Aprovechando que soy un ferviente devoto del San lunes, ayer, precisamente, parecía un reciente graduado de viril adolescente desesperado por la aparición de una carencia tan extravagante que parecía de necesidad mortal, pues de improviso me atacó un incontenible filo de la gran flauta apurado por un antojo reprimido desde muchas desgraciadas e interminables semanas pasadas; y con ello, desmerecía olímpicamente todos los chupes engullidos en dicho lapso, tan prolongado como urgente. Fue como permanecer en larga espera de un poderoso Calderón de Pascua a 364 días del próximo año.
Ante tal incertidumbre, no pude contener
el huayco de ilusiones que me hacían agüita la boca y tuve que asistir personal
e irremediablemente a una de las tantas mentadas picanterías, la cual, al final, fue recontra
mentada, sobre todo al abandonar dicho local tan ponderado y bien promocionado;
y no porque hayan fallado sus obligatorios protocolos: el pediluvio de rigor que
me pareció estar chimbando una lloclla, o aquel gel desinfectante colocado casi
escondido en un dispensador de junto a la entrada, no. Obviamente fui con toda
mi la sana intención de embrocarme una juente del emblemático y extrañado
Chaqque, pero eso sí, uno d´iadeveras; es decir, como los d´iaontes: un chupe
recontra colorau, ande uno pueda descubrir detrás del vaporoso calderón que, si
no teniyas ciudau, te quemabas tuito el hocico; pero, aun así, tuito chamuscau,
d´iaseguro estaba d´encontrar en su variau contenido un rico y dulzón zapallo
de Yumina, rodajas de choclo cusqueño y, si era cabanita, mejor; además de sus
habitas con harta patasca, s´uinfaltable
chuñito negro yel denominau tocto o seya, montoncitos de chicharrón que le dan
un sabor tan espeshal, así como sus shempre presentes pedacitos de tripa. Cojonudo
plato o chupe que, por ser tan tradishonal,
tanto o más qu´el bendito San Lunes, carga además, una picadita verdurita hecha
con puro culantro, orégano y su yerbagüena, hashendo d´este humilde chupe, sopa
o caldo, un manjar propio de dioses.
Más lo que hace posible esta
extraña denominación, para propios y extraños, son sus papas preparadas de una
forma tan peculiar es, que de solo ver que están cortadas o seccionadas con
cuchillo, le quitan todo su encanto; y es que dicho potaje toma dicho nombre
del idioma quechua, puesto que tal elemento esencial de nuestra cocina
ancestral significa apretado o chancado. Dicho de otra manera, sin llegar a ser
un locro o puré, sus papitas (inicialmente del tamaño chuñayo) son ligeramente
trituradas o chancadas con una chaquena, antes de ser echadas al caldo donde
está hirviendo la carne en medio de ese ahogadito tan propio y original de
estos lares, haciéndolo inconfundiblemente sabroso, único e incomparable
Chaqqe.
Lo cierto es que ya estando en
dicho lugar tradicional, desde el saque, parecía que la cosa (el conseguir una
mesa para disfrutar del antojo), ya era presagio de una mala espina (tamaño
ballena), puesto que además de aguardar mi turno con la debida distancia social
y que además me hallaba al fondo, detrás de una familia muy prolífica, como de
veinte miembros y se tenía que hacer cola o esperar el turno como señal de
respeto; pero era lunes y, como tal, no podía dejar de mandarme una suculenta
fuente. Efectivamente, lo de fuente resultó una fuente llena de imprevistos,
pues las tripas (las mías),estaban rugiendo como leones hambrientos y toda la
familia que me antecedía volteaba con cada retortijón en do mayor, el que se oía
misma troya de cohetones que reventaban las orejas y los oyentes; sus cabezas
me parecían inmensos zapallos imposibles de brincar, en las patas ya tenía
patasca y sentía que me estaba convirtiendo en un inmenso chuño negro de tanta
desesperación por el filo que me iba inflando de indignashón, dándome un perfil
de gigantesco dirigible.
Por fin, una de las hacedoras
(ayudantes) se compadeció de mi estado comatoso, además del verde amarillento
que iba tomando mi semblante y parecía que de un momento a otro, me caería como
un pollo mojau . La muchacha, me hizo sitio en una esquinita de la cocina y
tuvo que arrastrarme hasta el pequeño banco un tanto destartalado, porque
apenas deposité mis posaderas, no solo crujió, dando lastimeros alaridos, sino,
el pobre mueble improvisado se vino abajo con todo el peso mi imponente
humanidad. Presurosa, acudió, no sé si fue la jefa o la dueña del local, pero
lo cierto es que me levantaron entre tres y me depositaron, cual costal de
papas, en una larga banca y me trajeron una mesa, milagrosamente.
Bueno, a ella, le hice saber cuál
era mi pedido y que además tenía el carácter de necesidad inmediata, pues
estaba a punto de causarme una muerte súbita por inanición prolongada… llena de…
desesperación. Me dijeron que inmediatamente llegaría a mi mesa aquella
solicitud tan apremiante, que por favor solo espere unos minutos y que harían
todo lo posible para que aquel manjar tan largamente esperado sería capaz de
satisfacer todas las incomodidades vividas y que dicha merienda sería recordada
por toda mi vida. Bueno, esto último lo tomé como una compensación y ya me
relamía los labios de solo pensar en aquella delicia de plato… Más… ¡Todavía sigo
convencido que realmente estaba de malas!
Pues, finalmente, en el colmo de
mi desgracia, después de haber transcurrido hora y media, me trajeron, en un
platillo de Té, aquel tan solicitado y esperado chupe; además de estar tika (la
grasa estaba completamente cortada), las papas parecían dados finamente seccionados
con regla y plomada, la corteza del zapallo había desaparecido; inclusive,
haciendo un inventario sumario (soy contador), habían desaparecido, las habas,
los choclos y las tripas.
Por semejante afrenta culinaria,
me sentí sumamente ofendido y me negué a pagar por ese miserable lavado de
platos que en la vida podía pasar por un exquisito y anhelado Chaqque. Llamaron
urgente al personal de seguridad: entre los tres gorilas me sacaron en vilo, me
pegaron una pateadura del alma y realmente me hicieron chaqque.
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