viernes, 1 de noviembre de 2019

MALDITA HOMONIMIA


Todavía seguía tan absorto mirando el extraño techo cual gato encrespado frente a un espejo; muy desconcertado, al punto de sentirme mismo cadáver, luchando a muerte por levantar mis pesadas persianas a media caña; todo por efectos del medio litro de anestesia epidural que me la colocaron con los ojos cerrados y con el arpón a la deriva. Al rato, reparé que estaba tendido y con los pies colgando en esa extraña y flaca litera, donde había permanecido vendado como media momia; es decir, solo de la parte de abajo (del tren inferior, para que no divagues con otra cosa); gracias a esas ocho bestias vestidas de cabeza a los pies con verde uniforme y que me redujeron tomándome amablemente, dos de cada extremidad; en cambio, arriba, me pusieron una doble camisa de fuerza en previsión de su amenazada integridad. Bueno, como decía, me hallaba contra mi voluntad, postrado en la sala múltiple de recuperación, donde –como todos los centros hospitalarios de Essalud-, era una salita de 4x4 m2 donde meten 40 camas, digo 40 camillas, tan viejas, angostas y ruidosas como la estirada jefa de la estación de enfermeras, que toda la noche se la pasaba gritando al personal de turno:
-¡Sra. Jefa de guardia, jefas de piso, enfermeras, técnicos y personal de apoyo, escuchen! ¡Oiga, so pedazo de técnico auxiliar de limpieza… ¿no ha escuchado? Para usted también son las indicaciones de esta noche… ¡A ver… míreme; míreme le he dicho… pero este pedazo de cojín… ¿acaso no acabo de decir que me mire? ¡Ustedes, pásenle la voz… que le voy a levantar un inf…
-¡No, señora licenciada! Es que el Sr. Contreras también es sordo…
-¡Sí, también soy sorda, ¿pero por qué me ha llamado señora desgraciada? Si yo soy un ángel…
-¡Luzbel… con cola y los cachos se los pone su marido!
Alguien murmuró dentro del grupo y los demás asistentes se mordían los labios para no morirse de risa.
-¡Oigan! –dijo la jefa- Tenemos un caso muy especial y es… ese tipejo de la sala 116, la del final; la que es solitaria, a donde lo hemos confinado… por revoltoso, impúdico y malcriado… Sin embargo, se ha presentado… otro problema; pero este es más muy grave… se han tirado la…
-¿A quién? ¿a quién? ¡dígalo… qué mala suerte que tengo!
-Digo que se han robado la única llave del cuarto 116… pero ya tengo una sospechosa… Así que mejor… dejan la llavecita en mi escritorio, no me asomaré allí por un par de horas… Caso contrario, yo les juro que a esa fulana la traslado a la posta de Cachendo.
Mientras tanto, yoni, me sentía mismo Tutankamión atado de pies y manos y a punto de ser embalsamado. A eso de la 10 de la noche (calculaba), porque acababan de apagar las luces y al toque juré que estaba en pleno infierno por los enormes gritos venidos de la estación de enfermeras, la fuerte música que pusieron y la camisa de fuerza me quemaba como mil diablos juntos rompiéndose lo cachos en plena hora loca. Sin embargo, no sé cuánto tiempo pasaría, pero unos pasos diminutos ingresaron en la pieza y una voz suave me musitó al oído ¿tú eres Juan Pérez? Y yo le asentí. Me desató la camisa, cortó las vendas y se retiró en algún momento.
Apenas me vi libre, a tientas, salí temeroso cuidando no dejarme sentir. Avancé agachadito por el dolor que me causaba la fresca herida y tratando de hacerlo solo en punta de pies por el silencioso pasillo que estaba a media luz y me metí a la primera sala que encontré. Prendí la luz un instante y pude ver que las seis camas estaban ocupadas.
Sería más o menos las siete de la mañana cuando un grupo de galenos ingresó para hacer la revisión respectiva:
-¡A ver, a ver… ¡buenos días! ¿cómo está ese ánimo, para ir al matadero? ¡No, no; amigos, mentira! Era una bromita. ¿Quién es Juan Pérez?
Salí del baño arrastrándome: pálido, ojeroso y con mil calambres. Queriendo ser presuroso y justo cuando iba a levantar mi helado brazo, otra voz apareció y a la vez, contestamos:
-¡Soy yo!
Uno de los médicos, sorprendido hasta las lágrimas, nos miró a uno y otro lado… Y dirigiéndose a mí,  -dijo- con cierta duda:
-¡Pero si anoche te operamos de la próstata! El guachimán te trajo casi inconsciente afirmando que tú estabas en su relación de pacientes para ser operados urgentemente y te querías escapar… Así que…

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