martes, 11 de febrero de 2020

SKÍ DOMÉSTICO



Ante ti, genuino highlander, natural habitante de estas tierras altas y muy altas, con innumerables picos nevados con más allá de los 5 000 m.s.n.m. y sus incontables planicies cubiertas permanentemente con blanca nieve por el hecho de ser un singular trozo de nuestra gigantesca Cordillera de los Andes en esta parte de la América del Sur; puedo jurar y perjurar, en nombre de todos los apus congelados, que tú, mi querido choche, no sabes ni cómo meterle una pata al skí; tampoco, efectuar un descenso maldito en trineo o dominar el divertido snowboarding con medio cachete; mucho menos, el poder hacer acrobacias y dejarnos con la boca abierta en cuanto danza sobre hielo, porque alguna vez (en sueños), trataste de mandarte una demo del huayno peruano en una pista de patinaje sobre hielo, y en lo mejor del acto, quisiste meterle el chacapapas final y terminaste como un tirabuzón frozen, metido a dos km. de profundidad. Aunque lo peor estuvo en el accidente que le ocasionaste a tu linda y escultural chola; pues, apenas sentiste que te hundías, te cogiste de sus polleras y la pobre quedó en pelotas; sin embargo, ella siguió danzando como si nada hubiese ocurrido; y para colmo de asombro, fue el número más aplaudido de la competencia.
Bueno, efectivamente, debo confesar que tampoco sé cómo esquiar y solo he podido disfrutar soñando personificarme con algunos diestros genios de los Juegos Olímpicos de la Juventud de Invierno habidos en Lausana, Suiza (lozán) este enero del 2020. Si bien tenemos las condiciones naturales para encontrar tantos lugares aparentes apara realizar otras olimpiadas juveniles de invierno para el 2 520, sería cuestión de varias cosas:
1° Encontrar la cantidad suficiente de niños que quieran iniciarse en estos deportes de invierno, sabiendo que aquí los padres son muy afectuosos con sus críos y van a querer se les otorgue una pensión vitalicia antes, en y post los talleres de capacitación para toda la familia, incluyendo a los abuelos;
2° En cuanto a la ropa, creo que es lo menos problemático, porque los iniciados inclusive pueden hacerlo calatos (padres y críos), dado que la costumbre, los ha hecho inmunes a las miradas, y críticas; sobre todo, a caminar descalzos sobre la nieve a pesar de tener -20°; entonces, ya no necesitarían de esa ropita de invierno;
3° El apoyo del gobierno sería espectacular porque aquí nos sobra el biyete para actividades deportivas y la logística sería una bicoca, pues tan solo es cuestión de darles una lavadita a los implementos y ponerles una etiqueta nueva; además las instalaciones, podrían quedar para convertirlos en cobertizos para animales, haciendo por fin una realidad, los eternos pedidos de nuestras comunidades rurales.
Sin embargo, esencialmente creo que para dicha planificación y organización, solo hace falta buena voluntad, dedicación y el apoyo de los benditos voluntarios que siempre nos sacan de apuros, y solo habría que dotarlos de bonitas tarjetas de identificación; aunque en el presupuesto figure haberles comprado: tres uniformes, tres pares de botas, cinco alimentos diarios y una propina de cinco mil dólares a cada uno.
Con estas reflexiones estaba “tomando una ducha” y cantando Ochi Cherniye a todo pulmón, pese a que tenía todo el puerco enjabonado y solo me faltaba “los pieses”. Subí una pata, como cuando duerme el gallo, me quité la sayonara y me eché un generoso tanto de jabón incluyendo la planta entera. La volvía bajar. Me puse la sayonara y quise subir la otra, para quitarme la chancla. Bueno, solo recuerdo que salí volando por los aires, dando un triple mortal en plena pista, pero más dura que la de hielo, seguido de cuádruple bucle a pata limpia, culminando con un feroz sentanazo a doble cachete y su correspondiente terremoto que trajo abajo todas las losetas del baño cual castillo de naipes.
Antes de romperme la crisma contra el piso divisé la manija en la puerta de vidrio y quise tomarla al vuelo y… Como nunca, en esos breves instantes, he vuelto a mi juventud y palabra de honor que me he visto participando en la Olimpiada de Lausana. Si es verdad que mi buzo era de jerga, a rayas cafés con fondo beige y mis bastones eran de palo (de escoba, creo), no veía ni asomo de mis eskíes; revisé el sitio y… ¡nada! Recién sentí un poco de frío pues me vi descalzo de cuerpo entero. De pronto, me he visto en la parte más alta de una larga pista blanca interminable. Me he impulsado con ambas manos y allá iba volando por los aires. Tenía que hacer un doble salto mortal para descender en el menor tiempo posible.
El furibundo y asesino golpe ha conmovido a toda la tribu y siento que vienen en mancha, incluyendo a “Pitín” nuestro diminuto chihuahua, que “vuela” con su barrilito de anisado arrastrándolo y haciendo un ruido de los mil diablos. Mientras tanto, todo yo, hecho un ovillo de huesos, piel y jabón parezco estar congelado en pleno centro del baño, temblando y desesperado por tapar mis miserias. He tratado de abrir completamente las persianas aún con jabón metido hasta el cerebro y, por Dios, que he visto un par de eskíes, al fondo, apoyados contra la pared.


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