jueves, 22 de agosto de 2019

EL SUPER-AGENTE 003 Y MEDIO



De pronto, el diminuto agente, tomó una inesperada decisión e ingresó abruptamente a través de ese largo y oscuro corredor, metido debajo de esas dos casacas del uniforme tamaño XXXL, más el viejo gabán que le cubría hasta las orejas y casi lo arrastraba; además, de cargar dificultosamente sus enormes zapatos que, por dentro tenían unos aumentos de 15 cm para aparentar una mayor talla y con ello, dotarlo de una mejor presencia corporal. Quiso seguir adentrando a grandes zancadas, simulando mostrar una actitud matonesca que causara un impacto aterrador, aunque el lúgubre e inmundo pasadizo por donde avanzaba casi a tientas y la densa penumbra tan solo dejaba entrever las cosas a 10 cm. de distancia; mientras desde aquel lejano fondo, parecía reptar sigilosamente un silencio sepulcral; cuando, de improviso, apareció una aterradora voz que rompía la quietud con un vozarrón muy grave e intenso: ¡atención! Se escuchó quedamente y el nervioso investigador, como si le hubiera pegado un rayo fulminante con increíble precisión, quedó calcinado ipsopuchamente; deteniéndose en seco hasta quedar soldadas sus inquietas pestañas y, sin saberlo, se quedó alelado en el sitio, esperando algún ansiado milagro que lo sacara de ese embarazoso sopor que lo aquejaba hasta convertirlo en un miserable perro que acezaba incontenible y su desmayo parecía inminente.
-¡Atención… atención, atención Mandrake 3, aquí Mandrake 1… responda!
Al instante, recobró los perdidos latidos y volvió a respirar, guardando la pistola en la cartuchera, pues como acto reflejo, se había quedado listito para disparar como el mismito 007. Y casi temblando, solo atinó a responder:
-¡A… aq… aquí, el sub oficial de 1ra… A… a… agente encu-bierto 003 y y y medio… Si, si, sin cachita, porque estoy armado hasta los dientes con una pistola-a-me-tra-lla-dora de 600 ti, ti, tiros por minuto… Ta, ta,ta, tá…tampoco vayan a disparar… ni, ni, ni siquiera perdigones, po, po, porque no traigo mi cha, cha, chaleco antibalas, ni mi ca, ca, camiseta a  prueba de sablazos, menos mi bo, bo, bóxer que se, se, se lo acaban de ti, ti, tirar…
-¡Atención! Volvió a gritar la misma grave voz desde el otro lado del mundo y la reacción del súper-agente fue peor. No solo se quedó estático, sino que, además, había perdido sus zapatos con garantía de impermeables, sin embargo, poco a poco se iban encogiendo por los continuos charcos de agua hasta desaparecerlos entre los dedos. A pesar del intenso frío que ahora sentía en sus hidrofóbicas perras, empezó a percibir una infinidad de desesperados chillidos que avanzaban como una tromba incontenible de ratas asesinas, guiadas por ese fuerte olor a queso fresco, llenando el estrecho pasaje con una inquietud delirante causada por esa amenazante avalancha de gigantescos incisivos que seguían llenando la cueva hasta llegar a una total desesperación del desfalleciente agente.
Seguramente había transcurrido un buen rato, porque de pronto se le hizo la luz al casi occiso, pues se le prendió la velita (porque esta no llegaba a foquito, menos a foco), para percibir un conjunto de sombras humanizadas que giraban a su alrededor y el bullicio propio de muchas voces entrecortadas que hablaban desaforadamente y sin sentido, todos a la vez. Otra vez descubrió la palabra ¡Atención! Y trató de incorporarse al toque. Se le doblaron las piernas, sentía desvanecerse y se apagó la luz.
Ahora se hallaba metido en una habitación llena de resplandeciente claridad, con grandes ventanales, muchas cortinas; donde la cama era impecablemente blanca y, junto a ella, una pequeña mesa metálica con una limpieza general envidiable. Intrigado al máximo, quiso ver por la ventana dónde se encontraba, a pesar que solo vestía una bata grandota como única prenda encima del lomo y sacó medio cuerpo para ver qué diablos ocurría en el sitio de donde venía el vocinglero asunto...
-¡Con el batallón, atención!
Y una vez más se irguió al toque, chocando estrepitosamente con la parte metálica de esa ventana que la había corrido hacia arriba a media caña y se rebanó el 99.9% del cuero cabelludo, desde el occipucio hasta la frente sin dejar nada en el trayecto. Iba a lanzar un grito más potente que el de Tarzán estando con los cocos mordidos por la curiosa Chita, que los confundió con los otros, cuando en el parlante del pasadizo se hizo presente y escuchó este llamado:
-¡Atención… atención… atención a todo…
Fue suficiente oír dicho estímulo, para que esta bestia (Yoni), condicionada por las constantes órdenes de pararse, sentarse, inclinarse, saludar, escuchar, con la misma voz; hasta, finalmente, quedar de una pieza como un soldado de plomo cada vez que escuchaba la maldita orden; es decir, se disparaba en correcta posición de firmes, con la cabeza en alto, la mirada de un búho y las extremidades perfectamente estiradas y pegadas al cuerpo. Con el tiempo, si bien la mirada parecía perdida en el infinito, muy en el fondo, se reía a carcajadas mirando la postura ridícula del cabo que impartía esos gritos destemplados o mejor todavía, imaginando las curvas sinuosas y provocativas de la Capitana, Jennifer Q. Lazo, para luego quedarse virolo al contemplarla de frente o de perfil, con la lengua fuera y con unas ganas incontenibles de… escuchar nuevamente la orden de ¡Atención! Y este sujeto otra vez volvía a su estado catatónico: incapaz de pensar, sentir u oler; tan solo quedaba el de reaccionar (previo patadón en los meros cocos), y así pasar graciosamente o gratuitamente a quedar convertido en otro soldadito de plomo.
Feliz y totalmente recuperado, después de haber estado largos seis meses internado en la Unidad de Psiquiatría y gracias a un novísimo método para eliminar el condicionamiento de atención adquirido, en base a la aplicación de continuos toques eléctricos en los mencionados cocos, he quedado zambo de arriba y calvo de abajo (me refiero a la peluca); así como también, después de  haber recibido, cada día, 10 baños seguidos de asiento y doscientos con agüita a -5° y -10° de temperatura, eran cositas que al inicio te los quema, pero con la práctica solo quedan pasados y un poco jaspeaditos (los boxers). Cualquiera en mi lugar, hubiese tirado la esponja, debido a los desgraciados shocks eléctricos, al punto que cuando escuchaba las palabras mágicas: ¡Atención, alisten el desfibrilador de elefantes! Solito me ponía en atención. Mas todo en esta vida tiene su recompensa y… con creses; especialmente, cuando ya estás curado del maldito condicionamiento y no haces caso a nadie después de escuchar la famosa palabrita; pero hay que tener mucho coraje para no dejar de gozar, cuando ves a la cara de los jefes y te ordenan: ¡Atención! Y tú sigues sentado, comiendo o charlando con las reclutas para enseñarles personalmente durante las noches de luna llena, secretas estrategias de evasión conjunta y en especial el ataque cuerpo a cuerpo; mientras que tu endiablado jefe, se pone rojo, amarillo y verde por la indignación y el desplante recibido; y se muere de ganas por expectorarte ipso facto del cuerpo de agentes por no saber acatar sus órdenes. Vuelves a escuchar con más enérgica voz: -¡Atención!    
Y tú, sigues impertérrito, como si escucharas el Himno a la Alegría de… Mulder, ¿nooo? Y te meas de la risa.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario