Tan solo había transcurrido tres días y otra vez en la oscura noche, plagada de aquellos desgarradores lamentos volvían arrastrándose lastimeramente desde aquel improvisado cuartito que se le había asignado detrás del depósito de los restos de paja, huacacara y raíces secas de alfalfa para mantener la cocina; una vez que aquel triste y extraño magtita, traído con engaños desde los rincones de su amada sierra, aceptara quedarse a regañadientes en una casa que no era la suya.
Habiya llegáu con su tata dende una lejana comunidá
de Huambo que se perdiya allí entre las alturas de la helada Puna y las
cordilleras cubiertas de purita ñeve. Estaba tieso y metiu en su ternito hecho
de jerga y d´iaseguro estaba llenito de piojos. Catiaba tuito lo qu´iabiya
dejunto a esas extrañas caras que lo miraban detenidamente como si juera algo
veniu del otro mundo. Pronto se rascaba con juerza tantito su torocma como su cogote;
se metiya ambas manos dentro su cuerpo hasta terminar por rascarse apurau
d´iadebajo de su pantalón.
-¡Oíteee…Froilán!
-Decímeee mamitayyy…
-Decile a tu wawa que se quite la ropa… Creyó
q´uestá llenito de piojos…
-Si l´ué bañau…antes de subirlo a la mula…
-Pero no l´ias cambiau la ropa… Debe estar chipadita
de chinches, itas…y´otros animalitos…
Escuchó la orden de su padre. Lo miró asustado
y no sabía qué hacer; quería obedecerle, pero… Cómo cambiarse delante de tanta
gente… Se encogió de hombros, bajó la vista y estaba temblando…
-¿Ande cambiarlo a mi wawa, madrinita, Teresa?
Pero él se miraba de arriba abajo; aunque todavía
seguía tiritando porque la Justina lo había metido cabeza y todo en la acequia
de atrás, para, luego, colocarle mi ropa usada pero limpia. Sin embargo, seguía
revisando cada prenda de su cuerpo, cada costura, cada bolsillo, en su afán de
poder entender qué estaba pasando…Pero, a la vez, seguía pensando en su extrañada
madre; en sus lindos animalitos; su fiel peludo Yana que ahora estaba muy lejos
y “D´iaseguro, también estariya aullando tuitas las noches por su partida
inesperada”. “esperame, Yanitooo…pronto estaré por allí nuevamente…porque a la
primera, ¡m´escapo! Y unas lágrimas sin quererlo, empezaban a rodar
incontenibles por su rostro chaposo.
-¿Iman pasayqui, hijo? Aquí tener todo…Mi
madrina Teresa ser como mi madre…Ella cuidarte…No faltarte nada…Yo, venir
pronto…Tú ser machito…
-¡No, tayta; no querer quedarme…!Solo, solitooo
nooo…!
Y pronto rompió a llorar desesperadamente
gritando su dolor entre babas y mocos. Ahora, sus incontenibles sollozos partían
el alma. Vimos cómo, instintivamente, alzó su delgado brazo y con el dorso
trató de esconder sus amargas desventuras. De pronto, una mano cariñosa se
aproximó, lo tomó de un hombro con mucha paciencia y se lo llevó adentro, hacia
los corrales; tal vez con la presencia de los animales se sentiría mucho mejor.
Efectivamente, un aire parecido a sus aires volvía a olerlos y eso le permitió
sentirse como en su casa.
Mas cuando, al rato, regresó a la cocina de la
picantería se llevó la sorpresa de su vida: su tayta había desaparecido:
-¿Mi tayta…dónde mi taytaaa? Preguntaba a todos
los rincones.
-¡Ha ido a comprarte ropa nueva! Nueva
camisaaa…nuevo pantalón…ropa interior…sombrero…
-¡Nooo…¿mi tayta?
Y esa mano compadecida, otra vez, se lo llevó
de ambos hombros, entre fuertes lamentos.
A la mañana siguiente, lo llevé a la mesa para
el desayuno. Lo senté a mi lado y le sirvieron otro jarro de leche calientita
con sus panes de tres puntas. Miraba lo que hacíamos para repetirlo y luego lo
llevé casi de la mano al patio para que juguemos a tincar las bolas o los
friles que le llamaron mucha su atención; sobre todo, los nombres de cada
presentación: bayos, afrijolados, motiados, vaquitas, chejches y cuantos
pudimos encontrar en mis bolsillos preparados para poderle enseñar. También le
enseñé a pegar los tirallos o pegachas que nos servirían de disparadores. El
Genaro era muy inteligente y aprendía con facilidad y no había que repetirle.
Así, entre juego y juego, pasamos toda la mañana y muchas otras mañanas,
mientras me ayudaba a realizar algunas tareas de apoyo a la mamitay de mi
mamitay, porque tuito el santo diya se la pasaba cocinando y preparando los
distintos chupes para los almuerzos, los jayaris y los americanos de todos los
diyas.
Tuito iba de lo más mejor hasta que… No puedo
olvidarme. Era marzo y ese diya amaneció muy nublau; pareciba que las nubes
habiyan estau muy cargadas y casi besaban el suelo. La camanchaca tapaba tuita
la vista y´un friyo helau te destemplaba hasta los dientes. El negosho de
nuestra casa pareciba ser igualito a cualquier otro diya, pero…
Seriya las cuatro de la tarde y seguiya tuito
nublau el ambiente. No pude sentir las cuatro campanadas de la Catedral pero ya
veniya la gente a pedir sus americanos, qu´eran servius en grandes chugas de
barro; cada uno con su respectivo vaso de chicha de maiz negro. Redepente, una
figura estraña se pará en medio de la puerta y´estaba caragau con una vigüela y
su larga quena.
-¡Güenas tardes, mamitay! ¿Puedo dentrar? Les
puedo hacer un tantito de música…a cambio de un platito de comida…!lo que seya,
mamitay! Que nisiquiera he tomau desayuno…
-¡Pasá,
pasá, hijo…! Qu´iaquí nuca faltará un güen plato de comida…y si tuaviya nos
vais a legrar la vida… No se diga más… y sentatéee; qu´iay te mando un güen
bebe de chicha y tu platito de mote d´iabas pa´que vayáis acomodando las tripas…
-¡Muchas
Gracias, mamitay! Ya sabiya que vos sois así de güena… ¡Dios te bendiga,
mamitay!
-¡Dejatéee
de lajlar tanto y´empezá a rasgar t´uistrumento…!
No bien
había empezado a tocar un triste lamento arrancau dende su quena cuando el
Genaro, luego, luego, asomó su cuerpo entero junto a la mesa ande s´iabiya
colocau ese estraño tocador y como nunca su rostro se fue cambeyando cada vez
más triste conforme avanzaba la tonada y no pudo más:
-¡Mamitay
Teresa, aura sí que ya no aguanto…!Mañana mismo m´escapo!
Y rompió a llorar desconsoladamente con babas y
mocos, mientras los quejidos salidos de la quena seguiyan conmoviendo a tuitos
los asistentes entristecidos al punto de limpiarse tamién disimuladamente
aquellas lágrimas que asomaban, furtivamente, sin quererlo.
AREQUIPEÑISMOS: basado en el
Diccionario de Arequipeñismos de Juan Gmo. Carpio Muñoz
Americano: plato típico de Arequipa,
servido con diversos potajes
Bebe: vaso inicial de chicha
Catiar: atisbar
Chipadita: cubierta, llena
Chuga: plato hecho de barro
Friles: frejoles, porotos o frijoles
Huacacara: bosta, estiercol del
ganado; generalmente del vacuno
Huaccho: dim. huacchito, solo,
solitario; huérfano; huerfanito
Jayari: entremés o comida entre el
almuerzo y los picantes
Lajlar: hablar, comentar
Magtita o magtitay: muchacho, joven
Ñeve: por nieve
Pegacha: dos frijoles o porotos
grandes pegados
Tirallo: pegacha que hacía las veces
de disparador
Torocma: cabeza
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