-¡Hola, Amor…! ¡Hola amorcito! ¡Qué deportivo estás!
-¡Hola, chicocas lindas!
¡¿Saben cuánto las he extrañado? Este fin de semana ha sido una tortura china
sin ustedes… ¡Cómo quisiera…
-¡Mande, querío pana nuestro…
que nuay vaina que no podamo hacé po´ uté… too lo que mande, pare nuetro…
-Por el momento, naaa…
Pasen y acomódense en el segundo piso, que estoy muy ocupado, viendo la
seguridad de la casa…
-¿Qué ha pasaooo? Seguro
mientras tuvimo lejo… ¿Qué sucedió? ¿Cómo lo ayudamo, pana?
-¡No se preocupen…! ¡No ha
pasado nada! Solo precisamos de mayor seguridad… Eso es todo. ¡Vayan, vayan,
que deben estar muy cansadas por el viaje ¿nooo?
Al instante, regresaba nuevamente
al primer piso con la experta en seguridad y mi buscada expectativa por su
cerradura tan especial, la que aumentaba con el pasar de cada segundo. Ahora
estaba plácidamente recostada y entre sus piernas entreabiertas, un tanto
recogidas, mostraba esparcidos diestramente sobre el cobertor, las diversas
modalidades de los seguros que ofrecía, en tanto me recibía anhelante con un
dedo sobre el labio inferior y aquella su desafiante sonrisa invitaba a
poseerlas todas; mas… estaba previsto que su ponderada cerradura era el plato
de fondo.
-Mi querida, Linda
Encarnación, necesito comprobar tus bondades largamente ofrecidas… sí, pues,
sobre tu famosa y oculta cerradura… Hasta estoy creyendo que es mágica porque
no la he visto de manera alguna… ¿Podrías mostrarla y enseñarme su
funcionamiento? ¿O es solamente tu estrategia de marketing…?
-¿Por qué apurarse… acaso
estás acompañado? ¿O te he puesto en aprietos?
-¡Nooo… pa´naaa..! Me gusta
ir sobreseguro…
-¡Ahhh… esa es la cosa! Conque
esas tenemos… ¡Ya pues, aquí la tengo! ¡Cierra tus ojitos un momento y… dame tu
mano…
Hice lo que me había pedido y
pronto sentí que tomó delicadamente mi mano y la hizo deslizar por encima de
uno de sus delicados muslos y aquella tibieza y suavidad me llevó a miles de
kilómetros y el sopor aumentaba e invadía todos mis sentidos. Subía y subía… reptando
sibilinamente junto con mis ansiedades y desesperaciones. Entonces, gritó: ¡YA!
Y mis dedos tropezaron con una pieza metálica fría y de apariencia muy pesada.
-¡Abre tus ojitos! ¡Aquí la
tienes… es toda tuya!
-¿Y cómo funciona? ¿Es
electrónica, nooo? -dije-, por salir del paso.
-¡Of course! ¡Saca una tarjeta
de crédito cualquiera y métela suavemente…!
Depositó un cálido y largo beso
en mi nuca y no recuerdo nada más.
Al día siguiente pude despertar
como siempre, a la misma hora, pero absolutamente complacido y no sabía el
porqué. Solo cuando volteé la cara supe que seguía acompañado por aquel pulpo
incansable y no me cabía inseguridad por rincón alguno.
Igualmente, como todos y cada una
de las mañanas, me puse mi bata de costumbre (en pelotas) y fui a mi sitio a
saludar el buen día de la mejor manera: rindiendo mi tributo de meditación al
sol.
Una vez terminada mi oración de
cada amanecer, me puse en pie, cuando cuatro ojazos negros me estaban espiando
y esperando con un exquisito desayuno en base a granos y frutas. Igualmente,
ellas ya se habían duchado y nadado su media hora de rigor.
-¿Amorrr… qué fue de tu vida,
anoche? Etuvimo ecperando listitas y´ansiosa po´ tenerte…
-¡Pensé que el largo trayecto
las había gotado…
-¡Aún así… vo sabe que… ¿O
ectaba my ocupao? Con su seguridá, ¿nooo?
-¡Nooo… eso solo fue un
momento…!
-Cómo hay luce prendía en lo
dormitorio de arriba y toavía s´escucha música ambientá…
-¡Ahhh… sí! Seguro que me
olvidé… Pero vamos al desayuno...
-¡Vamo, pana! ¡Mi dueño!
Me levanté y fui a vestirme para
asistir al desayuno y también para ver qué ocurría con mi segura seguridad en
el piso de arriba:
-¡Hola, amor! ¿Descansaste
lo suficiente? -Dije, fingiendo una absoluta naturalidad.
-¡Más o menos! Solo me bañé y
me cambié. Tengo que marcar tarjeta… Voy un rato y vuelvo…
-¡Te espero, como no te
imaginas, cuánto te necesito! Te Acompaño…
-¡Ya conozco la salida! Chau,
amorcito… En un par de horas estoy de vuelta… ¡Te lo aseguro! Je, je, je…
Después de dar un par de zambullidas
en la piscina, me duché y me cambié de ropa. Fui al comedor y desayuné como nunca.
-Vamos a comprar ropa y
volvemos por la tarde -dijo la hermosa e imponente hija-
-¡Anda tú, querida, que yo me
quedo un rato… necesito conversar con Job un momento… ¿síii..?
-¡De acuerdo, mami; que
también quiero dar una vuelta por el centro…
Sin mostrar sorpresa alguna por
los cambios de planes surgidos, asentí amablemente, pues conocía las cualidades
amatorias de aquel material necesitado y casi corriendo nos fuimos hasta sus aposentos
y nos ocupamos de llenar todos aquellos vacíos dados durante nuestra prologada
ausencia.
De pronto, una leve sospecha me
animó a ponerme en pie y pegar un vistazo por los ventanales del segundo piso. Cuál
sería mi sorpresa, cuando la vi a mi moderna cerradura avanzar campante por
medio del jardín anterior mostrando todo un glamor de conquista, directa hacia
mi taller.
-Mamita, hazme una gauchada:
alcánzala a tu hija y cómprame de tenis de color gris claro, medias de algodón
y, de paso, lo llenas el refri… para la semana… !Please,mamita! Y le dí un
sonoro beso con su respectiva caricia en el mero mero…
Bajé volando hacia mi taller,
pues sabía de su inesperado regreso, pues pensaba que sería en un par de horas,
como me había dicho.
-¡Hola, Chica Linda… Te
estaba esperando… pero… dime, ¿cómo has entrado? Si no te he dado la llave…
-¡Ya ves, soy tu máxima
seguridad… pero necesito de tu tarjeta…
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