Cosa rarísima que en el barrio o nuestra
ciudad se viese un chino, pero uno de verdad; es decir, un débil asomo de sujeto
o algo parecido a ello, con el costillar al viento y el pellejo pegado al lomo;
portando tristemente un espectro humeante, tan agachado como signo de
interrogación y con una ictericia de encendido amarillo patito. Sin embargo, en
la tienda de nuestra esquina habita una familia cuyo padre es un genuino “jalón
chino le polcelana; jalao le ojo ata lolejas”, y más pálido que un olientá
quelao mulo, frente a una sabrosa ricura recién servidita… digamos de unos 20
añales.
Solo supimos de su nombre
original durante el desarrollo del censo: “yo meamo Flacico Phang-Chong”;
casado con material nacional y que ambos tenían dos hijos: Pachito y la China
Lin, cuyos nombres eran: Flacico y Mayling. Panchito, era el vivo retrato de su
padre; mientras la China Lin era un tanto jaladita, pero, desde su cumpleaños
número trece, mostraba cualidades lógicamente imposibles para la conocida
Wantán: alta, blanca, casi rubia; bien proporcionada y con una pechonalidá a
prueba de choques, baches; comentarios y muchos chismes:
-¡Oye, te has fijado en la
Wantán?
-¿Por qué? ¿Qué tiene? La
flaca es china y lo será toda su vida: chiquita como su madre, con un cerquillo
que le quiere cubrir sus ojos, una flaca, flaca; tan flaca como una tabla:
despótica y simpática; es decir sin nada de nada, mejor te sería chapar con un
planchador… como siempre… lo haces…won!
-¡Ta, que eres ciego, won! ¡Tá
mamacita: alta, quebradota y súper potable! ¿No te has fijado en ese juego de
teteras chinas? ¡Ta que la Wantán tiene que cargar esa potente mochilaza…
porque si no se manda de hocico…! ¡Ta, que se maneja una delanteraza… maldita! Y
la verdad que está linda…
-¡Yalas… won, ta que estás
más templao que el coronavirus en el norte! ¿Quieres un consejo de choche? ¡Ni
te acerques, woncito! El chino la manda con cuidante al cole… ¡Mejor, arranca…!
¡Yo no achico! ¡Ya sé, mañana mismo le caigo al Panchón, mi futuro suegro!
-¡Hasta que saliste del
clóset, won! Ye me sospechaba… con razón…
-¡Déjate de wadas, oeee
trans… former! Mañana, voy a su tienda con cualquier pretexto y le meto letra
pa´sodear el asunto… ¿cómo la ves, Pejovez?
Había madrugado a las ocho de la
mañana y después de tres días me bañé.
-¡Viejitaaaa… ¿no quieres
nada de la tienda?
-¡Dios mío, milagro! ¿Tás con
fiebre? Si tú ya no quieres ni hacer un mandado… ¿qué pasó?
Como nunca, había intentado
afeitarme con la rasuradora de mi viejo y me corté tres veces seguidas. La
cuestión era justificar el uso del agua de colonia. Mas, salí resuelto.
-¡Buenos días, señor
Panchón!
-¡Qué pasal contigo, pelazo le
lebele sin casa, sin chama y sin futulo… Tú, ¿qué buscal? Y… ¿pol qué lecime
señol, tú solo lecil chino aguantáo…
-¡Eso fue antes… señor
Flacico… Ahora he cambiado y quiero trabajar pa…
-¡Qué cosa! ¿Qué cuchá eta
olejita? ¿Ta cojulo chino Flacico? ¿Ta cojulo tú?
-¡No señor! Estoy
cambiando… hasta me he bañado hoy día… Necesito trabajar… quiero ser amigo de
su familia y…
-¿Tú sel chino? ¿Tu jamía sel le
Cantón? ¿Tú sel tusán? Nooo, tú sel bala blava… ¡lalianza, seguro!
-¡Por favor, don
Francisco…!
-¡Pa la conch…! Ahola sel lon…
lon webas, nooo? Oeee, pilañita, ¿tú quelel sel jamía? Güeno, wa ponel un chifa
aquí… necesital insumo nuevo… tal ploibilo que yo usá lata, lata con alita, ni
latones… tonce yo quelel fino lomo de cabayo, bulo o mula, tonce tú palecel
alecuado pa´cocinal…
-¡Tampoco, tampoco, ¡chino
de miér… coles! Ta bien que yo solo tenga tercero de media… pero tampoco soy
una bestia…
-¡Tia confunlilo, Lolo, mi
solo quelel mozo pa´la cocina… Tú no sel pa´insumo… ¡Tú sel lemasiao lulo… como
piela! ¡No selvil… pa´nala! ¿Y tú quelel sel mi jamía..? ¡No jola, pilañita!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario