Ante ti, genuino highlander, natural
habitante de estas tierras altas y muy altas, con innumerables picos nevados
con más allá de los 5 000 m.s.n.m. y sus incontables planicies cubiertas permanentemente
con blanca nieve por el hecho de ser un singular trozo de nuestra gigantesca
Cordillera de los Andes en esta parte de la América del Sur; puedo jurar y
perjurar, en nombre de todos los apus congelados, que tú, mi querido choche, no
sabes ni cómo meterle una pata al skí; tampoco, efectuar un descenso maldito en
trineo o dominar el divertido snowboarding con medio cachete; mucho menos, el
poder hacer acrobacias y dejarnos con la boca abierta en cuanto danza sobre
hielo, porque alguna vez (en sueños), trataste de mandarte una demo del huayno
peruano en una pista de patinaje sobre hielo, y en lo mejor del acto, quisiste
meterle el chacapapas final y terminaste como un tirabuzón frozen, metido a dos
km. de profundidad. Aunque lo peor estuvo en el accidente que le ocasionaste a
tu linda y escultural chola; pues, apenas sentiste que te hundías, te cogiste
de sus polleras y la pobre quedó en pelotas; sin embargo, ella siguió danzando
como si nada hubiese ocurrido; y para colmo de asombro, fue el número más
aplaudido de la competencia.
Bueno, efectivamente, debo
confesar que tampoco sé cómo esquiar y solo he podido disfrutar soñando personificarme
con algunos diestros genios de los Juegos Olímpicos de la Juventud de Invierno
habidos en Lausana, Suiza (lozán) este enero del 2020. Si bien tenemos las
condiciones naturales para encontrar tantos lugares aparentes apara realizar
otras olimpiadas juveniles de invierno para el 2 520, sería cuestión de varias
cosas:
1° Encontrar la cantidad
suficiente de niños que quieran iniciarse en estos deportes de invierno,
sabiendo que aquí los padres son muy afectuosos con sus críos y van a querer se
les otorgue una pensión vitalicia antes, en y post los talleres de capacitación
para toda la familia, incluyendo a los abuelos;
2° En cuanto a la ropa, creo que
es lo menos problemático, porque los iniciados inclusive pueden hacerlo calatos
(padres y críos), dado que la costumbre, los ha hecho inmunes a las miradas, y
críticas; sobre todo, a caminar descalzos sobre la nieve a pesar de tener -20°;
entonces, ya no necesitarían de esa ropita de invierno;
3° El apoyo del gobierno sería
espectacular porque aquí nos sobra el biyete para actividades deportivas y la
logística sería una bicoca, pues tan solo es cuestión de darles una lavadita a
los implementos y ponerles una etiqueta nueva; además las instalaciones,
podrían quedar para convertirlos en cobertizos para animales, haciendo por fin
una realidad, los eternos pedidos de nuestras comunidades rurales.
Sin embargo, esencialmente creo
que para dicha planificación y organización, solo hace falta buena voluntad,
dedicación y el apoyo de los benditos voluntarios que siempre nos sacan de
apuros, y solo habría que dotarlos de bonitas tarjetas de identificación;
aunque en el presupuesto figure haberles comprado: tres uniformes, tres pares
de botas, cinco alimentos diarios y una propina de cinco mil dólares a cada
uno.
Con estas reflexiones estaba
“tomando una ducha” y cantando Ochi Cherniye a todo pulmón, pese a que tenía
todo el puerco enjabonado y solo me faltaba “los pieses”. Subí una pata, como
cuando duerme el gallo, me quité la sayonara y me eché un generoso tanto de
jabón incluyendo la planta entera. La volvía bajar. Me puse la sayonara y quise
subir la otra, para quitarme la chancla. Bueno, solo recuerdo que salí volando
por los aires, dando un triple mortal en plena pista, pero más dura que la de
hielo, seguido de cuádruple bucle a pata limpia, culminando con un feroz
sentanazo a doble cachete y su correspondiente terremoto que trajo abajo todas
las losetas del baño cual castillo de naipes.
Antes de romperme la crisma
contra el piso divisé la manija en la puerta de vidrio y quise tomarla al vuelo
y… Como nunca, en esos breves instantes, he vuelto a mi juventud y palabra de
honor que me he visto participando en la Olimpiada de Lausana. Si es verdad que
mi buzo era de jerga, a rayas cafés con fondo beige y mis bastones eran de palo
(de escoba, creo), no veía ni asomo de mis eskíes; revisé el sitio y… ¡nada!
Recién sentí un poco de frío pues me vi descalzo de cuerpo entero. De pronto,
me he visto en la parte más alta de una larga pista blanca interminable. Me he
impulsado con ambas manos y allá iba volando por los aires. Tenía que hacer un
doble salto mortal para descender en el menor tiempo posible.
El furibundo y asesino golpe ha
conmovido a toda la tribu y siento que vienen en mancha, incluyendo a “Pitín” nuestro
diminuto chihuahua, que “vuela” con su barrilito de anisado arrastrándolo y
haciendo un ruido de los mil diablos. Mientras tanto, todo yo, hecho un ovillo
de huesos, piel y jabón parezco estar congelado en pleno centro del baño, temblando
y desesperado por tapar mis miserias. He tratado de abrir completamente las persianas
aún con jabón metido hasta el cerebro y, por Dios, que he visto un par de
eskíes, al fondo, apoyados contra la pared.
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