jueves, 3 de septiembre de 2020

GENERACIÓN COVID-19

Aparte de estar sumamente preocupados por permanecer escondidos, cada quien en su hueco; todo por la incesante letalidad del C-19 que nos está cogiendo de puntos y con más ganas que una declarada ETS con la pistola en mano y con la agravante que la maldita asesina peca de selectiva y directamente se manda encima de nuestro aparato; de tal manera, que ya no nos quiere meter en el cuento de los contagios sexuales, a nosotros, los milenials y los centenials. Sobre todo, ahora, después de seis meses de abstinencia cárnica obligatoria (chuletas A-1), y que tales necesidades en general se nos han disparado geométricamente; pero las del tipo sexual, peor, casi olvidadas por el inusual hacinamiento y porque ahora todos llegan para dormir en casa, ya no hay espacio ni tiempo histórico para hacer “las malas cochinadas”.

Es más, pareciera que ahora, las necesidades íntimas, corporales o primarias, solo cuentan como exigencia vital y constante propias de los muchachones o únicamente para los integrantes de las generaciones X, Y y Z. En consecuencia, para todos nosotros, los que pintamos canas y ganas, el solo pensar en tener sexo se considera tan resbaladizo como tratar de hacerlo con una gorda sobre la cornisa rajada del décimo piso; sin tener en cuenta que pueda volverse un acto sumamente hipertensor por la supina tensión generada al ser descubiertos en plenos estertores  finales, calatos en pleno patio y a la vista de toda la parentela; en cuyo caso, resulta misión imposible no generar un diézcope cardíaco en el macho por querer subirse a la presa solo por necesidad de para pagar su única cuota anual.

El caso que les cuento viene desde la semana pasada, y personalmente, me sucede algo similar; pues, en mi desesperación camatoria estoy que no como, ni duermo, ni puedo hacer nada de nada; porque ninguno de mis dos hijos salen de casa, bajo la disculpa de estar haciendo tareas, chateando con sus profes o texteando con sus choches. Obviamente, uno ha tenido su edad y sabe que las necesidades sexuales son parte normal de la existencia humana; pero tampoco se les puede dar carta libre para que tengan parejas a diestra y siniestra; más aún, todavía -pa´mis guaguas- son temas tabú que, desde diez años atrás nos hemos estado sorteando con la jamona, para conversar, de hombre a hombre o de mujer a mujer, puesto que “ya tienen edad para saber lo bueno y lo malo del sexo”. Pero lo aterrador, ha sido el miedo por quedar ante ellos como una buena bestia en temas tan delicados e íntimos que nos cohíbe hasta quedar como una perfecta mula: inmóviles, torpes y eternamente mudos; cuando en el fondo ambos sabemos que somos unos reverendos adobes y que tales “ladrillos” no tienen muy en claro qué diablos está pasando a cada momento. Además, de no considerar las condiciones actuales de vida casi monacal: enclaustramiento, soledad y angustias; agua fría y puros trabajos manuales.

Sin embargo, en un acto de alto sacrificio, me atreví consultar con la patrona, después de la hora del desayuno y recibí su aprobación. He llegado al cuarto de mi hijo; tímidamente he tocado la puerta; después de dudarlo durante media hora y temblando como si yo fuera el hijo, temblorosamente dije:

-¡Hola, hijito; quiero conversar contigo!

-Seguramente… sobre mis notas, ¿nooo? Porque de otra cosa… no creo que tú sepas…

Tomé aire, pues ya se me caía la cara, el bigote y hasta el calzoncillo; miré al techo, como cuando iba dar examen oral y haciendo un esfuerzo sobre humano, pude decirle:

-¡Quiero hablarte de hombre a hombre!

-¿Y dónde está el otro?

-En serio, deseo conversar sobre sexo…

-¿Y qué quieres que te explique? A ver, choche, pregunta…

Trate de sobreponerme y esbozar una sonrisa:

-¡Hijito, ¿por qué no sales de tu cuarto y permaneces encerrado día y noche?

-Ahhh… yaaa! Tú crees, que a mis 16… y como nunca te he mostrado una chica, un cuero o una enamorada… este pechito… ¿es un homosexual? Aunque tampoco sería algo sucio, pecaminoso o malo; como ustedes dicen ¿nooo?

-¡No, hijo, yo quiero saber por qué no salen ustedes dos, mis hijos…

-Solo te puedo responder por mí, y lo primero, para que cambies de color… Estás como un papel; viejo, si me permites llamarte así, yo, tu hijo, soy hetero… heterosexual, peee…

-¡Ya lo sabía! Aunque no lo creas… Hay signos y síntomas… Tus amigos… Tus ademanes… Bueno…

-Mira, viejo; hoy, hay miles de formas para tener sexo; es decir, que lo más común es tener pareja desde que puedes y quieres; no importa la edad… ni la pareja… ni el color… ¡ni cómo lo hacen! Tampoco si es virtual o presencial; menos, si tienes dinero, si es a través de portales expresos como el TINDER; si el Match lo quieres nudes o packs… Si prefieres muñecas o algunos otros juguetes sexuales…

-¿Cómo dices? ¿Qué cosas?

-Mira, si hoy no nos es posible asistir a Cobipartys, las peras, semáforos ni candys, tenemos que descubrir nuevas formas de autosatisfacción… Así que, viejito… Desde mañana empezamos las clases de sexología y para iniciarlas lo haremos con los protectores orales… ¿OK?

-¡Plop!

 

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