Una vez ya recuperau de mi embrujau bautizo como confesor de la Maruja, seguiya sin creyerles a tuitos mis amigos qu´estuvieron huaspiando dentro la capilla y no entendiyan por qué salí despavoriu gritando dend´el confesonario, cuando ajuera d´él nuaviya nadies que quishera decir sus pecados; por más qu´este sajra maltón les juraba haberla vido y´ecuchau a la bruja por una de las ventanitas; y salí volando, por Dios que n´uabiya n´iún alma. D´esto habiya trascurriu una semana y también d´iaber escuchau bien clarito esa amenaza lanzada entre risas y maldishones por la Maruja, pues pareciya haberse dau cuenta del engaño que l´iabiyamos preparau… y solo quedamos en juntarnos nuevamente ese siguiente jueves.
Esa noche, creyó qu´el desafiyo
nuestro se golvió más juerte y outra vez regunidos, pero con más temor que
ganas, quedamos en golver envitarlo al padrecito pa´que vaya a´utra casa
pa´tomar desayuno; y pa´que ni siquiera pudiera huaspiar por´ay alguito de lo
qu´estabamos hashendo con el menshonado curita y su “santa labor” de confesor;
pues también nos enteramos que la Poconti, a pesar de tanto chisme que
l´iaciyan, iba a confesarse cada primer diya viernes del mes. Esta vez, en el
sorteyo, el palito más chiquitito lo sacó el Chato Pepe. Al istante, se puso,
rojo, pálido y después casi blanco de puro miedo.
-¡No te vais a maricoñar… que
tuitos tenemos que hacerla de cura… mira que le toca a la Poconti qu´es tu
camote… y pa´que descubras s´ies sherto tuito lo que dicen d´ella…
-Pero… ella conoce mi voz, no
ven qu´es mi vecina; mejor sortiamos d´iadenuevo…
-¡Ponís una voz de mayor y
habláis dentro de un tarro de leche vacío… y ni tu mamitay te gua descubrir…
-¡Güeno, está bien… Seré chato
pero no m´iachico…
Dispués de comprobar que nuestro
párroco habiya dentrau a la casa del Flaco Carlos, quien nos avisó que yá staba
sentau en la mesa pa´tomar el desayuno, volamos a la capillita y volvimos a
abrir sus puertas, como si nada hubiese pasau… Y lo metimos a la juerza al Chato
dentro del confesonario. Tuvimos que prometer conseguirle una cajetilla de
cigarros “Instituto” pa´ que seya el primero en terminar d´iaprender a jumar.
D´iaseguro s´estaba meyando de miedo, pero… Al ratito, dende nuestro escondite,
debajo del Altar Mayor, catiamos que la Poconti, s´iabiya puesto bien guapa y
se dirijiya un tanto apriocupada pa´confesarse… Y creímos que la pequeña casita
de madera teniya temblores:
-¡Es el Chato que, d´iaseguro está
temblando como nunca en su vida…
-Yo gua decirle que no
s´escape y cumpla con su palabra d´iombre…
Justo en ese momento, vimos qu´ella
s´iarrodilló, se persinó; descubrió su rostro y empezó a hablar:
No nos habiyamos fijau qu´el Flaco
Salomón, temiendo qu´el Chato Pepe s´escapase, también se quedó metiu en el
confesonario agarrandolóoo juertemente
con sus dos brazos, mientras el tembloroso confesor, con su latita
vaciya cerca del hocico, solo pudo contestar:
-¡Ave Mariya!
-¡Sin pecau, concebida,
padrecito!
El Flaco Salomón, síabiya arrimau
a l´oreja del novel confesor y le dijo muy bajito al oído:
-Dile… ¿Cómo te puedo ayudar,
hija miya? Aquí estoy p´escucharte… ¡Andaaa… apuráaa!
-¿Cómo te puedo ayudar, hija
miya… Aquí estamos…
-¿Cómo m´ia dicho, padrecito?
¿Aquí estamos? ¿Con quién está… padre?
-Solo… solito; t´e dicho, hija
miya, aquí estamos… porque estamos tú y yo… pa´recebir tu confeshón… sigue,
sigue…
-M´iabiya asustau, padrecito,
porque lo que tengo que cuentarle es muy grave… que ni quishera decirlo…
El Chato estaba un tantito más
tranquilo y se animó a preguntarle:
-¡Dime, hija, ¿de qué se
trata? Aquí estamos… nosotros dos pa´ayudarte en lo que seya…
Y el Flaco Carlos lo tomó del pescuezo
y quería matarlo.
-¡Sí, pues, padrecito; ya
l´entendí! Espero que no me vaya a condenar por lo que gua decirle… Usté sabe
tuito lo que la´gente habla de mí, pero es pura mentira… tengo muchos amigos,
pero solo son amigos… Ni siquiera tengo enamorau… Pero… pero… Creyo que es un
pecau mortal, puesss… estoy muy enamorada de un chico… qu´es muy menor… Su
nombre es… ¡Pepe!
El temeroso Chato, al oír ese último
nombre de Pepe, pegó un salto dentro del pequeño recinto y casi se monta encima
del Flaco. Empezó a sudar copiosamente y no sabía si gritar de júbilo, de alegría
o de miedo, ya que se sentía plenamente identificado y ese declarado amor lo
atrapaba como un burro, alma y todo. El Flaco, también muy sorprendido, se
repuso y chapó a su querido amigo, le tapó la boca con todas sus fuerzas y solo
pudo improvisar, diciéndole a la Poconti:
-Disculpa, hija miya… Estoy un
poco resfriyau y m´está fallando la voz. ¡Eso que m´iavís contau n´ues pecau!
Sino tenís otra cosa que decirme, andáaa al altar de la Virgen de Chapi…
¡Rezaléee cinco Avemariyas y diez Padrenuestros… Yo te perdono, aquí en la
tierra, que Dios te perdonará en el shelo! Ave Mariya Purísimaaa… ¡Corre,
corre… y´andá con el Tatito Dios!
Y el Flaco no supo qué hacer,
porque un líquido tibiecito bajaba por sus piernas y sentiya que se le metiya a
sus caucachos.
-¡Chato, si ya t´iba soltar el
hocico pa´que hables! ¿No te pudistes aguantar?
AREQUIPEÑISMOS: basado en el Diccionario de Arequipeñismos de Juan Gmo.
Carpio Muñoz
Apriocupada: preocupada
Catiar: atisbar, ver de reojo
Caucachos: zapatos muy viejos y resecos
Golvió: volvió
Huaspiar: mirar com cierto recelo, cuidar, acechar
Maltón: juvenil, muy joven
Maricoñar: por mariconear, acobardarse, chuparse
Poconti: joven gruesa y con amplias posaderas
Sajra: diablillo, avispado, atrevido
Vido: visto
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