Sin lugar a dudas
que la palabrita sostén está fugando rápidamente de la incontenible lengua
femenil en su acepción primigenia, es decir, tomada como el de la prenda
interior (antes y después del asunto), la cual era dicha “inocentemente” sin
dudas ni reparos en dos golpes vocálicos: sos-tén, para referirse exactamente a
esa prenda cuya función era –ajustadamente- servir de hamaca, de alforjas o de
suspensor; ya fuesen destinadas para el tamaño limón sutil, para aquellas
naranjitas Huando o aquellas tamaño XXXL para lograr empaquetar a ese par de
cocazos con dos kilos cada uno, peladitos; Además de tomar muy en cuenta estado,
trajín o manipulación; quedando: a) paraditos sin ayuda alguna (previo tanteo); b) ligeramente
caídos (con sostén pequeño); c) chorreo parcial (alforjas imprescindibles); d) chorreo
máximo, al punto de tenerlos que cargar en la espalda o colgar hasta las rodillas
(masectomía, ipso pucho).
Mas este término sostén,
siempre fue usado para nombrar la doble protección de aquellas maravillas
naturales que pintan a la mujer de cuerpo entero; ya sea para esas dos medias
esferas cónicas que vistas de frente no matan una mosca, pero cuyas puntitas
aún son capaces de proporcionar vida, alimento y belleza; a la vez que con solo
darles una miradita de reojo, despiertan los instintos más excitables y matan;
entonces, toman otro nombre: chichis o tetis mas siempre cargadas de sensual
malicia, hasta meterse por senderos más íntimos, profundos y asesinos; tan solo
por incubar la cochina idea de suponer las inmundas delicias que nos aguardan, al
tener ese par de surtidores trabajados y envueltos tan solo con el papel
celofán de nuestra imaginación encendida al 100%.
También esta
miserable palabrita podría estar referida al vil metal que nos permite disponer
de aquel fondo o sostén fiduciario capaz de poder cambiarse por todo aquello
que tiene precio o valor; es decir, aquel biyete que permite comprar, desde un
producto natural o elaborado hasta un bien tecnológico, virtual o espiritual,
dependiendo del comprador, de su fortuna, de sus medios o de su oficio;
igualmente del vendedor, de sus exigencias, de las circunstancias o del tipo de
favor. Mas en todos los casos, el medio o sostén resulta ser elemento eje, como
son: diamantes, perlas, petróleo o dólares; sin embargo, en cualquier
circunstancia comercial y convincente a no dudar hoy en día, gracias a la
influencia de Maduro, la pistola ha desplazado al dedo, al cogoteo, al cuchillo
o navaja tradicionales, porque ahora primero se dispara y luego se pide la bietera.
En otras palabras, “lo´biyete”
resultan ser el sostén más próximo, necesario y convincente para romper la
muñeca más esquiva o el puño más cerrado: “pues todo tiene su precio”.
En último de los
casos, el de extremado recurso parental, cuando solo nos queda estirar la mano
hacia algunos parientes de nuestro entorno; algunos, porque, llegado el momento
de conseguir una vaquita familiar, todos
los hermanos, primos, tíos o abuelos se hacen humo, no nos conocen o andan en
las mismas: ¡“mala suerte, ´toy aguja”,
broda! Entonces, una vez comprobada mil veces la negativa respuesta de
“nuestra” maldita y misia parentela, aquí se verifica la existencia real que
tenemos fantasmas en nuestro gallinero genealógico; que los parientes ricos
están desaparecidos por una larga temporada (la que dure nuestra urgencia), y
que el resto han viajado a un extraño país del oriente para no volver jamás y
que tampoco lo harían ni ahora ni nunca porque para esos sujetos que llevan
nuestro mismo apellido, hoy son más incrédulos que Pedro antes que cante el gallo,
ya que no somos, ni seremos sujetos de garantía… pues todavía no hemos planchado
esa arrugota de hace diez años.
Pero, sin lugar a dudas, el
chaplín de “Sostén” debería corresponderle -sin malicia ni cargo de consciencia
alguno- a mi reprimido y aguantado
suegro, expectorado de este mundo
gracias a Tata Lindo, quien compadecido de su total postergación y
absoluta obediencia a mi madre política; pues tomando en cuenta que al
desgraciado le faltaba pocas horas para recibirse de Gran Bolas; felizmente, en
un acto de justicia divina, se lo recogió con espátula (o mejor dicho, tuvo que
inflar el esqueleto planchado que había dejado de él las gigantes bubis de su
mujer); dado que la fiera, seguía aumentando de talla hasta reventar el par de
paracaídas unidos que le servía de aguante y contención para sus dos globos
aerostáticos que se manejaba; aún más, echándole la culpa de sus gigantescas
pelotas debido a sus excesivos mimos, regalos y demás complacencias. ¡Que Dios
lo tenga en su gloria… porque de seguro, allí, el pobre, seguirá preocupado por
buscar el sostén suficiente para su mujercita; sin saber que la vieja sigue
aumentando de chichis y… ¡ya está que se las patea!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario