mamitas, con su sabiduriya de shempre, sabiyan que de no parar la cosa, sus wawas paragariyan pato. Entonce…¿Qué hacer esta vez?

-Comadrita Edubiges…parece que de´sta no salimos… tal como están amaneshendo estas dos semanas tan nublaus y´al ratito, nomá nos caye estos aluviones…!La cosa está más negra que nunca! ¿Q´iuacer pueee?

-¡Tal como comentan nuestras vecinas…parece q´iaese bandiu del Jesucito…se l´ia pasau la mano y otras cosas más!

-¡Él nos está poñendo un breque…pa´que no sigamos jodiendo a su mamita… ¡Que nuay leche? A la Virgen de Cayma; que n´uay lacayotes? A la Virgen de Cayma; ¡Qu´iay una tos convulsiva? A la Mamita de la Candelaria… que shempre nos escucha… Pe´ruesta vez, ese Cimarroncito se l´iescapau y´está meya que meya, sin parar n´iún ratito! ¿Qu´iacemos entoce?

-¡Convocar otra vez al Cabildo entero, formar otra Comisión de Fieles Devotos, yir nuevamente a l´Iglesha de Cayma y rogarle a la Mamita, porque un tantito más y nos vamos a´ugar con tant´agua!  

-¡No, Comadrita! Yo creyo qu´el pediu debe hacerse al mismito bandiu que nos está ocashonando este diluvio, y pa´que nos escuche, le llevamos una güena troya de cuetes ya tuitos los kaperos qu´estén dispuestos a llevarle una serenata de Padre y Señor miyo…

Y tal como acordaron nuevamente en la reguñón con carácter de mucha urgensha, esta vez la menshonada Comishón era el doble cantidá de la primera a pesar que la lluvia no paraba y tuvieron que ponerse doble talega de harina con papeles encima de la torocma; de tal modo que les tapaba la cabeza y l´espalda. Llegaron a la Recoleta pa´cambeyar sus atuendos y poder sacudir un tantito los caucachos mojaditos, así com pa´sacar los rellenos empapaditos que s´iabiyan metiu en los pieses pa´protegerse de tanta agua.

D´iadepronto, empezó a llover con más juerza y los chorros tumbaban las alas de sus huacalis y y´estaban pa´abandonar la dolida peregrinashón, hasta qu´iuna voz resonó:

-¡Prendamos un cirio cada quien y llevemos prendius hasta la Mamita de Cayma!

El Hermano Prior, ni corto ni perezoso, les proporcionó un cirio a cada uno, de aquellos que teniya guardaus pa´la Fiesta de San Francisco y tuito el mundo salló de la iglesha con renovada fe, en la seguridá de llegar con su vela encendida hasta los pies de la venerada imagen.

-¡Aquí estamos, postrados a vuestros pieses, venerada Señora Nuestra…pa´pedirte de rodillas, nos concedas otro milagrito…Estamos comprobando que somos tus hijos amados, pero…pero aurita, resulta que no para de llover…y´estamos a punto de augarnos con tanta agua. Por favor, madre Nuestra, te pedimos que seya…tas con tas. Y como que aquella súplica no fuese escuchada, al rato, pareciba que shelo se nos veniya encima; además los estruendosos truenos removiyan el suelo; mientras los descomunales rayos y relámpagos nos dejaban mudos.

Con esa tormenta encima, era imposible que golvieramos por nuestros pasos hasta cada uno de nuestros racays. Conseguimos permiso para quedarnos esa noche en un ambiente al lado de la Iglesha. Tuitos juntos nos arrejuntamos pa´darnos calor y los cirios que todavía seguiyan ardiendo proporcionaban una luz que nos reconfortaba un tantito. Solo el Román Calizaya, quien era de la Acequia Alta, se comprometió a regresar cruzando por las tabladas de Chilina pa´avisar a tuitos los hogares aquello que nos habiya sucediuuu…

A la mañana siguiente, muy tempranito, como nunca, salió un sol esplendoroso en medio de nuestro eterno cielo azul. Apenas vimos el majestuoso resplandor solar, inmediatamente los kaperos hisheron una rueda y´empezaron a tocar su acostumbrada música de las procesiones.

D´iadepronto, el Prior sacó unas cantarillas de leche recién hervidita (teniyan sus guardachos), y lograron hacer alcanzar un par de panes a cada uno de los feligreses, pero solo tomaron la leche, lo demás cargaron en el bolsillo pa´sus wawas y jueron a dar las grashas a la Mamita; pero habiya algo extraño en los polcos del Niñito Jesús: tuaviya se veyían los restos de barro y de alguna que otra brizna que no pudo limpiar a tiempo.

 

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