No cabe duda que para hablar de
cumplimiento y puntualidad, bastaría con citar a nuestras ponderadas instituciones
públicas como ejemplo de un cabal y exacto desempeño, -mismo Rolex de 50 soles-;
y, dentro de ellas, a la Seguridad
Social, cuya sostenida y venerada impuntualidad es digna de un feroz puntapié
en el mero poto de sus autoridades; ya que cada vez que uno tiene la mala
suerte de enfermarse, (aquí es mala suerte), no solo se siente un dolor
semejante al de recibir una patada de mula en los meros cocos; sino que, de
solo enterarse que hay necesidad de acudir allí indefectiblemente, so pena de
muerte anunciada; al toque, se te desatan otros
efectos colaterales: incontenibles huaycos con pequeñas taquicardias que
sacuden hasta el catre y miles de pre infartos con una sola cura, la extremaunción.
Pues en mi caso, la receta del
apuradísimo galeno incluía una docena de intramusculares en el único lugar
previsto: el tópico de inyectables, donde usualmente los condenados a ser
arponeados formaban colitas que daban la vuelta a la periferia del hospital.
Para ser uno de los primeros lomos expuestos al matadero… y para eso, tuve que
madrugar, al día siguiente, a las cinco de la mañana. Pero esa bendita espera ya
me esperaba con 12 carpas individuales, 9 grupales y 120 bultos envueltos en
frazadas, chalinas y gorros de dormir. Delante de mí, hallé una momia, digo,
una viejecita metida solo en un buzo juvenil, quien apenas llegué me metió
floro:
-¡Buenos días, jovencito! Por lo visto, creo que somos los únicos
muchachos que nos sobreponemos al frío… ¿cuál es tu nombre? Porque aquí tenemos
para rato y por lo menos charlaremos un buen rato… ¿nooo?
-Buenos días, señora…
-¡Qué es eso de señora! Bueno… seré un poquito mayor pero no tanto… tu
nombre me dijiste…
-¡Jorge!
-Ahhh… José, ¡qué bonito nombre; Pepe o mejor Pepito… ¿En qué trabajas?
-¡Soy profesor!
-Ahhh… eres agricultor… qué bien, ¡dime, ¿qué es lo que estás sembrando
en esta época, porque…
Y la tía era más sorda que una
tabla, pero más podía la fuerza de su naturaleza habladora y la lengua la puso
en piloto automático. Dos horas esperando que parase de hablar por un segundo,
mas sus recuerdos juveniles, anécdotas y chistes ya me tenían rojas las orejas
y por fin, a las 7:15 llegó una de las enfermeras. Se encerró en la habitación
y no se supo más de ella. A las 8:30 llegaron dos más y a las 9:00 se completó
el sexteto.
La desesperación cundía en los
primeros 100 pacientes que estábamos impacientes y muchas voces reclamamos a
patadas la pronta atención. Poco a poco se descompuso la fila y como si todos
hubiésemos sentido la orden de ¡Ataquen! Empujamos la puerta hasta romperla y
allí dentro estaban ellas resolviendo el tipo de punto empleado en el tejido
extendido sobre la mesita de centro. Muy sobresaltadas solo atinaron a decir:
-¡Un momentito! ¿no ven que estamos preparando el material? ¡Formen en
orden de llegada!
-¡Qué cosa! ¿Qué están esperando? ¿Qué venga el director? Ya lo hemos
llamado…
Efectivamente, por esas
casualidades de la vida el director del nosocomio estuvo a las 10:30.
-¡Señoras enfermeras! ¿Qué sucede aquí? ¿Por qué no empezó la atención
de este tópico?
Y 50 leones y leonas lo
acorralaron contra la pared y le hicieron conocer la llegada de su personal.
-Es que señor director, como usted lo dispuso, hubo misa por el Día
dela Primavera…
-Y teníamos que comulgar…
-Además, no pudimos decir no al desayuno… pues era chocolate… y
-Aquí casi estuvimos a la hora… y como usted bien sabe, hay que
preparar el material… pues…
-Tres de nosotras estábamos sin prendas íntimas… por venir temprano…
-Los mandiles están muy viejos y tenemos miedo de sentarnos de golpe…
-Las jeringas están despuntadas y hay que afilarlas una por una y… son
cientos…
-Tuvimos que comprar una botella de cañazo con coca-cola porque se
acabó el alcohol yodado…
-Luego, no entendemos cómo estos pacientes casi nos matan por esperar
unos minutitos y, lo peor, señor director, que le están haciendo perder el
tiempo en nimiedades…
-¡A ver, el primero de la fila, ¿ha traído su kilo de algodón? Porque
las 10 cajas que nos dieron anoche se han acabado y no sabemos cómo sobarles el
potito.
-¡Esa es la realidad, señoras enfermeras, y si estos reclamones no
traen su algodón, que regresen el día de mañana!
Y se retiró orondo camino a su
clínica particular.
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