lunes, 17 de octubre de 2022

DEPILACIÓN HINDÚ

 Fue increíble el efecto de necesidad mortal sufrido en mi casi último clinch camatorio, pues fatalmente dicho choque y fuga me puso de cabeza y literalmente suspendido de ambas piernas. Me explico: dicha cogida de verano resultó poco menos que agradable y con cero satisfacción, hasta podría afirmar que fue un chape para el olvido; pues en aquel sorpresiva raspada previa al clímax, mis piernas rozaron a las suyas e inmediatamente se desató un terrible corto circuito venido desde mi fondo sacro-santo que me paró en seco. La causa, ella se había olvidado de acudir a su usual clínica de belleza para el pelado a fondo de sus incomparables y alucinantes gambas. Justo en ese trance, tan solo bastó un suave click a nivel de tibias y, al toque, se encendieron a full generando una inmediata invasión peluda, cual disparo incontenible de una agresiva enredadera salvaje que me tomó todito en puros cueros; además, congelado y atrapado totalmente entre esa maraña de pelos hirsutos y entreverados; los mismos que habían adquirido proporciones de largas y envolventes lianas, trenzadas salvajemente con los míos.

Tres días con sus noches nos mantuvieron ocupados en querer y no querer desenredarnos por completo, pero el agravante de estar expuestos en completo estado natural y…en pleno patio de la vecindad; las viejas vecinas por poco nos echan un parcito de baldes de agua…pero hirviendo, para deshacer dicho enredo y así nos pudiésemos vestir. A la semana después de recuperar el aliento y parte de la piel, le propuse ir a un centro de belleza oriental o Spá Hindú para que se someta a una fácil y agradable depilación. Llegó el día de la cita y la acompañé para ver si también me animaba a la calculada tortura China; efectivamente, ya en el sitio, pasamos a una habitación decorada exquisitamente con multiplicidad de colores chillones, plantas exóticas, incienso y muchos cuencos de cristal dispuestos misteriosa y ordenadamente a la manera típicamente india.

Salió un hombre con su usual vestimenta ancestral: calato y blandiendo una extraña flauta en una mano, con un canasto grande tapado y un turbante enredado en la cabeza conformaba todo su vestido. Este viejo enjuto, flaco y barbudo se depositó sobre unos almohadones y abriendo desmesuradamente ambos ojazos, le pidió desnudarse a la nerviosa cliente; luego le sugirió recostarse y presté mucha atención a la música que iba a interpretar. Porque pude reparar que solo fue una bien montada parodia, pues solo hizo la mímica respectiva cogiendo con ambas manos el instrumento; colocarlo sobre sus labios oscuros, mientras hizo reproducir la música grabada en un dispositivo oculto mañosamente. El llamado especialista indio, tomó el canasto y lo destapó. Mi curiosidad iba en aumento y empezó a sudarme copiosamente ambas piernas.  De pronto, del dichoso canasto, asomó amenazante una cimbreante y negrusca cobra y ante la fuerte sorpresa de mi pareja, retrocedió y al instante, se le erizaron los vellos y el especialista también se quedó perplejo. Luego, tomó entre sus largos y temblorosos dedos una pequeña rasuradora provista de una tradicional hoja de afeitar. Apenas trató de cortar los pelos más cercanos se le rompió la maquinita, pero siguió con su trabajo pues, previamente, nos habían asegurado dejar ambas piernas con la suavidad propia de una chichi de monja en retiro.  Desesperado el especialista después de haber efectuados tres seguidos intentos, sin quererlo, cambió el ritmo musical y la asustada cobra no cogió el tono, se terminó su mirada hipnótica; volteó hacia su captor y atacó ferozmente al responsable de su cautiverio, tomándolo de la lengua que era lo único que no dejó de moverse al compás del mambo N°9.

No quisimos saber el desenlace y salimos volando del macabro espectáculo vivido. Ya en el trayecto a casa, mi chica se puso a llorar desconsoladamente, pues pensaba que nunca recobraría la suave tersura de sus maravillosas e incomparables armas siempre dispuestas al ataque.

-No te preocupes que ya tengo la solución; ahora que pasamos por la ferretería compramos unas tijeras…

-Seguro que también se rompen…

-No creo, porque estas van a ser unas simples tijeras… de podar.

Hasta la fecha no he vuelto a saber de ella y, sobre todo, de tocar esas incomparables piernas…Aunque lo primero que toco ahora son las tibias…por siaca.

 

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