Si escuchamos o leemos el nombre David Powse, seguramente pasa desapercibido y no porque sea anglosajón o inglés; pero si lo hacemos con Darth Vader, obviamente que la cosa cambia; mucho más, si va acompañada de la oscura imagen del renegado Skywalker. Sin embargo, creo que resulta conocida su reiterada expresión: “Yo soy tu padre”, al igual que “Hasta las vista… babie” de Arnold Schwarzenegger, Terminator.
En las últimas semanas, había tenido muchos llamados a la puerta, pero
generalmente eran cobradores: de la luz, del agua, cable o internet; también insistentes
cobros de las cuotas vencidas por las 20 tarjetas de crédito obtenidas cual
billetes de lotería; además de la hipoteca impaga desde veinte meses atrás; por
las cuotas acumuladas del colegio, así como las demás cuentas chicas: pan,
verduras, carne; aparte de los 20 bares donde tenía crédito ilimitado.
Pero, después de ocho meses y pico, aquello de “Yo soy tu padre” se me
estaba haciendo una bola de nieve y cada vez que sentía alguna forma de llamada
a mi puerta, por Dios que, inicialmente, tan solo era una simple suposición,
vaga idea, o una ocurrencia del momento; pero, pensándolo un poco mejor, creo
que la cosa iba tomando cuerpo o cuerpecito; al punto que, ahora, con cada toque, saltaba en mi asiento, por lo
menos un metro y medio. Un tanto neuras, opté por ponerme algodones en las
orejas y así tratar de huir (estúpidamente), de responsabilidades, compromisos
o paternidades imaginarias.
-¡Pero… ya sé dónde vas, Tomás! ¡Algo me dice que antes de la
pandemia has dejado muchas camas calientes y que en tu cochina consciencia se
revuelca de irresponsabilidad un gusanote que te reclama cumplir con tus
deberes de macho, de hombre… de padre!
-¡Naranjas, Choche; tú bien sabes cómo soy de responsable en
todos mis actos! Aunque… la última vez, me olvidé…
-¿Y no tienes cel, mal padre?
-¡He llamado como quinientas mil veces y… nada!
-¡Ponte tu escafandra y anda, inconsciente progenitor!
-¡Qué tal cachimba… ´tas como perro con tres colas! ¿tu hermana? ¿Nooo?
¡Entonces… chauuu cuñauuu!
Inmediatamente la duda empezó a carcomerme las entrañas: ¿podría ser
posible? ¡Yes! ¿Estaba preparado? ¡Of course, not! ¿Sería capaz de denunciarme?
¡Yes! ¿´Taba jodido? ¡Yes, yes y triple yes! Para colmo, estaba viendo la
última saga de Star Wars, y por pura coincidencia llevaba camisa, pantalón y
tillas negras; solo me faltaba el casco, aunque con la melena crecida y las
gafas oscuras ya era el vivo retrato del maldito mata-guaguas Anakin Skywaker,
versión piñata.
Estas oscuras divagaciones me tenían acurrucado, hecho un ovillo de
preocupaciones y ya quería meterse una depre de la p.m. porque sendos calofríos
estaban subiendo desde la punta de las uñas de los pies… Cuando en ese mismo
instante, se escucharon tres fuertes golpes en la puerta de calle. Me hice el
loco y me dije: solo es mi imaginación… ´toy crazy… Pero los golpes se
repitieron por dos veces más y con mayor insistencia. Parecía que la traían
abajo. Casi temblando, fui hacia la puerta. La abrí de par en par y… maldita
sea: una chicoca con la cabeza tan agachada que no se le veía el rostro, pero
con un bulto cuidadosamente llevado en sus brazos. Aquella escena era
inconfundiblemente reconocible a 100 leguas de distancia:
Ya iba a tomar aquel paquetito tan primorosamente envuelto no sin antes
decir también: “Yo soy tu padre”, al como corresponde a un Skywalker de verdad…
-¡Te he traído esta guagua de bizcocho, para que seamos compadres,
antes que acabe el mes de Noviembre…!
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