lunes, 18 de enero de 2021

LA PRENDA AMARILLA

 A una semana del Año Nuevo, sigo saliendo con mi trusa, hoy más amarilla que nunca. Si bien el 2020 ha sido un año por demás negro, piña, salado y todavía, de encierro obligatorio; resulta que con las “buenas nuevas” soltadas por todos los medios “escritos y hablados”, principalmente las obligadas por redes sociales; me han golpeado de tal manera que ando medio “crazy” gracias a la constante presión ejercida subliminalmente por tanto aviso soltado en la TV, pues “nos aconsejaba” que, para tales circunstancias y ante el advenimiento de un nuevo año, deberíamos cambiar de actitud y ser sumamente procaces, digo, proactivos a pesar de no poseer un bóxer amarillo.

A pesar de tales buenas nuevas, se me cocinaba, que no caería ni una miserable luca de mis bolsillos para adquirirlo, así me colgasen de los…”pieses”; sin embargo, creía estar realmente convencido de ser una persona propositiva, a pesar de sentirme todo un tortugón de las Galápagos en época de celo: loco, solitario y en una isla desierta pero con el ánimo como un mástil (solo el ánimo), porque la mente seguía bajoneada hasta las cachas y creo que en ese momento era capaz de adoptar una postura de un gentleman; más rico que Mark Zuckerberg y cumpliendo a pie juntillas aquella cábala que para estos casos me había recomendado mi tía abuela.

Estuve durante tres días completos sin parar tratando de darles inicialmente a mis restos de trusa, un color que muestre algo amarillo-cremoso, por lo menos. Para ello, la muy venerable me dijo: -Hijito, no te olvides de darle ese color amarillo intenso con una cucharada de Azafrán; mientras más amarilla quede la cosa, mejor suerte tendrás; ¡Manos a la obra!

En verdad, amigos, que lo poco que quedaba de mi trusa, ya había cambiado totalmente su original color blanco y esas cuatro tiritas sobrevivientes quedaban mostrando al mundo un sucio medio crema, medio plomizo y lo peor, que no me podía explicar cómo había podido agarrar ese tono tan extraño. Pero el entusiasmo que vivía en la semana previa al 1° de enero me devanaba los sesos tratando de hallar la solución más adecuada. Por tres días seguidos que no dormía, cavilando en hallar la solución menos onerosa y más efectiva; así era yo de preocupado e inteligente. Por eso se me prendió la velita misionera y me dije: -¡Eureka! ¡Flaco, eres todo un Ainstein! (así me decía), ¡Lo encontré: mañana mismo voy al mercado y me compro una onza… de seguro que eso será suficiente; total… para las cuatro tiritas…

-Doña, Eduviges… ¿tiene azafrán?

-¿Qué te sucede, oye hijito de la guayaba, y no te llamo hijito de… porque conozco de qué pata cojea tu venerable… pero… qué cosa me has dicho?

-¡Azafrán, doñita!

-¡Azafrán será el pen… de tu padre! ¿A mi con cojudeces? ¿Así empezamos el año nuevo? ¡Vete, vete!

-Don Felipe, ¿no sabe dónde puedo encontrar el bendito Azafrán?

-¿Qué es eso? ¡Qué nombre tan raro! Mejor te vas a la sección hierbas… de repente…

Y me estuve toda la mañana tratando de buscar al bendito. Ya me estaba retirando de ese pequeño quiosko, cuando una joven vendedora vecina, me hizo una seña solapa para que me acercase y me dijo:

-Caserito, yo tengo tres kilos… pero aquí “nadies” lo conoce con ese nombre; prefieren llamarlo cúrcuma o mejor palillo… ¿Cuánto le despacho? ¿Un cuartito?

-¡Solo quiero una cucharada! Es para remedio…

-¡Entonce, mejor, pueee…!

-¡Toy lacio, aguja… caserita!

-Te visto buscar toda la mañana… Te convido un poquito… como es para remedio… ¡Aquí lo tienes!

Durante dicho lapso también había visto las nuevas trusas para varón y sus nuevos colgandijos. Quise aprovechar ese momento y nuevamente se me prendió la velita misionera y me dije: -¿Qué tal si a la trusa amarilla le agrego una media amarilla adelante por si despierta la boa… imaginaria que me estaba deparando mi buena suerte para este 2021?

Estoy por es sexto día de enero y… ¡Nada de nada! Ya estoy creyendo que las cábalas son una wada, pero una wada de la gp. Ayer, para hacerlo mejor, me he preparado una pastita con harto cuáquer y la cúrcuma que me sobró. Para empezar el día con buen pie, dicha mezcla me ha servido de un denso aperitivo mañanero, aunque valgan verdades, casi me ahogo al primer bocado porque era una seca masa picante; con el segundo, he tenido que meterle más agua; para el tercero, me lo empujé con un pedazo de pan tan seco que parecía de madera y en su tumultuoso camino me sacó chispas hasta del sacro. Si bien no consigo nada de nada, ahora me he dado cuenta, que fatalmente, también estoy sudando un líquido amarillo encendido que me quema hasta las pestañas y dicho color no desaparece así lo lave con disolvente y lejía pura. Los huecos han crecido y ya no queda trusa; en cambio, hasta mi ropa externa está tomando un pálido amarillento… Y como debo asumir una positiva actitud frente a la vida, constantemente me repito:

¡Este 2021, es el año de mi suerte porque todas mis prendas se van a poner amarillas… Seguro que jalarán muchas chicocas vestidas del mismo color! Pero no importa que para ello me cueste sudar a chorros… Aunque pensándolo asertivamente… ¡Mejor si no vienen con ellas! Que ya sé cómo hacerlas poner amarillas…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario