lunes, 6 de diciembre de 2021

SEGURA INSEGURIDAD

 Como todas las mañanas, metido en mi clásico y único buzo deportivo (completamente en pelotas); me hallaba sentado de cara al sol y con mis extremidades acomodadas para tomar una vez más la Postura del Sastre, pues era la que correspondía a mi alto grado de gurú, (en jodas, pero al fin y al cabo, gurú) y tenía que guardar todos los cánones del Ayur Veda y del Yoguismo para empezar el día de la mejor manera posible; estaba pues sentado en la pileta; mejor aclaro (por siaca), junto a la pequeña pileta y no sobre ella, la que disponíamos desde siempre en el jardín anterior de la casa. Lo hacía tan profundamente concentrado en cumplir las reglas básicas del pranayama: es decir, que aquellos rigores helados propios del invierno o del insoportable verano pasaban inadvertidos y todo el santo día podía permanecer con la misma disposición y el mismo estado: ¡calato!

Sin lugar a dudas que tal saludo matutino de todos y cada uno de los días ya era parte de mi vida y la meditación me había deparado grandes logros físicos y mentales; más, cuando ya estaba a punto de terminar mi saludo mañanero como nunca, escuché unos fuertes golpes en la puerta de calle, los mismos que me sacaron de quicio:

-¡Qué raro! -me dije- y olvidándome de mi estado puro, subliminal y de completa oración. abrí la puerta a la vez que preguntaba de sopetón:

-¿Qué desea? (Tan solo como atenta muestra de cortesía y correcta educación…)

-¡Cataplum! Solo pude reparar, allí, abajo, que algo metido en un ajustado jean y con una larga cabellera rubia, se venía violentamente al suelo como un fallido bólido en un suspiro…

-¿Qué es lo que des…

Y aquella juvenil y esbelta figura yacía estirada en plena vereda y, obviamente me preocupó hasta los huesos. Sin mayor reparo, di un paso adelante y traté de levantar aquel hermoso cuerpo totalmente desplomado. Cuando aquella pobre desdichada abrió sus claros ojitos,  justo lo hizo en el preciso instante que ambos estaban a la altura de mis dos pelotas… Otra vez perdió la consciencia y cayó en un profundo sopor.

No entendía o no quise entender las muchas razones que se dieron en la breve mirada lanzada. Ya la iba a ingresar al jardín para proporcionarle los primeros auxilios, cuando un par de viejas totalmente cubiertas se aproximaban muy curiosas; ambas vestían encima un largo velo que les tapaba la cabeza y les llegaba hasta los talones, se hicieron un campito, quedando como modernas tapadas, y santiguándose varias veces en el momento y a la vez, pegaron el grito del siglo:

-¡Policíaaa… municipales… serenazgo… ¿Ande están estos badulaques del diablo? ¡No puede ser, Dios mío, ¡hasta dónde hemos llegado…! ¡Qué tal mañoseríaaa, qué descarooo! ¡Cierren sus ojos! ¡Salirse así… sin temor a Dios… ni a las gentes! Porque… (se bajaron el velo completamente y con los ojos exageradamente abiertos, siguieron gritando), este calato de miércoles no es un pobre mendigo, ni que no tiene nada que ponerse encima… porque se trata de… Sí, es el mismito señor De la Gala… ¿Qué le habrá pasado? ¡Debe estar fuera de sus cabales… ¡pobre diablo!

Solo cuando me sentí tan despectivamente llamado pobre diablo, recién pude darme cuenta que estaba en plena calle, totalmente desnudo y sin una prenda que me alumbre; pero con una wawa entre los brazos.

Entonces, desesperado, la introduje dentro de la casa y cerré la puerta. La deposité suavemente sobre el césped y fui corriendo a ponerme, por lo menos, un short. Solo encontré uno muy cortito que era de mi sobrino, pero con gran esfuerzo pude calzármelo. Tomé una botella de wiski para reanimarla, porque no encontré el alcohol; me puse un par de chanclas y salí volando al jardín.

En el momento, me puse en cuclillas y se partió el pantaloncito. No le hice caso al hecho y recordé que otra forma de recuperar a una persona desvanecida era mediante los ejercicios de respiración boca a boca, sin más detenimientos, ni pérdida de tiempo, procedí a tomar sus labios para tratar de insuflarle aire a sus pulmones, pero en ese momento me acordé que para darme ánimos, bebí media botella de aquella bebida alcohólica, pero primero era su vida; ¡Qué caray! ¡Manos a la obra!

No sé por cuanto tiempo seguí con este procedimiento de recuperación y la verdad, también me estaba gustando y -me estaba diciendo- cuando ella despierte, me hago el desmayado para que proceda con el mismo tipo de reanimación… Y después de media hora de reiteradas tentativas, pude notar que dos lindas e impecables medias bolas en su pecho empezaban a flotar y cobrar vida. -Creo que he soplado demasiado- Me puse en pie y pude apreciar aquella hermosa hembra que daba vivas señales de recuperación; es más, nuevamente abrió sus ojazos y tornando varias veces sus inmensas pestañas pudo decir:

-Se…ñor…de…La…Gala… ¡Qué distinto lo veo…!

-¡Ahhh… usted, me conoce, nooo? ¿Qué sabe de mí?

-¡¿Ahora?… Casi todo! Me refiero… a usted y su casa… Pero yo venía a…

-¿Y por qué no tocó el timbre? Acaso…

-¡Síii… lo toqué por varias veces! Por eso me atreví a tocar su puerta… pero como estuvo abierta…

-Bueno… como usted entenderá… si me encontró en paños menores o sin nada de ellos… ha sido solo por mi modo de vida; mi saludo diario que le hago al universo porque…

-¡No se preocupe… lo pude ver todo!

-¿Y por qué se desmayó?

-Quise salir del jardín sin que se diese cuenta, tropecé en la vereda, me agarré de la puerta y se cerró. Solo me quedaba seguir tocando y luego fingí desmayarme… ¡Necesito venderle una póliza! Por, fa…

-¡Por allí debieras haber empezado! ¡No requiero de seguro alguno!

-¿En serio? ¿Y cómo cree que pude ingresar inicialmente?

-¡Ahhh…!

-¡Entonces… ¿qué dices?

(CONTINUARÁ)

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