Aparte de estar sumamente preocupados por permanecer escondidos, cada quien en su hueco; todo por la incesante letalidad del C-19 que nos está cogiendo de puntos y con más ganas que una declarada ETS con la pistola en mano y con la agravante que la maldita asesina peca de selectiva y directamente se manda encima de nuestro aparato; de tal manera, que ya no nos quiere meter en el cuento de los contagios sexuales, a nosotros, los milenials y los centenials. Sobre todo, ahora, después de seis meses de abstinencia cárnica obligatoria (chuletas A-1), y que tales necesidades en general se nos han disparado geométricamente; pero las del tipo sexual, peor, casi olvidadas por el inusual hacinamiento y porque ahora todos llegan para dormir en casa, ya no hay espacio ni tiempo histórico para hacer “las malas cochinadas”.
Es más, pareciera que ahora, las necesidades íntimas, corporales o
primarias, solo cuentan como exigencia vital y constante propias de los
muchachones o únicamente para los integrantes de las generaciones X, Y y Z. En
consecuencia, para todos nosotros, los que pintamos canas y ganas, el solo
pensar en tener sexo se considera tan resbaladizo como tratar de hacerlo con
una gorda sobre la cornisa rajada del décimo piso; sin tener en cuenta que pueda
volverse un acto sumamente hipertensor por la supina tensión generada al ser
descubiertos en plenos estertores finales,
calatos en pleno patio y a la vista de toda la parentela; en cuyo caso, resulta
misión imposible no generar un diézcope cardíaco en el macho por querer subirse
a la presa solo por necesidad de para pagar su única cuota anual.
El caso que les cuento viene desde la semana pasada, y personalmente,
me sucede algo similar; pues, en mi desesperación camatoria estoy que no como,
ni duermo, ni puedo hacer nada de nada; porque ninguno de mis dos hijos salen
de casa, bajo la disculpa de estar haciendo tareas, chateando con sus profes o
texteando con sus choches. Obviamente, uno ha tenido su edad y sabe que las
necesidades sexuales son parte normal de la existencia humana; pero tampoco se
les puede dar carta libre para que tengan parejas a diestra y siniestra; más
aún, todavía -pa´mis guaguas- son temas tabú que, desde diez años atrás nos
hemos estado sorteando con la jamona, para conversar, de hombre a hombre o de
mujer a mujer, puesto que “ya tienen edad para saber lo bueno y lo malo del
sexo”. Pero lo aterrador, ha sido el miedo por quedar ante ellos como una buena
bestia en temas tan delicados e íntimos que nos cohíbe hasta quedar como una
perfecta mula: inmóviles, torpes y eternamente mudos; cuando en el fondo ambos
sabemos que somos unos reverendos adobes y que tales “ladrillos” no tienen muy
en claro qué diablos está pasando a cada momento. Además, de no considerar las
condiciones actuales de vida casi monacal: enclaustramiento, soledad y
angustias; agua fría y puros trabajos manuales.
Sin embargo, en un acto de alto sacrificio, me atreví consultar con la patrona,
después de la hora del desayuno y recibí su aprobación. He llegado al cuarto de
mi hijo; tímidamente he tocado la puerta; después de dudarlo durante media hora
y temblando como si yo fuera el hijo, temblorosamente dije:
-¡Hola, hijito; quiero conversar contigo!
-Seguramente… sobre mis notas, ¿nooo? Porque de otra cosa… no creo
que tú sepas…
Tomé aire, pues ya se me caía la cara, el bigote y hasta el
calzoncillo; miré al techo, como cuando iba dar examen oral y haciendo un
esfuerzo sobre humano, pude decirle:
-¡Quiero hablarte de hombre a hombre!
-¿Y dónde está el otro?
-En serio, deseo conversar sobre sexo…
-¿Y qué quieres que te explique? A ver, choche, pregunta…
Trate de sobreponerme y esbozar una sonrisa:
-¡Hijito, ¿por qué no sales de tu cuarto y permaneces encerrado
día y noche?
-Ahhh… yaaa! Tú crees, que a mis 16… y como nunca te he mostrado una
chica, un cuero o una enamorada… este pechito… ¿es un homosexual? Aunque
tampoco sería algo sucio, pecaminoso o malo; como ustedes dicen ¿nooo?
-¡No, hijo, yo quiero saber por qué no salen ustedes dos, mis
hijos…
-Solo te puedo responder por mí, y lo primero, para que cambies de
color… Estás como un papel; viejo, si me permites llamarte así, yo, tu hijo,
soy hetero… heterosexual, peee…
-¡Ya lo sabía! Aunque no lo creas… Hay signos y síntomas… Tus
amigos… Tus ademanes… Bueno…
-Mira, viejo; hoy, hay miles de formas para tener sexo; es decir,
que lo más común es tener pareja desde que puedes y quieres; no importa la
edad… ni la pareja… ni el color… ¡ni cómo lo hacen! Tampoco si es virtual o
presencial; menos, si tienes dinero, si es a través de portales expresos como
el TINDER; si el Match lo quieres nudes o packs… Si prefieres muñecas o algunos
otros juguetes sexuales…
-¿Cómo dices? ¿Qué cosas?
-Mira, si hoy no nos es posible asistir a Cobipartys, las peras,
semáforos ni candys, tenemos que descubrir nuevas formas de autosatisfacción…
Así que, viejito… Desde mañana empezamos las clases de sexología y para
iniciarlas lo haremos con los protectores orales… ¿OK?
-¡Plop!
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