jueves, 20 de junio de 2019

EL SOSTÉN DE MI SUEGRA



Sin lugar a dudas que la palabrita sostén está fugando rápidamente de la incontenible lengua femenil en su acepción primigenia, es decir, tomada como el de la prenda interior (antes y después del asunto), la cual era dicha “inocentemente” sin dudas ni reparos en dos golpes vocálicos: sos-tén, para referirse exactamente a esa prenda cuya función era –ajustadamente- servir de hamaca, de alforjas o de suspensor; ya fuesen destinadas para el tamaño limón sutil, para aquellas naranjitas Huando o aquellas tamaño XXXL para lograr empaquetar a ese par de cocazos con dos kilos cada uno, peladitos; Además de tomar muy en cuenta estado, trajín o manipulación; quedando: a) paraditos  sin ayuda alguna (previo tanteo); b) ligeramente caídos (con sostén pequeño); c) chorreo parcial (alforjas imprescindibles); d) chorreo máximo, al punto de tenerlos que cargar en la espalda o colgar hasta las rodillas (masectomía, ipso pucho).
Mas este término sostén, siempre fue usado para nombrar la doble protección de aquellas maravillas naturales que pintan a la mujer de cuerpo entero; ya sea para esas dos medias esferas cónicas que vistas de frente no matan una mosca, pero cuyas puntitas aún son capaces de proporcionar vida, alimento y belleza; a la vez que con solo darles una miradita de reojo, despiertan los instintos más excitables y matan; entonces, toman otro nombre: chichis o tetis mas siempre cargadas de sensual malicia, hasta meterse por senderos más íntimos, profundos y asesinos; tan solo por incubar la cochina idea de suponer las inmundas delicias que nos aguardan, al tener ese par de surtidores trabajados y envueltos tan solo con el papel celofán de nuestra imaginación encendida al 100%.
También esta miserable palabrita podría estar referida al vil metal que nos permite disponer de aquel fondo o sostén fiduciario capaz de poder cambiarse por todo aquello que tiene precio o valor; es decir, aquel biyete que permite comprar, desde un producto natural o elaborado hasta un bien tecnológico, virtual o espiritual, dependiendo del comprador, de su fortuna, de sus medios o de su oficio; igualmente del vendedor, de sus exigencias, de las circunstancias o del tipo de favor. Mas en todos los casos, el medio o sostén resulta ser elemento eje, como son: diamantes, perlas, petróleo o dólares; sin embargo, en cualquier circunstancia comercial y convincente a no dudar hoy en día, gracias a la influencia de Maduro, la pistola ha desplazado al dedo, al cogoteo, al cuchillo o navaja tradicionales, porque ahora primero se dispara y luego se pide la bietera. En otras palabras, “lo´biyete” resultan ser el sostén más próximo, necesario y convincente para romper la muñeca más esquiva o el puño más cerrado: “pues todo tiene su precio”.
En último de los casos, el de extremado recurso parental, cuando solo nos queda estirar la mano hacia algunos parientes de nuestro entorno; algunos, porque, llegado el momento de conseguir  una vaquita familiar, todos los hermanos, primos, tíos o abuelos se hacen humo, no nos conocen o andan en las mismas: ¡“mala suerte, ´toy aguja”, broda! Entonces, una vez comprobada mil veces la negativa respuesta de “nuestra” maldita y misia parentela, aquí se verifica la existencia real que tenemos fantasmas en nuestro gallinero genealógico; que los parientes ricos están desaparecidos por una larga temporada (la que dure nuestra urgencia), y que el resto han viajado a un extraño país del oriente para no volver jamás y que tampoco lo harían ni ahora ni nunca porque para esos sujetos que llevan nuestro mismo apellido, hoy son más incrédulos que Pedro antes que cante el gallo, ya que no somos, ni seremos sujetos de garantía… pues todavía no hemos planchado esa arrugota de hace diez años.
Pero, sin lugar a dudas, el chaplín de “Sostén” debería corresponderle -sin malicia ni cargo de consciencia alguno- a mi  reprimido y aguantado suegro, expectorado de este mundo  gracias a Tata Lindo, quien compadecido de su total postergación y absoluta obediencia a mi madre política; pues tomando en cuenta que al desgraciado le faltaba pocas horas para recibirse de Gran Bolas; felizmente, en un acto de justicia divina, se lo recogió con espátula (o mejor dicho, tuvo que inflar el esqueleto planchado que había dejado de él las gigantes bubis de su mujer); dado que la fiera, seguía aumentando de talla hasta reventar el par de paracaídas unidos que le servía de aguante y contención para sus dos globos aerostáticos que se manejaba; aún más, echándole la culpa de sus gigantescas pelotas debido a sus excesivos mimos, regalos y demás complacencias. ¡Que Dios lo tenga en su gloria… porque de seguro, allí, el pobre, seguirá preocupado por buscar el sostén suficiente para su mujercita; sin saber que la vieja sigue aumentando de chichis y… ¡ya está que se las patea!


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