domingo, 27 de octubre de 2019

9:45… Y NADA



No cabe duda que para hablar de cumplimiento y puntualidad, bastaría con citar a nuestras ponderadas instituciones públicas como ejemplo de un cabal y exacto desempeño, -mismo Rolex de 50 soles-;  y, dentro de ellas, a la Seguridad Social, cuya sostenida y venerada impuntualidad es digna de un feroz puntapié en el mero poto de sus autoridades; ya que cada vez que uno tiene la mala suerte de enfermarse, (aquí es mala suerte), no solo se siente un dolor semejante al de recibir una patada de mula en los meros cocos; sino que, de solo enterarse que hay necesidad de acudir allí indefectiblemente, so pena de muerte anunciada; al toque, se te desatan otros  efectos colaterales: incontenibles huaycos con pequeñas taquicardias que sacuden hasta el catre y miles de pre infartos con una sola cura, la extremaunción.
Pues en mi caso, la receta del apuradísimo galeno incluía una docena de intramusculares en el único lugar previsto: el tópico de inyectables, donde usualmente los condenados a ser arponeados formaban colitas que daban la vuelta a la periferia del hospital. Para ser uno de los primeros lomos expuestos al matadero… y para eso, tuve que madrugar, al día siguiente, a las cinco de la mañana. Pero esa bendita espera ya me esperaba con 12 carpas individuales, 9 grupales y 120 bultos envueltos en frazadas, chalinas y gorros de dormir. Delante de mí, hallé una momia, digo, una viejecita metida solo en un buzo juvenil, quien apenas llegué me metió floro:
-¡Buenos días, jovencito! Por lo visto, creo que somos los únicos muchachos que nos sobreponemos al frío… ¿cuál es tu nombre? Porque aquí tenemos para rato y por lo menos charlaremos un buen rato… ¿nooo?
-Buenos días, señora…
-¡Qué es eso de señora! Bueno… seré un poquito mayor pero no tanto… tu nombre me dijiste…
-¡Jorge!
-Ahhh… José, ¡qué bonito nombre; Pepe o mejor Pepito… ¿En qué trabajas?
-¡Soy profesor!
-Ahhh… eres agricultor… qué bien, ¡dime, ¿qué es lo que estás sembrando en esta época, porque…
Y la tía era más sorda que una tabla, pero más podía la fuerza de su naturaleza habladora y la lengua la puso en piloto automático. Dos horas esperando que parase de hablar por un segundo, mas sus recuerdos juveniles, anécdotas y chistes ya me tenían rojas las orejas y por fin, a las 7:15 llegó una de las enfermeras. Se encerró en la habitación y no se supo más de ella. A las 8:30 llegaron dos más y a las 9:00 se completó el sexteto.
La desesperación cundía en los primeros 100 pacientes que estábamos impacientes y muchas voces reclamamos a patadas la pronta atención. Poco a poco se descompuso la fila y como si todos hubiésemos sentido la orden de ¡Ataquen! Empujamos la puerta hasta romperla y allí dentro estaban ellas resolviendo el tipo de punto empleado en el tejido extendido sobre la mesita de centro. Muy sobresaltadas solo atinaron a decir:
-¡Un momentito! ¿no ven que estamos preparando el material? ¡Formen en orden de llegada!
-¡Qué cosa! ¿Qué están esperando? ¿Qué venga el director? Ya lo hemos llamado…
Efectivamente, por esas casualidades de la vida el director del nosocomio estuvo a las 10:30.
-¡Señoras enfermeras! ¿Qué sucede aquí? ¿Por qué no empezó la atención de este tópico?
Y 50 leones y leonas lo acorralaron contra la pared y le hicieron conocer la llegada de su personal.
-Es que señor director, como usted lo dispuso, hubo misa por el Día dela Primavera…
-Y teníamos que comulgar…
-Además, no pudimos decir no al desayuno… pues era chocolate… y
-Aquí casi estuvimos a la hora… y como usted bien sabe, hay que preparar el material… pues…
-Tres de nosotras estábamos sin prendas íntimas… por venir temprano…
-Los mandiles están muy viejos y tenemos miedo de sentarnos de golpe…
-Las jeringas están despuntadas y hay que afilarlas una por una y… son cientos…
-Tuvimos que comprar una botella de cañazo con coca-cola porque se acabó el alcohol yodado…
-Luego, no entendemos cómo estos pacientes casi nos matan por esperar unos minutitos y, lo peor, señor director, que le están haciendo perder el tiempo en nimiedades…
-¡A ver, el primero de la fila, ¿ha traído su kilo de algodón? Porque las 10 cajas que nos dieron anoche se han acabado y no sabemos cómo sobarles el potito.
-¡Esa es la realidad, señoras enfermeras, y si estos reclamones no traen su algodón, que regresen el día de mañana!
Y se retiró orondo camino a su clínica particular.





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