lunes, 5 de septiembre de 2022

AGORA EU FACO XIXI

 A pesar que casi soy un chibolo, estoy sufriendo amargamente por mantener una obligatoria devoción: acudir religiosa y del pescuezo a improvisadas carreras de 5, 10, 25 o 50m, dependiendo la distancia donde me halle feliz y tranquilo, para inmediatamente tener que volar hasta los más próximos sanitarios; es decir, aquel lugar donde me chape la inundación con los pantalones bien amarrados con la faja, el chumpi, la correa y además, completamente cerrada la botica, bragueta o cremallera que llevamos en todos los pantalones, bien sean largos, cortos, o las clásicas bermudas; pues resulta impostergable la necesaria descarga fisiológica para cambiar el agua al canario; sin siquiera sospechar que lo está haciendo cada que le da su santa y desaguar esta bombita llamada vejiga, invadiendo la sensible bolsa de mi vulgar Chihuanco o la de cualquier otro pájaro, sin importar color, tamaño, ni plumaje.

Pero, la verdad, estando a punto de reventar tantas veces mi pobre pajarraco; hoy, más parece un viejo  patillo, exhausto después de haber sido perseguido durante tres millas náuticas por una foca desesperadamente hambrienta. Sin esperar que estas inesperadas descargas renales, al inicio, fueron asumidas estoicamente con mucho coraje, pundonor y agrado; tomándolas deportivamente como un simple exceso de líquidos bebidos o la desmedida ingesta de aquellos alimentos cargados de consecuencias diuréticas y depurativas; pero con el pasar de los días, eran otras las claras preferencias regadoras; ya que después de un insignificante goteo, amanecía saltando de charco en charco o bien, durante el día, terminaba con los pantalones totalmente empapados hasta los zapatos, justo antes de lograr abrir la puerta de calle.

Lo cierto también era que el sabio organismo ya me estaba mandando sentidos avisos a través de constantes mensajes de Morfeo: recurrentes sueños húmedos (de los otros), siendo inminente campeón de múltiples largos en piscina de 2m en estilo libre; luego, en 4m y finalmente, en mar abierto; es aquí que, cuando logro abrir mis persianas, la cama estaba siendo un perfecto lago; mi mujer no solo estaba braceando desesperada; sino, que además me había arrastrado de los pelos, aun dormido y chorreando, bajo la ducha, por simples razones de prevención e higiene.

Más, al exprimir las llorosas cobijas y sábanas; también se despedían soltando un líquido amarillento con un penetrante olor a amoniaco que la hacía perder el conocimiento.

Después de acudir a cincuenta galenos de la especialidad, todos ellos concluyeron con el mismo desconcertante diagnóstico: sorry, pero usted padece de prostatitis aguda!

-¿Cómo?

-Y su cuestión está…

-¡Mi cuestión está en perfectas condiciones… así lo creo y lo puedo certificar… doctor…

-En serio…bueno, el asunto está en estado avanzado… pues ha logrado aprobar en demasía el grado 4° y con inminentes posibilidades de llegar al 5, 5, 5… y desparramarse por todo el organismo…

-¡Ta, con razón! ¿Tiene solución doctor?

-Bueno… sé que acaba de llegar un especialista portugués, quien sigue afirmando que cura permanentemente la prostatitis más jod… como es su caso, amigo…

Después de conseguir la dirección de su consultorio, pude obtener una cita e ir al día siguiente.

-Doutor, bom día!

-¿Vocé é brasileiro?

-No, doutor, eu…mais peruano que Atahualpa!

-¿Coumo apoio? ¿Cómo ayudar?

Solo me restó señalar, con mi dedo índice, el posible sitio donde podría descubrir mi mal este mencionado curador tan promocionado aún entre los urólogos; y que venía para hacerle una consulta propia de su ramo o ponderada especialidad.

Me hizo pasar, luego de tomar asiento, me preguntó: ¿ por quanto tempo… vocé s´iace la xixi?

Y traté de repetirle una, dos y hasta tres veces a fin de que pudiera tener una clara descripción de mi estado de salud, la gravedad de mi enfermedad o lo que esperaba de su consulta y, sobre todo, de la receta que pudiera curar mi caso; esperando que no proceda a hacerme el tacto rectal esta bestia de dos metros, que disponía orgulloso, de un par de cinco plátanos bellacos en cada mano. De solo pensar en las terribles consecuencias, estuve a punto de retirarme fingiendo cualquier indisposición inmediata y de carácter impostergable.

Al instante, el hombrón metido en una inmensa bata blanca, adivinó mis preocupaciones y dijo:

-¡Nao examine! Ao senhor procupado... !Nao se precupe!

Y me señaló amenazadoramente con ese bate de beisbol, que tenía como dedo índice izquierdo…

Seguramente cambié de color al toque y se me vino el alma al puerco: -Entoces…

-Eu solo examine…seu penis e bolas...

Volví a mi estado natural, es decir, a mi intenso color de blanco-amarillento y creí que la úrea se me había subido hasta la punta de los cabellos.

-Ao senhor procupado... !Nao se precupe!

Pero empezó a quitarse la bata, su camisa y ya estaba por coger su cinturón…

-¡Muito calor!

Nuevamente, tomé asiento y retomé mi color anterior, porque sentía que ese sudor excesivo bajaba de tono y ahora veía que solo me sudaban las manos…

-!Nao se precupe!

-Doutor...¿Cómo me va a curar? Porque…¿Tengo cura, nooo?

-!Nao se precupe! Estu esperando animado...mais a media noite... você...

-¿Cómo? ¿A media noche, me dijo?

-Também me tras…duas garrafas de pisco, sua calcinha e duas dúzias de figos, dois buqué de urtiga e...

-Pero, dotor... você atende a media noche?

-¡Apenas por ser vocé!

-¿Y cuánto me va a costar el tratamiento?

-¡Nou tratamento! Uma única cura… Eu estou chamando o padre

-¿O sea que es con cura la cosa?

-!Também estou esperando a água benta!... !Nao se precupe! !Nunca mais Faca xixi...!

Y les juro por Dios que he vuelto a tener las micciones de reglamento, pero lo único que me preocupa es… está aumentando el volumen de mis pies, mis rodillas y mis piernas… ¡Creo que ahora sí que se me viene una gota… pero multiplicada por mil… ¿Y la verdad? Creo que del susto… ¡Agorita, nou me meu!

 

   

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