Bajé los tirantes de mi bolsa y
efectivamente, parecía estar despidiendo algún líquido desde su interior… -Pero si no he traído ningún líquido… ¡No
puede ser! Aquellas gotas blanquecinas me hicieron recordar al instante y
temblorosa, el biberón a medias colocado junto a la mochila. El mundo se me
vino abajo. Inmediatamente abrí el bolso y saqué todo el contenido… ¡No puede ser! Todas las hojas de papel
estaban mojadas hasta la mitad. Busqué afanosamente el trabajo. Allí estaba
llorando lágrimas de leche… Ahora… ¿qué
hago? Me retiro de clase. Y sentí una terrible desazón, cual inminente
fracaso y acaso… nuevamente venía la mala suerte.
Nos pusimos todos en pie cuando
ingresó el docente y nos saludó cálidamente. Hizo la motivación inicial, pero
yo estaba a 100 km de allí. Inmediatamente después de anunciar el tema, recogió
los trabajos a través de los jefes de grupo y desarrolló el contenido del día.
Terminó el bloque de dos horas y, ahora estaba a 1 000 km porque tenía mucho
miedo de acercarme a mi verdugo para poder justificar lo sucedido.
-Dr. Necesito conversar con usted…
-¿Cuestiones de la asignatura?
-Sí, doctor, aquí está mi trabajo, pero como verá, está impresentable…Dr.
Ha habido un pequeño accidente en mi trabajo… y…
-¡Me lo presenta mañana en el salón de la Sección “B” y luego converso
con usted.
Al día siguiente, estuve diez
minutos antes que el docente estuviese a la Secc. “B”.
-Doctor, buenos días… aquí le traigo… mi trabajo…
-Sí, buenos días, peo la fecha de entrega era para el día de ayer. ¡No
lo puedo recibir! Y si lo recibo, por educación, no lo voy a leer… por ser
extemporáneo…
-Doctor, pero yo soy de la “A”… Y ayer le pedí autorización porque tuve
un accidente en el trabajo… Disculpe, pero yo…
-¡Ok! ¡Está bien! Ya recuerdo… también le dije que quería hablar con
usted… Me espera en la Sala de Profesores a las 11:30… Está bien.
Nunca tuve una atención tan
solícita y tan interesante; sin ser mi tutor, él no solo se enteró del porqué
de aquel artículo mojado; sino, se conmovió al saber que vivía con mi abuelita
de sesenta y tantos añitos y que tenía que darme tiempo para hacer los trabajos
escritos, estudiar y asistir puntualmente a clases; que tenía que solventar los
gastos domésticos; que solo disponía de un par de zapatillas y dos mudadas de
ropa; que muchas veces tenía que ponérmelas húmedas para estar limpia; porque…
solo disponía en mi mente de una fe inquebrantable por llegar a ser una buena
persona y mejor profesional, sin medir el costo ni el tiempo que ello me
significase. Terminé llorando a borbotones y no tenía vergüenza alguna de
hacerlo a pesar de la presencia de otros profesores, porque jamás en la vida
pensé –por un solo momento- que hallaría un hombro para llorar y una persona
tan recta y buena a lo largo de mi carrera.
-¡Mira, Benita, no suelo recibir trabajos fuera de la fecha fijada por
una simple y necesaria razón: estoy criando hábitos positivos, disciplina;
aunque sé que soy el ogro de la Facultad… pero por esta vez, te la recibo; sin
embargo, desde ahora, cuenta con toda mi ayuda y no repares en buscarme… para
ver cómo te ayudo. ¡Estoy convencido que eres una buena chica y te aseguro que
también vas a ser una buena profesional! ¡Confío en ti y estoy seguro que me
vas a escuchar! También te advierto que a lo largo de tu vida se van a
presentar muchos inconvenientes, unos más “imposibles” que otros; pero nunca te
des por vencida. ¡Todo lo puedes superar! ¡Lee bastante y de todo! ¡Hazte
escuchar siempre, argumenta y convence; ese será tu éxito personal!
Hoy, después de casi nueve años,
estoy excelentemente calificada y graduada como profesional y buena persona. Doy
gracias a Dios por todo esto que parecía imposible. Me hallo en el aeropuerto y
voy a postular a una beca de la ONU y solo en mi memoria tengo una imagen muy
nítida de aquella vieja combi y del ´perdido´ artículo académico y su profe que
me cambiaron toda mi vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario