jueves, 3 de octubre de 2019

ESA MOLE DE LA ÉPOCA DEL HIELO



Que soy un elefante de 120 kilos no es un secreto que lo pueda ocultar, tal como pretendía hacerlo mi digno y peludo abue Toto, un poderoso mamut de 800 kilos portador de una esbelta figura que, con su larguísima trompa, alcanzaba tranquilamente las copas de los gigantescos árboles a más de 30 metros del piso. Y es que esta buena bestia descomunal, a diferencia del resto, era bien sapiens; pues le bastaba pegar una chisgueteada previa con su jugo de riñones y, al toque, se venían abajo los más desafiantes troncos. Yo recuerdo, hace como quinientos años atrás, que lo vi hacer tal cosa y me dejó perplejo y más estúpido que de costumbre; quise hacer lo mismo, y apenas solté el primer chorrito, no me fijé que allí descansaba una feroz boa constrictora que me agarró como chicle e intentó tragarme colmillos y todo. Sin alarmarse, vino mi abue y repitió el baño y, luego, desapareció zigzagueante un delgado espinazo, silbando desesperada, Adiós Pampa Mía.
Pero volvamos a lo nuestro; mejor digo a la escapada que se pegó mi iracundo abue, quien se entrenaba con los iguanodontes y practicaba en serio con los tiranosaurios Rex, sin embargo, apenas sentía el bramido de mi inocente abuela, corría a esconderse detrás de una flaca y enana higuera; allí, se tapaba los asustados ojllos con sus inmensas orejas para sentirse totalmente invisible. Al llegar allá la santa señora mamuta, se le pasaba la cólera al ver la estupidez mayúscula que pretendía su machucante de 50 toneladas:
-¡Oe, Totazo o tontazo de la porcata, ¿quién te ha dicho que  escondido así, nadie te puede ver? ¡Abre los ojos que te puedo ver desde 50 km de distancia… ¡Como eres tan chiquito… web… azo!
-A, a, amor… ¿por qué he de querer esconderme del amor de mis amores? Si vos sos lo más bueno de este paraíso; nadies (así decía) nadies podrá compararse con lo más dulce y humilde que me ha podido tocar como orejuda pareja… Tú, mi débil y abnegada hembra…
-¡Oe, won, ¿qué es eso de débil hembra? ¿débil? ¡Tu madre! Que todavía sigue aguantando las cueras constantes de ese viejo rabo verde de tu padre… además de soportar las miles sacadas de vuelta con todas esas chuchupiresas trompudas del clan…
-Bueno, mujer, cálmate; que para nada me he referido a tu santa madrecita… a quien acabo de verla con un grupo de cien machos haciendo cola… ¡Qué gran aguante de tu madre! ¿Y cómo tú no…
-¡Cierra la trompa y bájame ese tonito unos 200 decibeles… si es bien sabido y mucho más comentado por los tucanes, los macacos y las hienas, que siempre se mueren de risa, cada vez que la miran a tu madre, estirada y pisando huevos de tiranosaurio, cuando, fingida inocente, visita los nidos de avestruces para robar sus huevos y después hacerse la santita; cuando es una completa loba de lomo caliente y que se pierde por semanas enteras con los…
-¡Para, para m´ijita! Ya estuvo bueno. ¡No sigas hinchándome las bolas! Porque me olvido que todavía te guardo un poco de respeto; todo mi cariño y mucha pasión de por medio…
-¡¿De por medio?! De por medio no hay nada… Solo un viejo y arrugado chorizo ahumado en medio de un par de bolas gastadas y que están por las puras bolas; en otras palabras, solo te queda el floro, el galanteo y los trompazos que sigues ofreciendo a tus incautas trompudas…
-¡Tal vez… porque el material de abajo está muy pisado y ya no llama la atención o porque no queda ni michi de aquellas poderosas grupas que enardecían a la mitad de la manada…!
-Y hablando de pisados… sabes si alguno de tus hermanos haya sacado el poco carácter de tu viejo y, como aquel, se dejen crecer la lana al punto de parecer unos sacos-largos sin derecho a pataleo y, calladitos, tengan que recorrer la jungla entera para buscar el combate que les ordenan sus hembras; porque resulta que las fulanas madres se han cortado a propósito la leche para no perder sus esbeltas figuras…¿sabes?!Contesta!
-¡Última advertencia! Cierra el hocico y humedece esas 200 pacas de heno seco y caliéntame la madriguera de 40x60m, porque tengo mis patitas heladas y quiero calentarlas un poquito… Que no sea contigo…
-¡Anda y has callar a tu madre…!
A la mañana siguiente había otra alfombra gigantesca secando a pleno sol frente a la cueva, toda vez que las primeras heladas ventiscas anunciaban un infierno muy pero muy crudo.














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