Si en el barrio existía o mejor sea dicho, si alguien todavía permanecía sacando ronchas a diestra y siniestra desde que las primeras almas anduvieron por estas tierras y que todavía su sola presencia nos erizaba los pelos del lomo y metía un terrible escalofrío desde el fondo de nuestras entrañas y fuese capaz de clavarnos una tembladera de Padre y Señor mío en pleno día soleado, era ella. Sí puesss... su sola presencia nos metía una aguda sensación de mala suerte y al toque tenías que hacerte la cruz, por siaca. Sin embargo, observándola con más detenimiento tan solo semejaba una débil rata asustadiza, pero su aspecto era feroz, pues su aguzado perfil pintaba un pálido verdoso, aparte de ser por demás aguileño. Y su encorvada postura parecía llevar a cuestas muchas culpas en cada menudo paso arrastrando un solo pie y blandiendo su infaltable bastón -más grande que ella- con el que causaba ese endiablado rechazo inmediato en todos los advertidos vecinos de la cuadra; incluso, cada vez que se la veía pasar recelosa y tan agachada, parecía cargar secretamente algo bajo ese largo manto negro, ya plomizo, hasta blanquecino; asimismo, ese temor aumentaba, cuando levantaba de tanto en tanto su disminuido rostro metido entre las miles de arrugas que suponíamos quería taparlas; en cambio, en cada torva mirada, dejaba escapar sus terroríficos ojos desmesurados; aun así, trajinaba con una diminuta premura incomprensible; pues a sus años, era nuestra propia versión de aquella bruja hechicera de los terroríficos cuentos narrados por nuestros abuelos; por lo tanto, toda ella se veía intratable y mala; que solo nos haría daño, ganándose la fama de perversa, no deseada y odiosa; sea por su color, forma u olor que despedía.
-¿La viste? Hace poco que acaba
de pasar la bruja Maruja… Sigue oliendo el sitio a puro azufre… Sigue jediondo…
-¿Y no le tienes miedo? No
vaya a ser que mañana despiertes meando p´atrás…
- ¡No creo! Pues me he
santiguado tres veces seguidas…
A pesar de todo ello, cualquiera
de nosotros, con solo ver su encorvada figura envuelta en su cubierta de negro sucio
y gastado -velo incluido- y que cada mañana se dirigía religiosamente hacia nuestra
humilde capillita, no comprendíamos esa actitud; pues su refugio mañanero estaba
a tres largas cuadras de su morada cerrada y casi oculta a toda hora y, para
quienes lograron penetrar en sus lúgubres aposentos, contaban que “aquella bruja”
tenía pacto con el diablo; que su improvisado lecho y todo el ambiente
desordenado olía indistintamente a azufre, a yerbas y toda clase de sus menjunjes
extraños, pese a ella se decía ser enviada del Señor para curar toda clase de
enfermedades; o ya sean hechizos, pagos a la tierra, amarres; así como el
tratamiento y sanación de los daños por más fuertes y peligrosos que fuesen.
-Padrecito, ¿cómo permite que
la Maruja, esa bruja, dentre a tu iglesha?
-¡La Maruja no es bruja; por
el contrario, ella es una buena persona… Ella, solo hace el bien, sana y cura…
Ella se confiesa y comulga casi todos los días… Solo es un alma que ha sufrido
mucho al perder, muy joven, a su única hija…
Dispuésss d´iun tiempo
averiguando sobre las terribles brujas aparecidas, esa misma noche, nosotros,
los más maltones, nos arrejuntamos en secreto y´acordamos dos cosas: envitar al
cura pa´que se juese a desayunar a uno de nuestros racais el mismo diya viernes.
Mientras tanto, ese diya, uno de nosotros lo remplazariyamos en el
confesionario pa´oyir qué cosas contariya la terrible doña bruja.
Por sorteyo, m´iabiya tocau
hacerla del cura confesor y´el jueves por la noche, pa´mí jue de pura cospiadera
por tanta pesadilla. Por la mañanita del mismito viernes, apenas catiamos qu´el
curita salió trote, trote, de su capillita, nos metimos allí para cuidar sus
“tesoros”. Yo´staba que temblaba co´mún enfermo con tershana, metiu dentro del
confesonario, cuando, al ratito, sentí unos pasos menuditos que se me veniyan y
pude catiar por una de las ventanas di´alau qu´ella queriya confesarse por mi
adelante. Chapé las puertas tuaviya más asustau. Respiré bien d´iadentro y le
pedí, tratando de fingir otra voz, que lo hiciera por una de las ventanitas del
costau, pa´que no me cateye:
-Hija, mía… acercatéee por este
lauuu… qu´estoy con´ún resfriyau del Padre y Señor miyo… por favor… ¡Vení,
veníii…!
-Muy bien, padrecito… sí
pueee… veyo qu´iasta… l´ia afectau la voz… yo tengo un remedio muy güenooo, si
usted…
-¡No, no, nooo! Tú has veniu a
confesarte… y así lo debís hacerlo aurita; ¡Vamos hija! Ave María purísima…
--¡Sin pecau concebida! ¡Padrecito…
-¿De qué te acusáis Maruja?
-Padrecito, Gabriel… Acúsomeee…
¡d´iaber matau…!
-¡Cómo! ¿Cómo? Maber repiteee…
¿Qu´ias hecho, Marujita? ¡Vos estáis en pecau mortal… ¿Y quién es el muertito?
-Un parcito de llebres… pero me
las he tirau… Y´el Cuche Miguel, m´ia chapau… Y le dau un bastonazo tan juerte…
que creyo que l´ue matau…
-¡No t´iapriocupes, esta madrugada
l´uemos vido… solo está con su cabeza bien parchada…
-¿Y con quién andaba usté,
padrecito? Creyooo que me está mintiendo… ¡Aura sí que chapo mi escoba y te
gua…
Perdí los estribos… Empujé con
todas mis fuerzas las delgadas puertas de adelante y… ¡Patitas para qué te
quiero! No volteé la cabeza para nada y solo quería hacerme humo. Mientras
volaba por entre las pocas bancas, sentía que me pescaba el mismito Diablo y
gritando a más no poder, solo me acuerdo decir algo como:
-¡Sí pueee… ella es una bruja!
¡Síii… la Maruja es toda una bruja!
AREQUIPEÑISMOS: basado en el Diccionario de Arequipeñismos de Juan Gmo.
Carpio Muñoz
Catiar: atisbar, mirar de reojo
Cospiadera: revolcadera
Creyó: por creo
Envitar: invitar
Jediondo: hediondo
L´iafectau: le ha afectado
Llebres: por liebres, comúnmente llamadas conejos en Arequipa
Maltones: jóvenes, mozos juveniles
Racai: morada humilde; casa improvisada
Te gua: Exp. te voy a…
Tersiana: tembladera que acompaña a la fiebre del valle
T´iapriocupes: te preocupes
Vido: visto
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