sábado, 30 de noviembre de 2019

SE ESCAPÓ EL LEÓN



Esta es una exclamación extrema (o in extrema res) que, sin lugar a dudas, en cualquier parte de este jodido espacio terrestre, resulta del espanto, desesperación o angustia que van camino  a una Extremaunción segura; al punto que cualquier hijo de vecina pública (Ud. no, mi estimado; porque solo a veces es una res); después de haber recibido el asesino soplo de tan felina escapada; solo le quedará poner sus patas en polvorosa, meter el rabo entre sus piernas y ajustar al máximo, hasta llevar al infinito ese pedazo de leopardo en que se ha convertido su calzoncillo, el que alguna vez fue blanco; pero dada su urgente necesidad de hacerse humo aquel hijo de la desesperación, es capaz de esconderse bajo las faldas de una monja y permanecer allí todo el día esperando que culmine la cacería de la bestia y que a él se le pase la fiebre por haber hallado el más rico escondite, tan solo por urgencia de sus necesidades.
Pues bien, resulta… que mi exigente enamorada, muy inclinada a los circos quiso que la lleve a ver el Cirque Du Soleil, ignorando, como siempre, que este esqueleto parlante (pero muy amante) era incapaz de llevar siquiera sencillo en los bolsillos, disponiendo tan solo de una docena de tarjetas clonadas y que, cuando fuimos a comprar los billetes para la Zona Bip, (no llegaba a la Vip), la despachadora de tickets, se despachaba una increíble delantera y cuando le insistí que eran mías las 10 tarjetas de las 11 rechazadas, hizo un  giro violento y me pegó un par de embestidas con sus poderosas chichis que me dejaron sin habla y mi flaca tardó 30 minutos en darme respiración boca a boca para reanimarme:
-¡Amorcito… amor, mi vida, ¿ya has vuelto en sí?
-What? ¿en sí? No, en mí… Pero… ¿acaso eres la potente despachadora? A ver… ¡déjame tocar…!
¡Y zuácate! Me llovió otro combo a dos manos con la botella de agua de azar que todavía permanecía en su poder…
-Por manolarga… Amorcito, eso solo se mira ¿ya?
Total, al día siguiente pude convencerla que los depósitos en mi cuenta desde Las Islas Caimán recién llegarían en una semana; luego, solo podía llevarla al circo del barrio:
-Mi Chinita linda, esta vez, solo lo hago para calentar motores… y te acostumbres a los rugidos de los leones… aunque creo que este circo de barrio solo dispone de uno y esta mañana les he llevado un burro viejo… no sé para qué; pero a cambio, me regalaron dos entradas a la Zona Vip… Casi es igualito… vas a ver…
Efectivamente, estábamos sentados en primera fila, casi junto a la jaula de los leones, pero solo salió uno de los tantos –dijeron. El animalito apenas caminaba azuzado por el látigo de su domador y con la melena gacha casi rosaba el piso de aserrín. El fulano chasqueó su largo azote sin percatarse que la punta le cayó en pleno hocico de la bestia. El dolor la hizo reaccionar y pegó tal rugido que su controlador espantado se apoyó violentamente en la vetusta jaula y por poco la tira al piso.
-¡Amorcito, no me digas… ¿es tu estómago, otra vez?! ¡Qué fuerte te está sonando!
-¡No seas tonta, mamita! Es el estómago del… domador; pues, este no come hace una semana entera, porque quiere enflaquecer más… para que no lo vea el león… Y nuevamente lo coja para chuparlo como chicle todo el día… ¡Solo por consideración a la familia… ya que es su íntimo!
-¡Ahhh… ya veo!
Después salieron los ancianos payasos, con full vestimentas multicolor, pero muy llevadas por el tiempo y con un sinfín de huecos. Eran muy raros, pues no calzaban sus clásicos zapatotes; en cambio, mostraban unos huesudos pies y esto era lo que causaba más risa. Pronto empezaron los chiflidos de la galería porque los autollamados clowns no disponían ni siquiera de micrófonos ligados a equipo alguno de difusión y el número fue terminado antes de los debido.
Para calmar los ánimos, pronto el animador vestido con frac casi blanco y sombrero de copa negruzco, anunció la presencia de las fabulosas Águilas Humanas y sus mortales intercambios aéreos en los dos raídos trapecios que parecían desprenderse al menor esfuerzo y eso sí que causaba realmente mucha ansiedad. El número no fue del todo desagradable y ya anunciaron el último acto circense: triple mortal en el aire y con cambio de parejas. Sonaron los redobles de tambores creando mucha expectativa en el público asistente. Cuando, en ese instante de sumo silencio, ingresó espantado un payaso por el centro de la pequeña pista, gritando a todo pulmón:
-¡El león se ha escapado! ¡Corran por sus vidas! Que hace tres días que no come…
Y sin soltarme de mi novia, tuvimos que meternos en la primera jaula que encontramos; es decir, fuimos a dar justo en la pequeña jaula donde dormía el felino todas las noches, pensando que estaba vacía… Nos miró de arriba abajo, quiso lanzar un feroz rugido y de solo ver nuestras esqueléticas figuras, bostezó amargamente y seguramente para sus adentros estaría diciendo:
-¡Maldita sea mi suerte! Otra vez solo esqueletos de burro…


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