Creo que aun podemos rebobinar aquel recuerdo, sacado del archivo: Guardacho-express. El que todavía pervive en su sentido original, haciendo eco de aquella usada expresión -chapada al vuelo-, cuando en ciertas oportunidades algún hijito de la guayaba nos sacaba cachita, después de habernos metido abundante floro para pillarnos, digamos; un libro; un dato top secret; pedirnos prestada una porno o sacarnos un préstamo en dólares por un par de días; cuando en verdad, lo único que lograba era sacarnos de nuestras casillas, dado que nos chapaba en un momento de total estupidez; para luego enterarnos que aquel sonoro: “te lo juro que nunca te voy hacer perro muerto”; aquel préstamo pasaba ipso facto a la sección: Pendiente de por Vida.Entonces, lógica y naturalmente nos volvíamos marcadamente chinos; es decir, asumiendo su peculiar gesto de amargura ancestral, como un pujante esqueleto estreñido, bufando por ambos extremos, pues nuestra glándula biliar estaba convertida en una súper bomba a punto de reventarnos hasta por las orejas; al mismo tiempo que nos iba pintando con un inocultable color amarillo pálido. Y así todo paliducho como un papel asoleado, tan solo nos quedaba el gritarle en plena oreja al maldito deudor: ¡Claro peee… hijito de la g.p; como sabías que el papel aguanta todo! No solo para espetarle, face to face, al incumplido de porquería, su conchudez absoluta; si no, declararle la guerra y al toque meterle un par de combos para sacarle, aunque sea una gota sangre a cuenta y hacerle recordar una vez más que los compromisos hechos sobre un papel no valen ni michi por más que fuesen sellados, firmados y santiguados en papel satinado, sobre bond de 120g, en cartón, cartulina; piedra, papiro o pergamino.Sin embargo, es necesario aclarar que al inicio de nuestra convivencia con la desgraciada (a la pandemia, por siaca), se produjo un fenómeno inusual (si no, no sería fenómeno), por el cual todo el mundo no podía explicarse el porqué de la excesiva demanda de aquellos clásicos paquetones blancos y ´rolludos´ que desaparecían en unas cuantas horas de haberlos colocado en sus largos y respectivos stands; cuando lo normal era que así permanecieran semanas de semanas; tranquilitos y amontonados, mostrando toda su blancura a flor de piel. Entonces, en pleno maridaje con la desgraciada, por las calles, se podía advertir un desfile interminable de sujetas y sujetos con tres, cuatro, cinco paquetones; llegando a comprar hasta camionadas de los humiles rollitos de papel higiénico.
-¿Qué estaba pasando, ingeniero?
-Al respecto, uno podría formularse hasta tres hipótesis: a) Que los periódicos habían restringido la cantidad de sus ejemplares y los puestos de venta, habían cerrado sus puertas, sus puestos o sus clásicos canillitas había clausurado sus axilas y no se disponía de otro material a la hora de la hora; b) El reciclaje había acabado con las revistas, los semanarios, las novelas, ni tampoco se disponía de papel lija para los casos extremos que requerían de mayor y más profunda limpieza; c) Había cundido la mala nueva que las fábricas de este tipo de papelito, no disponían de los insumos suficientes para producirlo y al tratar de usar otros materiales, su nueva y reciente producción mantenía una tersura inigualable: tenía la consistencia de los tubitos internos de cada rrollo, pero… con mayor y despiadada rugosidad; pues parecía que le habían adherido full vidrio molido, conforme a las explicaciones dadas por los pobres popo…titos catadores y sus extremos, extremadamente arrepentidos de tales caricias higiénicas.
-Bueno, pero esa etapa ya fue superada, y ahora los tenemos de variados precios, calidades y marcas; todo depende del bolsillo y del grado de sensibilidad del usuario y del destino extremo de su uso. Porque hay algunos pot… muy sensibles, sobre todo ahora, que estamos con la desgraciada que llega a incontenible liquidez. Sin embargo, también creo que existe otra posible explicación, pero como ello es capaz de herir susceptibilidades por todos los lados, todo el mundo prefiere hacerse el loco y dicen utilizar un buen bidé o bidét (Adminículo del pasado), no queriendo admitir que dicho fenómeno tuvo un solo origen: ¡el miedo!
-¿Y qué chicha tiene que ver el miedo con el papel higiénico?
-¡Ahhh… es la madre del cordero! Puesto que, unas semanas después del inicio de la miserable y desgraciada, hasta los más machitos se orinaban y se desfondaban… de puro miedo.
-¿Y las mujeres?
-Bueno, ellas sabían cómo solucionar mejor el control de sus miedos y sus micciones.
-¿‘Tonces…?
-En suma, dicho cataclismo gástrico no solo fue ignorado por el control de esfínteres, pues la avalancha semi-líquida traía cola; el miedo sacudió las entrañas y el pagano fue el Gran Simpático y su choche, el stomach, perdiendo no solo su auto-stop, si no, que el muy maldito, mortalmente herido, desató su seguidilla de huaycos; anunciándose primero, con niveles de producción incontenible de nubes tóxicas; pero lo peor aún faltaba, al declarase en huelga indefinida el paciente Colon… y todo se embarró hasta llegar a una diarrea mental incontenible.
-Bahhh… pero ya pasó la cosa…
-¡Naranjas! Con esto de la tercera ola y la Covi de la India, ya se ven los rimeros efectos… no solo es descontrol de los esfínteres… El problema ha llegado a límites estratosféricos, ¡tenemos una Diarrea Mental! ¿Acaso no estamos viendo los resultados de las votaciones? Y esto que todavía no estamos en la final, final… Ta, ta, ta taaa…
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