jueves, 3 de diciembre de 2020

¡YO SOY TU PADRE!

 Si escuchamos o leemos el nombre David Powse, seguramente pasa desapercibido y no porque sea anglosajón o inglés; pero si lo hacemos  con Darth Vader, obviamente que la cosa cambia; mucho más, si va acompañada de la oscura imagen del renegado Skywalker. Sin embargo, creo que resulta conocida su reiterada expresión: “Yo soy tu padre”, al igual que “Hasta las vista… babie” de Arnold Schwarzenegger, Terminator.

En las últimas semanas, había tenido muchos llamados a la puerta, pero generalmente eran cobradores: de la luz, del agua, cable o internet; también insistentes cobros de las cuotas vencidas por las 20 tarjetas de crédito obtenidas cual billetes de lotería; además de la hipoteca impaga desde veinte meses atrás; por las cuotas acumuladas del colegio, así como las demás cuentas chicas: pan, verduras, carne; aparte de los 20 bares donde tenía crédito ilimitado.

Pero, después de ocho meses y pico, aquello de “Yo soy tu padre” se me estaba haciendo una bola de nieve y cada vez que sentía alguna forma de llamada a mi puerta, por Dios que, inicialmente, tan solo era una simple suposición, vaga idea, o una ocurrencia del momento; pero, pensándolo un poco mejor, creo que la cosa iba tomando cuerpo o cuerpecito; al punto que, ahora,  con cada toque, saltaba en mi asiento, por lo menos un metro y medio. Un tanto neuras, opté por ponerme algodones en las orejas y así tratar de huir (estúpidamente), de responsabilidades, compromisos o paternidades imaginarias.

-¡Pero… ya sé dónde vas, Tomás! ¡Algo me dice que antes de la pandemia has dejado muchas camas calientes y que en tu cochina consciencia se revuelca de irresponsabilidad un gusanote que te reclama cumplir con tus deberes de macho, de hombre… de padre!

-¡Naranjas, Choche; tú bien sabes cómo soy de responsable en todos mis actos! Aunque… la última vez, me olvidé…

-¿Y no tienes cel, mal padre?

-¡He llamado como quinientas mil veces y… nada!

-¡Ponte tu escafandra y anda, inconsciente progenitor!

-¡Qué tal cachimba… ´tas como perro con tres colas! ¿tu hermana? ¿Nooo? ¡Entonces… chauuu cuñauuu!

Inmediatamente la duda empezó a carcomerme las entrañas: ¿podría ser posible? ¡Yes! ¿Estaba preparado? ¡Of course, not! ¿Sería capaz de denunciarme? ¡Yes! ¿´Taba jodido? ¡Yes, yes y triple yes! Para colmo, estaba viendo la última saga de Star Wars, y por pura coincidencia llevaba camisa, pantalón y tillas negras; solo me faltaba el casco, aunque con la melena crecida y las gafas oscuras ya era el vivo retrato del maldito mata-guaguas Anakin Skywaker, versión piñata.

Estas oscuras divagaciones me tenían acurrucado, hecho un ovillo de preocupaciones y ya quería meterse una depre de la p.m. porque sendos calofríos estaban subiendo desde la punta de las uñas de los pies… Cuando en ese mismo instante, se escucharon tres fuertes golpes en la puerta de calle. Me hice el loco y me dije: solo es mi imaginación… ´toy crazy… Pero los golpes se repitieron por dos veces más y con mayor insistencia. Parecía que la traían abajo. Casi temblando, fui hacia la puerta. La abrí de par en par y… maldita sea: una chicoca con la cabeza tan agachada que no se le veía el rostro, pero con un bulto cuidadosamente llevado en sus brazos. Aquella escena era inconfundiblemente reconocible a 100 leguas de distancia:

Ya iba a tomar aquel paquetito tan primorosamente envuelto no sin antes decir también: “Yo soy tu padre”, al como corresponde a un Skywalker de verdad…

-¡Te he traído esta guagua de bizcocho, para que seamos compadres, antes que acabe el mes de Noviembre…!

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