Esa mañana la vieja matrona dejaba entrever en su rostro descompuesto una perfecta desazón clavada en esa mueca permanente de completo desagrado; inclusive, podía verse que llevaba la ropa usada en los días anteriores; pues había pasado tres largas jornadas con sus noches buscando infructuosamente su más preciado tesoro: a1quella deslumbrante pulsera de oro de 24 kilates, engastada primorosamente con deslumbrantes rojos rubíes y, para darle una mayor prestación a su presencia, llevaba a contraparte verdes esmeraldas, y además, que dicha joya había sido ponderada y alabada muchas veces, pero más envidiada por la mayoría de sus celosas amigas; sin embargo, lo que más llamaba la atención de la doña, era que ya la daba por extraviada totalmente, puesto que había revuelto todas las cosas anteriormente dispuestas prolijamente en su dormitorio; en especial, la antigua cómoda, aquella hermosa reliquia legada por sus antepasados, tallada en puro cedro por don Pedro Calle, el mejor maestro ebanista de la ciudad.
Cada uno de sus 9 cajones había sido vaciado cuidadosamente, revisando
con minuciosidad cada chuchería allí guardada. Esta búsqueda ya le resultaba
tediosa, al ser repetida una y otra vez, como queriendo efectuar un acto de
magia y hacerla aparecer como por encanto.
En vano fueron las muchas horas de copiosos llantos y mares de lágrimas
soltadas durante las últimas noches. No pudiendo resistir más aquella situación
inexplicable y un tanto extraña, no pudo aguantarse y fue a consultar con su
comadre, una vieja adivina, usurera hasta por demás:
-Comadrita Circadia, le vengo trayendo una mala noticia…
-¡Hola, comadrita Zoila, ¿qué diablos sucede? ¿Has dormido con un
remolino? Porque… Tatitoy… t´iasveniu con la cama encima… ¡Ya sé! ¿Le han
robado su tesorito?
-¡Como qu´iusté juese una misma bruja, comadritay… ¡Justo,
l´iachuntó!
-¿Con quién s´ia mandau a jalar su chanca-lomo?
-¡No, nada d´eso! ¡Qué bahhh… Ese güeno pa´nada! Mi pulserita…
¡Mi pulserita d´ioro!
-¡Por la gran puta! ¿Cómo s´ia dejau tirar, comadrita? Si vos sois
más pen…denciera que la Vaca Brava… ¿O nooo? Aurita la gua´sortiar en coca…
Menos mal qu´iaquí tengo tuitos mis menjurjes… ¡Maver, dame tu mano, comadritay…
¡Pucha que ni t´ias lavau… están wiswis! Güeno, güeno…
De pronto bebió ávidamente un sonoro bebe de pisco y lo sopló
violentamente hacia arriba; enseguida tomó un poco de hojas secas entre sus
dedos y empezó de dejarlas caer una tras otra muy ceremoniosamente, mientras musitaba
entre dientes una serie de conjuros ininteligibles. Tiiró su cabeza hacia
atrás, cerró los ojos y soltó fuertes evocaciones, clamando a los espíritus:
-¡Espíritus del Más Alláaa… espíritus buenosss… Ustedesss que todo
lo ven… ¿Ande´stá la pulsera d´ioro de mi comadre?
La sala, que era de sillar, empezó a estremecerse espantosamente… Y poco
a poco, penetró, arrastrándose por el piso a manera una inusual y amenazante penumbra
y la comadre, entre esas sombras amenazantes, daba vueltas y más vueltas sobre el
viejo banco de madera que soltaba tristes quejidos cada vez más penetrantes. De
pronto, ella, lanzó un clamoroso grito que estremeció más aquellos sillares
pircados; dejó escapar un profundo suspiro, abrió los ojos desmesuradamente y
tomándola por ambos hombros a la asustada comadre, la miró fijamente como una
lechuza atacante, le gritó:
-¡Unos hombres s´ian entrau a su casa! ¡Ellos… s´ian llevau su
cadenita y no quieren devolverla!
-Comadrita… ¿Usté creo…. Quiere hacerme la cojuda? Si d´esto se
entera mi mariu…!Me mata!
¡Yo no dejo dentrar a mi humilde racay ni mosca hembra, menos,
mosca macho! Me quieres jo…
-¡No, comadrita de m´ialma! Yo no le miento… D´echo, esta bola de
crital que tengo entre mis…manos me dice que son varios hombres y con barba… que
se l´ian metiu y además son pequeñitos y vos no los podís ver… ¡Solo los niños,
que son inocentes!
-¡Ahhh… ¿Me habláis de los duendes? ¿O seya que ya la perdí?
Entonce, pa´qué tengo mi comadre? Dime, mamitay, ¿cómo l´iago? ¡Yo vendo hasta
mi calzón con tal de recuperar mi cadenita d´ioro!
-Ese tu calzón deb´estar más cag… meyau qu´el poste de l´asquina…
Tenís que trayer solo… tres cositas: un feto de llama macho, tres botellones de
pisco “Sol de Ica”, medio kilo de coca y…
-¡Aguanta, aguanta, que soy tu comadre y sin tener bolas de
cristal, puedo adivinarte con quién estáis sallendo por detrás de tu casa
tuitas las noches y…
-¡Güeno, güeno, solo por tratarse de vos, que sois casi como
m´iermana, solo trayeme la mitá. ¡No, no, nooo… Mejor alistá tuito y esperaméee
en tu casa a la hora nona…
A las tres horas el recinto estaba preparado: solo aquella quedaba
solitaria en la habitación; en cada esquina se colocó una botella de pisco
destapada; en el centro, se extendió una sábana blanca y encima de ella se puso
las hojas de coca y tres candiles encendidos en forma de triángulo. Mientras
tanto, las comadres se habían apostado detrás de la puerta contigua, cerrada y solo una de ellas lograba mirar
sigilosamente a través de la angosta cerradura.
A eso de la media noche, a las comadres se les chirguaba los ojos de
tanto catiar por la rendija.
-¡Calláteee vosss… Que shento muchos ruidos y la sábana s´ian moviu…
¡Aquí están estos pendejitos… ¡Mirálosss… pero n´uagáis ruido:
Para sorpresa de la asombrada comadre pudo ver a dos, tres, cinco,
siete hombrecitos vestidos estrafalariamente con muchos colorines rojos,
azules, verdes, amarillos, con pequeñas botitas de colores y un gran sombrero
negro de alas anchas y muy puntiagudos. Tenían el rostro muy arrugado y eran su
tez de color rosado: inquietos saltaban de un lado al otro y de tanto en tanto
buscaban en los cajones de la cómoda.
Inquieta la comadre por lo que estaba viendo y no creía, quiso hablarle
a su comadre y recordó que no podía hacerlo, así que fue a tocarla con el codo
y le hizo botar una de las botellas. Al instante, desaparecieron esos
hombrecillos en un abrir y cerrar de ojos…
Abrieron la puerta con mucho sigilo y luego buscaron en toda la
habitación. Ni rastro de los condenados diablillos. Pero al observar con más
detenimiento notaron que los depósitos del aguardiente estaban vacíos, que la
coca estaba ñuta y ahora había siete candelabros finamente labrados. Ya iban a
retirarse del recinto, entre tranquilas y admiradas, cuando la dueña de casa,
tubo un pálpito y se acercó tímidamente al mueble de cedro; cuál no sería su
agradable sorpresa al contemplar en el cajón principal, brillando más que
nunca, aquella joya legada por sus antepasados.
AREQUIPEÑISMOS: basado en el Diccionario de Arequipeñismos de Juan Gmo.
Carpio Muñoz
Achuntar: acertar, dar en el blanco
Candil: pequeños lamparines rústicos hechos de lata
Catiar: atisbar
Chanca-lomo: marido
Chirguar: llorar o entrecerrar los ojos
Duentes: pequeños hombrecillos míticos propios de cuentos y leyendas de
los pueblos
Ñuta: molida; hecha polvo
Racay: morada humilde, casa
Tatitoy: Padre Nuestro, el Santo Padre; exclamación de sorpresa
Wiswi: sucia, sin lavar
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