Trataba de recostarme en algún
punto de la puerta para lograr un poco de estabilidad y quietud, pero sentía
que esta vieja conocida de madera se alejaba y se acercaba indistintamente; “esta maldita tiene vida, carajo”, mascullaba
entre dientes, mientras trataba de abrir los ojos; hasta que finalmente, apoyando la cabeza y una de las rodillas en
el viejo tablero, traté de buscar la llave en todos mis bolsillos; en tanto mis
indecisas piernas seguían bailando un reaguetón de los mil demonios y todo el
esqueleto seguía tambaleando.
He hurgado dificultosamente en
mis bolsillos de atrás no sé por cuantas horas y solo giraba una preocupación en
mi mente: “que no salga mi viejo, porque
me mata”; aunque tampoco podía pensar demasiado; pues el sopor denso que
exhalaba mi cuerpo aturdía mis sentidos y no quería que por ningún motivo se
enteren mis viejos. Nunca antes me había amanecido; pues ellos estaban
convencidos que su muchacho era un estudiante correcto, que solo tenía como
vicio el atletismo que lo entrenaba a diario y era además un destacado
seleccionado. Cansado por la espera infructuosa, se me doblaban las piernas de
a pocos y solo me quedó tocar tímidamente la puerta, pero al instante, fue
abierta por mi hermanita, quien me miró muy asombrada y me dijo:
-¡Oye, hermanito, ¿qué te ha pasado? No puedes ni pararte…!Oye, estás
borracho! Camina con mucho cuidado… papá te ha estado esperando toda la noche…
Apóyate en mí… ¡Vamos!
-Shisttt… habla más bajito, que mamá, seguro está escuchando, pero dile
que yo no quiero despertarla a mi mamita linda… ¡Déjame, déjame… que ya estoy
en mi cuarto! Gracias, gracias…
Y caí pesadamente sobre mi cama y
debo haberme quedado profundamente dormido, pues cuando desperté la luz del dormitorio
indicaba que era el medio día. Estaba completamente vestido y destilaba humo y
alcohol por todos lados. Me desnudé y me puse el piyama. Volví a meterme a la
cama y no quería volver a la realidad, pues pintaba de amenazante gris y el
peligro lo olía a metros. Sin embargo, al instante se abrió la puerta de mi
dormitorio e inmediatamente la piel de gallina invadió todo mi cuerpo y empecé
a sudar frío…
-¡Ahora mismo me vas a decir a qué hora te has acordado que tienes
casa! ¿dónde has estado? ¿acaso no
tenían reloj? Pero este cuarto está apestando a trago y cigarro… ¡No me vas a
decir que… Ajá, con razón no podías ni abrir la puerta! Tas fregado, tu padre
preguntó la hora de tu llegada y le dije
un poco antes de la una; ya se fue al trabajo… pobre de ti cuando vuelva…si se
entera de la verdad te muele a palos o te mata…
Me estaba haciendo el dormido por
seguridad, pero bien que había estado temblando y sudando copiosamente, totalmente
despierto, escuchando debajo de mi cómplice, la sábana de arriba cuidadosamente
entreabierta. Me di la vuelta con mucha pesadez tratando de abrir los ojos y
por primera vez vi a mi madre gritando fuera de sí, blandiendo una larga y
gruesa vara en su mano crispada y muy amenazante, mientras gesticulaba como
nunca. Se acercó violentamente y descargó un fuerte varazo en los pies de mi
cama. ¿Tú también quieres ser como tu hermano? Y siguió descargando una serie
de golpes cuidando de no tocarme… ¡Primero te mato!, decía después de cada
golpe.
-¡Levántate, mal hijo, que te sirva de escarmiento y nunca más vuelvas
a hacernos esto! ¡Váyase a la ducha y después quiero conversar contigo en mi
cuarto! ¡Vamos, levántate, carajo!
Y salió dando un portazo que hizo
estremecer hasta las paredes. Me senté muy nervioso y aturdido, pues hasta los
vidrios de la ventana parecían seguir temblando y me fui a la ducha.
Después de un buen rato, estaba
totalmente sobrio, sin embargo, no sabía si tocar la puerta de su dormitorio o
decir simplemente mamá. Sólo atiné a empujar suavemente y allí estaba ella,
imponentemente bella, pero muy seria y con sus dos manos tomadas sobre su
regazo:
-¡Ven, hijo mío! Siéntate a mi lado… y me acarició tiernamente la
cabeza tomada entre sus manos. Perdóname por haber perdido el control y
ecuanimidad… No te puedo prohibir que tomes… ¡Escúchame, escoge tus amigos;
escoge tu trago y no fumes mientras ingieres alcohol! Nunca recibas un vaso
servido… Cómprate tu trago… Y lo principal: aguanta lo que te va a decir tu
padre; no le reproches; y si te da un cachetadón, recíbelo como un hombre; es
solo porque te queremos y te tocará vivir lo mismo. Tú todavía no sabes cuánto
te queremos, pero no abuses, ni me vayas a contestar mal, porque de un solo
manazo te puedo privar… Mas, ¿cómo voy a hacerle daño a lo que tanto amo?
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