Ayer, (aclaro que no es mi costumbre), pero en un acto de desprendimiento inusual y extraño, tuve la fatal osadía de invitar a la “Mona Enriqueta”, mi choche de choches desde el cole, para visitar un nuevo huarique, que, según los capos de nuestra cuadra, era el despelote en cuanto a la preparación de exquisitos platos propios de una carta muy completa de viandas marina como si uno estuviera en la mismita yapla. Aparte de la buena mano empleada y de su presentación taypá; además, sus precios eran recontra bajos; dicho de otro modo, el más apropiado para cualquiera de los miembros de nuestro querido barrunto.
Si bien, esta
gastronomía, que se podría ubicar entre gourmet y propia del populorum, era
casi exclusivamente marina; sin embargo, para ofrecer una mayor variedad
culinaria a su futura clientela; inclusive presentaba algunas variedades de
comida criolla: churrascos, lomo montado, hígado apanado y hamburguesas con
puré; además de algunos otros bocadillos y entremeses dignos de un exigente
paladar. Y cómo podrás ver, querido, choche, esta parte tenía como insumo
esencial la rica carne.
-¿Y ande me
vas a llevar, Cuche?
-No te
preocupes, Monita, si bien el sitio es un tanto caleta, la opinión de nuestros
choches, dice que es una sitio de la p.m…Solo que tenemos que caminar unas
cuantas cuadritas más y llegamos al sitio…
-Pero…oye
Cuche, ¿Es de garantía, nooo?
-¡Claro
que sí! Cómo crees que te voy a meter en cualquier sitio… además, piensa, si dicho
huarique cuenta con la aprobación de toda la gallada…
-Ahhh…bueno,
si es así, ¡vamo!
Ya en el sitio, mostraba
una buena presencia; había un esmerado cuidado, mucha limpieza y los mozos, si
bien solo tenían un mandil largo y bien amplio, eran un tanto solícitos, pues,
después de haber estado sentados por un buen rato mirando y pasando revista a
todo el local, se acercó uno de ellos e inquirió:
-¿Qué es lo
que se van a servir, choches?
-¿Y la
carta?
-Todavía no me
han escrito, seguro que recién…
-Ahhh…
¡Con cachimba es la cosa! A ver…mozaico, qué tienes?
-Bueno, aquí
tenemos, por ejemplo: comida marina y comi…
-¡No! ¿Qué
tienes…que estás tan pálido? ¡Tráenos el menú!
-Lo tengo en
la mitra…así que pide nomá, choche; y apura, apura…que estoy a cargo de estas
diez mesas…
-Un cevillano
bien taypá para este tu choche… ¡Oooe! Que sea mixto, con todas las salsas,
canchita y su correspondiente chilcano, pero me lo sirves en un bol… También,
para este tu otro causa, un poderoso Lomo Montado con sus churrascazo o bistec
de media res…
-¡Al toque, Roque!
Tal como
habíamos pedido, aquellos potentes chilcanos estaban a pedir de boca: ese
calderón botando fuego, con sus trocitos de delicioso pescado, harto culantro y
servidos en dos gigantescos bols de loza. Al instante, vino nuevamente el
mozaico. Retiró prontamente la vajilla usada. Nos repitió los platos de fondo y
pidió permiso.
-Oye,
Cuche…Hasta aquí, parece que todo está ok. Muy buena sazón y la atención no
está nada mal…espero que lo que viene esté mejor…
-Ya sabes
Monicaco, que solo invito a sitios de renombre donde te atiendan como un rey;
así es este tu Choche…
Pronto nos
trajeron ambas fuentes donde la comida se salía del plato. Nos miramos y suponía
una complacencia inmediata de aquellas viandas servida con prontitud y sobre
todo, con una cantidad suficiente, hasta se podría decir, más de lo normal.
Cada uno, tomó sus herramientas y ¡Al ataque!
-Oye,
Monicaco, ¿Qué tal está tu montado?
-´Ta, que no gua acabar. Han servido como pa´camionero...esto es demasiado, pero está
pa´chuparse hasta las uñas…La próxima, yo invito y pasamos la voz a toda la collera.
Creo que me han puesto media res…tal como le habíamos propuesto socarronamente
al mozaico…
-¡Ojalá
Dios te oiga! ¡Porque nuestros giles tienen un filo de la gran flauta!
Terminamos de
servirnos con las justas. No pudimos terminar las chichas moradas de cortesía,
pero noté que cada vez que el mozo se acercaba a nuestra mesa guardaba una
expresión un tanto recelosa escondida tras una sonrisa maliciosa.
-Oe,
Choche, mejor caminamos de regreso, pa´bajar el papeo… Lo tengo a medio gaznate…
¿qué dices?
-¡Sale! Aunque…
no sé qué me pasa, desde hace un buen rato que tengo una comezón de la p.m. en las orejas… Creo que me ha caído pesado el
lomo…¿una alergia?
-¡De
repente! Como no estás acostumbrado…
-Yo te como
carne todos los días… Debe ser otra cosa… Mejor les doy una sobadita…a ver si
así se me pasa… ¡Oye! Creo que se me están estirando mis orejitas…las siento
más grandes…
-Sí,
pueee…ahora pareces un burro, pura oreja; ja, ja, jaaa…
-¡Stop, para,
para! Tan solo es una imaginación mía… pero, sigue la vaina…
-¿Y no
tienes ganas de rebuznar?
-¡Oe…Cuche,
no sigas con tus cochinadas; aunque…¿cómo le gua pedir peras al olmo? Si eres siempre
mordaz…hasta ácido…ácido etílico, ¿nooo?
En verdad
parecía que se había molestado con mi broma y seguimos caminando en silencio…
Pero, volví a ver en mi mente la sonrisa maliciosa del mozaico y me entró una
aterradora sensación…
-¿Qué te
pasa? Oe, Cuche de mi…alma; ¿Por qué me estás mirando de esa forma desde que
salimos del huarique? ¿Tengo monos en la cara?
-Mejor no
te contesto, porque la cuestión es por demás evidente en tu caso… ¡Tú siempre
serán toda una monada!
-¡Bueno, ya
estuvo suave! O te callas o te vas solano al barrunto…¿escoge?
No contesté nada,
pero dentro de mí bullía incesante esa sensación maliciosa que no me dejaba ni
un segundo en paz. Y sin que lo notara, seguí observando su comportamiento.
Parecía normal. La Mona seguía siendo el mismo. Sin embargo, unas cuadras más
arriba, justo cuando pasó una chicoca bien despachadita, mi gentil invitado no
se aguantó y como nunca, la quedó mirando extasiadamente hasta voltear para ver
su poderosa retaguardia…Cuando, de pronto, se sacudió todo él. Estiró el cuello
y oteó desesperadamente el ambiente y…por Dios que quiso… relinchar.
A la mañana
siguiente un titular matutino decía: descubren un camal clandestino con ochenta
caballos sacrificados que abastecían a gran parte de los restoranes de Lima.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario