lunes, 7 de septiembre de 2020

¡LLOKSI KAY MANTA!

 Es indudable que, por diversas razones, esta popular imprecación quechua ha caído en desuso; sin embargo, algunos años atrás, resultaba ser una orden, una exclamación o una imprecación con carácter de inapelable que, por su sola expresión, acento o intención significaba simplemente ¡chau! a lo que estabas haciendo, diciendo o pensando.

Como todos los días, tenía que levantarme a las cinco de la mañana o más tardar a las  cinco y treinta repicadas en las cantarinas campanas de la Catedral y uno se tenía que “botarse” de la cama, aun con los ojos cerrados y recién los abría cuando el agua de la gamela te caía como un juerte tacllanazo en pleno cachete y te hacía tiritar hasta los tuétanos, y si el golpe helado no te encontraba bien parado, dia´seguro te jondiaba unos metros lejos de esa cachetada de hielo. Bueno, enseguidita te ibas, bien abrigau a la tienda de Dña. Paquita, pa´comprar los 20 panes de tres puntas, una onza de té para pasarlo lueguito y de regreso, catatar el porongo de leche pa´tuito el día. Después d´eso, ir a la sala del depósito pa´sacar los granos, el anchi y la cutipa pa´ preparar la comida para los animales.

A eso de las siete y después de haber dado de comer a tuitas esas bocas y hocicos de los gallineros, conejeros, y chiqueros; te sentabas a la mesa con las manos y las orejas bien limpias, (previa revisión con lupa en una mano y un palo en la otra), esperabas tu candente jarro de leche y sus dos panes con queso. A la media hora, con el uniforme impecable (segunda revisión con la gamela al costado), te dirigías a tu escuela con la tarea hecha, tratando de no empolvar tus caucachos a pesar que las angostas callejuelas tacpiadas de todos los días eran pura tierra.

Así transcurría la mayor parte de la semana: “Primero es la obligashón, luego la devoshón” máxima ley impresa con sangre y fuego en pleno lomo dende que uno empezaba a decir “mamitay”. El respeto era la mayor expresión de consideración, aprecio y   acatamiento de las normas domésticas en todos y cada uno de los racays d´iaontes.

De la otra parte, los mayores seguían empeñados en cumplir y hacer cumplir devotamente aquellas normas domésticas que se impartían religiosamente con mucho cariño, pero con un chicote de siete ramales en la otra mano; o un infalible puntapié en los otros cachetes.

-Bueno, abuelito… la rectitud de la crianza era la mayor preocupación para la gente de tu edad; para los antiguos… en cambio, ahora…

-¡Ahora, tiene que ser con más exigencia! Porque d´ello depende la calidad de persona que se quiere conseguir…

-¡Pero, dime, ¿por qué no me dejan estar en la cocina?

-¡Porque n´ues sitio pa´los hombres!

-A ver, a ver; explícame!

-¡Güeno, te gua referir algo que m´iocurrió allá por mis años mozos… Resulta… que en m´infansha, allá por los…

-¡Tantos de tantos!

-Dejáme parir, pues, hijito… Yo podiya yir y venir por tuita la casa, pero la cocina era el lugar que mi agüela o mi mamitay grande me teniya prohibiu. Solo podiya asomar la nariz hasta la puerta y luego, luego, la venerable me huaspiaba asomando mis patas por ahicito y resongaba:

En un principio creyí que solo era una alvertencia y pa´probarlo, me serví de un encargo que me dio mi tiya Dominga, pues se habiya olvidau de echarle sal a la matasquita y luego, luego iba a salir chuma. Gueno, entré todo desafiante a la cocina y apenas me vio la doña me inquirió:

-¿P´ande va su mercé? ¿No sabis que está prohibiu meter las narices por aquí? ¡Esto es solo pa´mujeres, carajo! Salga usté d´iaquí… luego, luego, lueguito… ¡Lloksy!

-Pero la Dominga dice que síaolvidau de echarle sal a la matasca y…

-Su mercé, creyó qu´está sordo co´muna tapia… Ya l´ey probau… luego…

Pero una de la hacedoras que me quería y me engría mucho, a escondidas me dio una torreja de verduras que tanto me gustaba y me sentó, escondido detrás de las chombas de chicha. Por el temor a que me descubriera, hice caer mi preciado regalo y al tratar de cogerla, choqué contra una de las vasijas e hice caer la lata con la que servían los cogollos. Presurosa mi mamaitay grande, me descubrió. Estuvo blandiendo la gran cuchara de madera que le servía de cucharón y me la mandó por el lomo, le hice el quite y el golpe rompió una de sus queridas y apreciadas chombas. Enfurecida, chapó la canasta grande de las verduras, mientras yo salía como un diablo espantau. Solo recuerdo haber escuchado:

-¡Lloksi kay manta, mocoso de mierda, desobediente!

Y las patas se me enredaron entre la inmensa canasta, yendo a cayer c´omún costal de papas directamente a los pies de mi agüelo, quien habiya escuchau aquello de: ¡Juera d´iaquí!

AREQUIPEÑISMOS: basado en el Diccionario de Arequipeñismos de Juan Gmo. Carpio Muñoz

Aontes: antes

Botarse: bajarse; salir; levantarse violentamente

Catatar: llevar, arrastrar

Cogollo: vaso pequeño de chicha

“Dejame parir”: no interrumpas; espera; déjame terminar

Gamela: tina o lavador ovoide de latón

Huaspiar: atisbar

Jondeyar o jondiar: arrojar lejos, puede ser con ayuda de una honda

Hacedora: ayudante de cocina

Lata: medida para líquidos con la que se servía la chicha

Lloksi Kay Manta: ¡Fuera de aquí!

Matasca: plato típico hecho con carne picadita

Racay: ramada, casa rústica; hogar

Tacllanazo: golpe dado con la palma de la mano; manazo

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