A pesar que casi soy un chibolo, estoy sufriendo amargamente por mantener una obligatoria devoción: acudir religiosa y del pescuezo a improvisadas carreras de 5, 10, 25 o 50m, dependiendo la distancia donde me halle feliz y tranquilo, para inmediatamente tener que volar hasta los más próximos sanitarios; es decir, aquel lugar donde me chape la inundación con los pantalones bien amarrados con la faja, el chumpi, la correa y además, completamente cerrada la botica, bragueta o cremallera que llevamos en todos los pantalones, bien sean largos, cortos, o las clásicas bermudas; pues resulta impostergable la necesaria descarga fisiológica para cambiar el agua al canario; sin siquiera sospechar que lo está haciendo cada que le da su santa y desaguar esta bombita llamada vejiga, invadiendo la sensible bolsa de mi vulgar Chihuanco o la de cualquier otro pájaro, sin importar color, tamaño, ni plumaje.
Pero, la verdad, estando a punto
de reventar tantas veces mi pobre pajarraco; hoy, más parece un viejo patillo, exhausto después de haber sido
perseguido durante tres millas náuticas por una foca desesperadamente hambrienta.
Sin esperar que estas inesperadas descargas renales, al inicio, fueron asumidas
estoicamente con mucho coraje, pundonor y agrado; tomándolas deportivamente
como un simple exceso de líquidos bebidos o la desmedida ingesta de aquellos alimentos
cargados de consecuencias diuréticas y depurativas; pero con el pasar de los días,
eran otras las claras preferencias regadoras; ya que después de un insignificante
goteo, amanecía saltando de charco en charco o bien, durante el día, terminaba
con los pantalones totalmente empapados hasta los zapatos, justo antes de
lograr abrir la puerta de calle.
Lo cierto también era que el
sabio organismo ya me estaba mandando sentidos avisos a través de constantes mensajes
de Morfeo: recurrentes sueños húmedos (de los otros), siendo inminente campeón
de múltiples largos en piscina de 2m en estilo libre; luego, en 4m y
finalmente, en mar abierto; es aquí que, cuando logro abrir mis persianas, la
cama estaba siendo un perfecto lago; mi mujer no solo estaba braceando
desesperada; sino, que además me había arrastrado de los pelos, aun dormido y
chorreando, bajo la ducha, por simples razones de prevención e higiene.
Más, al exprimir las llorosas
cobijas y sábanas; también se despedían soltando un líquido amarillento con un
penetrante olor a amoniaco que la hacía perder el conocimiento.
Después de acudir a cincuenta
galenos de la especialidad, todos ellos concluyeron con el mismo desconcertante
diagnóstico: sorry, pero usted padece de prostatitis aguda!
-¿Cómo?
-Y su cuestión está…
-¡Mi cuestión está en
perfectas condiciones… así lo creo y lo puedo certificar… doctor…
-En serio…bueno, el asunto
está en estado avanzado… pues ha logrado aprobar en demasía el grado 4° y con
inminentes posibilidades de llegar al 5, 5, 5… y desparramarse por todo el
organismo…
-¡Ta, con razón! ¿Tiene
solución doctor?
-Bueno… sé que acaba de llegar
un especialista portugués, quien sigue afirmando que cura permanentemente la
prostatitis más jod… como es su caso, amigo…
Después de conseguir la dirección
de su consultorio, pude obtener una cita e ir al día siguiente.
-Doutor, bom día!
-¿Vocé é brasileiro?
-No, doutor, eu…mais peruano que Atahualpa!
-¿Coumo apoio? ¿Cómo ayudar?
Solo me restó señalar, con mi
dedo índice, el posible sitio donde podría descubrir mi mal este mencionado
curador tan promocionado aún entre los urólogos; y que venía para hacerle una consulta
propia de su ramo o ponderada especialidad.
Me hizo pasar, luego de tomar
asiento, me preguntó: ¿ por quanto tempo… vocé s´iace la xixi?
Y traté de repetirle una, dos y
hasta tres veces a fin de que pudiera tener una clara descripción de mi estado
de salud, la gravedad de mi enfermedad o lo que esperaba de su consulta y, sobre
todo, de la receta que pudiera curar mi caso; esperando que no proceda a
hacerme el tacto rectal esta bestia de dos metros, que disponía orgulloso, de
un par de cinco plátanos bellacos en cada mano. De solo pensar en las terribles
consecuencias, estuve a punto de retirarme fingiendo cualquier indisposición
inmediata y de carácter impostergable.
Al instante, el hombrón metido en
una inmensa bata blanca, adivinó mis preocupaciones y dijo:
-¡Nao examine! Ao senhor procupado... !Nao
se precupe!
Y me señaló amenazadoramente con
ese bate de beisbol, que tenía como dedo índice izquierdo…
Seguramente cambié de color al
toque y se me vino el alma al puerco: -Entoces…
-Eu solo examine…seu penis e bolas...
Volví a mi estado natural, es
decir, a mi intenso color de blanco-amarillento y creí que la úrea se me había
subido hasta la punta de los cabellos.
-Ao senhor procupado... !Nao
se precupe!
Pero empezó a quitarse la bata,
su camisa y ya estaba por coger su cinturón…
-¡Muito calor!
Nuevamente, tomé asiento y retomé
mi color anterior, porque sentía que ese sudor excesivo bajaba de tono y ahora veía
que solo me sudaban las manos…
-!Nao se precupe!
-Doutor...¿Cómo me va a curar?
Porque…¿Tengo cura, nooo?
-!Nao se precupe! Estu esperando
animado...mais a media noite... você...
-¿Cómo? ¿A media noche, me dijo?
-Também me tras…duas garrafas de pisco, sua
calcinha e duas dúzias de figos, dois buqué de urtiga e...
-Pero, dotor... você atende a
media noche?
-¡Apenas por ser vocé!
-¿Y cuánto me va a costar el
tratamiento?
-¡Nou tratamento! Uma única cura… Eu
estou chamando o padre
-¿O sea que es con cura la
cosa?
-!Também estou esperando a água benta!... !Nao
se precupe! !Nunca mais Faca xixi...!
Y les juro por Dios que he vuelto
a tener las micciones de reglamento, pero lo único que me preocupa es… está
aumentando el volumen de mis pies, mis rodillas y mis piernas… ¡Creo que ahora
sí que se me viene una gota… pero multiplicada por mil… ¿Y la verdad? Creo que
del susto… ¡Agorita, nou me meu!
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