jueves, 28 de mayo de 2020

EL GRAN ESCAPE


Todo empezó, justo el domingo 15 de marzo, víspera del arribo de la bendita pandemia; pues, después de tres años, nuevamente estaba lagarteando por mis incomparables playas de Camagüey y, más precisamente, queriendo recordar algunas gratas aventuras vividas por los recovecos de El Chorro, encontré una impresionante voluntaria A-1 venida del Orinoco y permanecimos juntos y revueltos todo el día, también bañándonos idealmente en plena desembocadura del río como hasta las cinco de la mañana. Imposible de sentir frío alguno, pues sus bondades se pusieron de manifiesto y el lecho (del río o del brazo), estuvo a pedir de boca y solo pude dejarla cuando vino su hermanito y se la llevó pistola en mano.

No hubo despedida, porque yo estaba prendido como una lapa. Pero más pudo un fallido disparo para soltarla. Quise vestirme para despedirme formalmente, pero solo logré decirle adiós a mi billetera, mi reloj y toda mi ropita Columbia original, recién estrenadita “para impresionar a mis fans”.

Como pude, logré caminar muy solapa, tratando de tapar las miserias; después de avanzar un buen trecho como pingüino, con las manos entre las piernas, me tiré un short colgado en uno de los tantos cordeles del vecindario. Todo hubiese salido a pedir de boca, hasta llegar a mi casita ubicada en la Punta, pero… (cuestiones del horóscopo), resultó que dicha prenda era talla S y yoni soy XL al cubo. Y, en un segundo intento, reventó desastrosamente el boxer y tuve que “Comprar” otra de similar calidad, pero en versión tanque. Para colmo de mi desdicha, iba tranquilito, como recién operado, chapoteando las breves aguas de la orilla y silbando tranquilamente mi “Todos Vuelven”, cuando divisé un grupo de lugareños, cerca del Cangrejo y, conforme me iba acercando, uno de ellos no me quitaba la vista de encima:

-¡Oe… socio! ¿De ande me ha sacado usté ese pantaloncito tan bonito? Seguro que le ha costado muy caro… porque es un Beneton ¿nooo?

-¡Ahhh… síii! Es regalo de mi…

Y solo desperté al día siguiente en la Comisaría del pueblo, metido en un saco vacío de yucas; recién pude comprobar que no tenía puesto encima nada de nada. Pasé medio día y cuarenta días más cubierto con un uniforme viejo y su capote, peor. Después de ese largo verano y solo gracias a que un grupo de suboficiales estaban de comisión en esta ciudad para recoger medicinas y artículos sanitarios dotados al puesto policial, se apiadaron de mí y me trasladaron hasta mi lugar de origen.

Una vez aquí, me dejaron, cual saco de papas, temblando dentro del raído capote en plena Plaza de Armas. Quise darles la mano en agradecimiento por el jalón, pero no quisieron ni que me ponga en pie. Maleducados -pensé. Un tanto tranquilo porque ya me hallaba en Tierra Santa, sabía que en cualquier momento, conseguiría un celu y tendría a toda la tribu a mi lado y justamente estaba en pos de ello. Pero apenas puse la pata en la siguiente cuadra, se aproximó un uniformado con fusil en mano y me cuadró:

-¡Choche, ¿pa´nde vas? ¿Por qué diablos estás patacala y casi calato? ¿Tu mascarilla? ¿Tu permiso?

-Bueno… este… yoni… ¡Me cortaron mis ansiadas vacaciones, porque..!

-¡No te apures… que en el parte que voy a levantarte indicaré que vas preso por tres meses… ¡motivos? desacato, insubordinación, atentado contra las buenas costumbres, demencia… O sea que vas a tener buenas y largas vacaciones… ¡Suerte, choche!


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