Como todas las mañanas, metido en mi clásico y único buzo deportivo (completamente en pelotas); me hallaba sentado de cara al sol y con mis extremidades acomodadas para tomar una vez más la Postura del Sastre, pues era la que correspondía a mi alto grado de gurú, (en jodas, pero al fin y al cabo, gurú) y tenía que guardar todos los cánones del Ayur Veda y del Yoguismo para empezar el día de la mejor manera posible; estaba pues sentado en la pileta; mejor aclaro (por siaca), junto a la pequeña pileta y no sobre ella, la que disponíamos desde siempre en el jardín anterior de la casa. Lo hacía tan profundamente concentrado en cumplir las reglas básicas del pranayama: es decir, que aquellos rigores helados propios del invierno o del insoportable verano pasaban inadvertidos y todo el santo día podía permanecer con la misma disposición y el mismo estado: ¡calato!
Sin lugar a dudas que tal saludo
matutino de todos y cada uno de los días ya era parte de mi vida y la meditación
me había deparado grandes logros físicos y mentales; más, cuando ya estaba a
punto de terminar mi saludo mañanero como nunca, escuché unos fuertes golpes en
la puerta de calle, los mismos que me sacaron de quicio:
-¡Qué raro! -me
dije- y olvidándome de mi estado puro, subliminal y de completa oración. abrí
la puerta a la vez que preguntaba de sopetón:
-¿Qué desea? (Tan
solo como atenta muestra de cortesía y correcta educación…)
-¡Cataplum! Solo
pude reparar, allí, abajo, que algo metido en un ajustado jean y con una larga
cabellera rubia, se venía violentamente al suelo como un fallido bólido en un
suspiro…
-¿Qué es lo que des…
Y aquella juvenil y esbelta
figura yacía estirada en plena vereda y, obviamente me preocupó hasta los huesos.
Sin mayor reparo, di un paso adelante y traté de levantar aquel hermoso cuerpo
totalmente desplomado. Cuando aquella pobre desdichada abrió sus claros ojitos, justo lo hizo en el preciso instante que ambos
estaban a la altura de mis dos pelotas… Otra vez perdió la consciencia y cayó
en un profundo sopor.
No entendía o no quise entender
las muchas razones que se dieron en la breve mirada lanzada. Ya la iba a
ingresar al jardín para proporcionarle los primeros auxilios, cuando un par de
viejas totalmente cubiertas se aproximaban muy curiosas; ambas vestían encima
un largo velo que les tapaba la cabeza y les llegaba hasta los talones, se hicieron
un campito, quedando como modernas tapadas, y santiguándose varias veces en el momento
y a la vez, pegaron el grito del siglo:
-¡Policíaaa… municipales…
serenazgo… ¿Ande están estos badulaques del diablo? ¡No puede ser, Dios mío,
¡hasta dónde hemos llegado…! ¡Qué tal mañoseríaaa, qué descarooo! ¡Cierren sus
ojos! ¡Salirse así… sin temor a Dios… ni a las gentes! Porque… (se bajaron el
velo completamente y con los ojos exageradamente abiertos, siguieron gritando),
este calato de miércoles no es un pobre mendigo, ni que no tiene nada que
ponerse encima… porque se trata de… Sí, es el mismito señor De la Gala… ¿Qué le
habrá pasado? ¡Debe estar fuera de sus cabales… ¡pobre diablo!
Solo cuando me sentí tan despectivamente
llamado pobre diablo, recién pude darme cuenta que estaba en plena calle,
totalmente desnudo y sin una prenda que me alumbre; pero con una wawa entre los
brazos.
Entonces, desesperado, la
introduje dentro de la casa y cerré la puerta. La deposité suavemente sobre el
césped y fui corriendo a ponerme, por lo menos, un short. Solo encontré uno muy
cortito que era de mi sobrino, pero con gran esfuerzo pude calzármelo. Tomé una
botella de wiski para reanimarla, porque no encontré el alcohol; me puse un par
de chanclas y salí volando al jardín.
En el momento, me puse en
cuclillas y se partió el pantaloncito. No le hice caso al hecho y recordé que
otra forma de recuperar a una persona desvanecida era mediante los ejercicios
de respiración boca a boca, sin más detenimientos, ni pérdida de tiempo,
procedí a tomar sus labios para tratar de insuflarle aire a sus pulmones, pero en
ese momento me acordé que para darme ánimos, bebí media botella de aquella
bebida alcohólica, pero primero era su vida; ¡Qué caray! ¡Manos a la obra!
No sé por
cuanto tiempo seguí con este procedimiento de recuperación y la verdad, también
me estaba gustando y -me estaba diciendo- cuando ella despierte,
me hago el desmayado para que proceda con el mismo tipo de reanimación… Y
después de media hora de reiteradas tentativas, pude notar que dos lindas e impecables
medias bolas en su pecho empezaban a flotar y cobrar vida. -Creo que he
soplado demasiado- Me puse en pie y pude apreciar aquella hermosa
hembra que daba vivas señales de recuperación; es más, nuevamente abrió sus ojazos
y tornando varias veces sus inmensas pestañas pudo decir:
-Se…ñor…de…La…Gala… ¡Qué
distinto lo veo…!
-¡Ahhh… usted, me conoce,
nooo? ¿Qué sabe de mí?
-¡¿Ahora?… Casi todo! Me
refiero… a usted y su casa… Pero yo venía a…
-¿Y por qué no tocó el timbre?
Acaso…
-¡Síii… lo toqué por varias
veces! Por eso me atreví a tocar su puerta… pero como estuvo abierta…
-Bueno… como usted
entenderá… si me encontró en paños menores o sin nada de ellos… ha sido solo por
mi modo de vida; mi saludo diario que le hago al universo porque…
-¡No se preocupe… lo pude ver
todo!
-¿Y por qué se desmayó?
-Quise salir del jardín sin
que se diese cuenta, tropecé en la vereda, me agarré de la puerta y se cerró.
Solo me quedaba seguir tocando y luego fingí desmayarme… ¡Necesito venderle una
póliza! Por, fa…
-¡Por allí debieras haber
empezado! ¡No requiero de seguro alguno!
-¿En serio? ¿Y cómo cree que
pude ingresar inicialmente?
-¡Ahhh…!
-¡Entonces… ¿qué dices?
(CONTINUARÁ)
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