Desde chica, aquella frágil y estirada vecinita nuestra era de tan leve caminar que parecía flotar o deslizar sus pasos sobre la vereda ante la mirada de nuestros ojos absortos. Y por ese su patinaje aéreo fue bautizada como “La Cintita Voladora”, dada su figura tan huesuda y, por ello mismo, socarronamente afirmábamos: “Sí, pues… cuando toda ella recibía el sol del medio día encima, no hacía ni michi de sombra”. Sin embargo, seguramente, gracias a la ley de la compensación, de un momento a otro, le apareció algo extraño que al inicio pasó totalmente desapercibido. Tal vez sería un peculiar regalo de la naturaleza a dos manos. Sí, pues, recordábamos cuando a sus 13 añitos todavía bullía en nuestra mente aquella imagen simple y lineal predominante.
Mas de pronto, surgió algo que sí nos llamó la
atención… Pues cuando la fulanita de tal caminaba apurada parecía que llevaba escondido
algo entre sus brazos ; ya que cada vez que pasaba junto a nosotros, recogía
ambas manos sobre el pecho como queriendo ocultar o cuidar con mucho esmero ese
algo que, obviamente, temía hacerlo público; sobre todo, frente a nosotros.
Sin duda alguna, tales gestos eran por demás llamativos
al subir repentinamente ambas manos sobre su abultada delantera; mientras su dorso
y la cabeza, inmediatamente, tomaban una marcada inclinación hacia adelante; y,
entonces, comentábamos burlonamente: “La Cintita Voladora tiene dos nudos y se
va a ir de cabeza al piso...a la una, a las dos y a las…” Ahora de perfil nos parecía
una efe hecha a mano, pero mayúscula… De ello, no pasaría ni un mes cuando
nuevamente nos quedamos estúpidos: ¡Desaparecieron sus preciados tesoros!
No había explicación alguna. ¿Qué había pasado?
¿Magia, milagro o hechizo? ¿Dónde estaban esas hermosas y provocativas chichis?
De ellas no parecía quedar ni un solo rastro. Pasaba y repasaba frente a
nosotros como queriendo mostrar su nuevo look:
-¡Oye, la Flaca se ha hecho la lipo!
-¡No seas won; la lipo es en todo el puerco y
la flaca nunca ha tenido nada de nada…
-¡Seguro que se ha hecho una reducción de las
mamas!
-¿Qué sabes tú de esas cosas? Acaso…
-Mi hermana se acaba de hacer un implante…
-Con razón está muy potable
-¡Oye conchito…
Y la verdad, es que pasaron muchos días y La
Cintita Voladora con sus dos nudos, no aparecía por ningún sitio. ¡No había
caso! Se dejaban extrañar. Y el barrunto seguía con sus mismas rutinas de todos
los días; mientras por las noches, como siempre, seguíamos reuniéndonos para
ponernos de acuerdo en nuestras clásicas actividades: juntarnos ´un toque, para
jugar fulbito el fin de semana; prepararnos un buen Cevillano con su poderosa leche
de tigre; ver la final de La Champions League o meternos de contra en algún
concierto antes que empiecen las clases en nuestros colegios.
Luego, pasaron los dos primeros meses de clases
y las reuniones nocturnas se hacían más esporádicas; pero, ahora nos metíamos
de mitra en nuestros celus; en ellos, podíamos comunicarnos continuamente,
enterarnos de los resultados del fútbol local, aunque preferíamos el
internacional.
De la flaquita, solo escuchábamos breves y
malvados chismes: que se había fugado de casa porque estaba en bolero; que
también había chapado un terrible flaco, pero se había casado. Tenía una cría y
su marido que le había tocado estaba más o miki; que seguían viviendo en su
casa, pero ella no salía a la calle de continuo; que había cambiado mucho su
figura, pero seguía portando ese par de incomparables regalos que nos tuvo obsesionados
por tenerlos en vivo y en directo a pesar de su pronunciada flacura.
Llegó el Día de la Madre y otra vez pude recordar
y suspirar por sus frescos e inolvidables…tesoros, y de todo aquello que vivimos
caleta, pues ambos sabíamos de memoria lo que pasaría si se hubiesen enterado
los choches del barrunto. No sabía cómo poderme comunicar con ella; peor si
ahora estaba casada. Sin quererlo, no sé por qué, pero deseaba hacerle el mejor
presente. Yoni, en esos momentos, estaba bien aguja y no pude comprarle un
regalo digno de lo vivido.
Y desesperado por esos recuerdos imperecederos no
podía quedarme con las manos vacías y no me quedó otra opción que escribirle un
soneto; aunque me costó muchos días son sus noches para pulirlo y que quedara “perfecto”,
porque mi corazoncito todavía latía por aquellos Inmensos y mejores recuerdos
de mi primer amor... de todo aquello que tuvimos...hasta que por esas cosas de
la vida...todo quedó en nada.
¡No puedo olvidarlo! Justo en la mañana de ese aciago
lunes, nos chocamos en nuestra esquina después de varios meses y sin mediar
palabra alguna, me pegó un tremendo cachetadón con toda su alma, que por poco
me tiró al suelo. En ese momento me quedé lelo; no entendí su fatal reacción. Volví
a mi jato. Y lo leí, lo leí y releí al bendito una y mil veces…pero no hallé
una sola respuesta que pudiera justificar tamaño lapso. ¿O lapo? Sólo después
de una semana pude hallar mi sentencia de muerte:
-¿Y por la falta de ese bendito signo del
demonio…me gané semejante cachetadón?
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