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Sin embargo, acabo de descubrir
otra alternativa para hacer desaparecer aquellos 20 rollos, que, en uno de
estos seres prodigiosos por su invariable perfil de trasatlántico, sus gorditos
solos suman 80 quilos: 15, entre la papada y el cogote; 20, en cada alforja
colgada en la retaguardia; 25, en la panza, que precisa de una carretilla doble
fondo para poderla cargar discretamente, más 50 kilitos de la anterior
existencia, lo transforman automáticamente en un feroz bulldozer tipo AAA de 5
toneladas y con la palanca de retro trabada. Bueno, este ayuno propuesto
resulta altamente efectivo, por lo tanto, muy recomendado especialmente para
ejemplares de alta gama, mejor diente y de comedor exclusivo que, por el peso,
se siente de otro level (big container), podemos recomendarle concurrir a los
grandes restoranes donde solo sirven platos de la novísima cuccina: la alta
mesa o la fusión de fusiones criollas; es decir, hablamos de la cocina gourmet,
donde te sirven una migaja y pagas un huevo de plata; a cambio, y con el pasar
de los años, debes estar convencido que con tu sacrificio te va a proporcionar
dos cosas:
a) Que,
si bien puede ser tu maldita y última oportunidad para perder voluntariamente
lonjas porque, después de haber visitado veinte especialistas te han sangrado
por todo el puerco y ya has quedado chihuán; por lo tanto, estás convencid@
(ojo que digo estás; no que eres) un@ reverend@ puerc@, y no gracias a los
halagos de tus choches, quienes nunca te van a decir lo redond@ que estás;
mientras que en su interior están que se mean de la risa y todavía comentan
para sí, apenas te ven: “ojalá que reviente est@won@”;
b) Que
la próxima vez (la última, dirás), tengas la suerte de encontrar un verdadero
nutricionista, nutriólogo o chamán recibido (good luck), hasta hallar aquel profesional
que te exija, para empezar, todo tipo de análisis: de sangre, grasa, masa
corporal; carácter, personalidad, sexo, tipo de dieta usada; filo, trago,
aficiones, desviaciones (si te tiras doble plato con la trampa); y
principalmente tu metabolismo y el (los) sitio (s) donde te mandas tus clásicos
“bocaditos de a kilo”; para ver la cantidad de carbohidratos que te zampas con
cada cochinada que sueles meterte en los patios de comida, en tus huecos caleta,
huariques y carretillas; porque, tal como vas, con ese filo de sierra de aserradero clandestino ya estás en camino a
ser socio vitalicio del Club de los Obesos Oprimidos.
Finalmente, en
caso de no haber obtenido bajar ni un gramo tus 99.9 kg, debes cargar una
lonchera, un maletín o una conservadora (en tu caso), para llevar tus alimentos
sanos preparados por tus manitas en casa; aunque esto signifique levantarte a
las tres de la mañana cada día (y no veas tv antes); haber comprado insumos
orgánicos (en lo posible), y superar los inconvenientes iniciales por la falta
de práctica y te vayas a cortar tu órgano… táctil. Eso sí, nunca hagas cólera
por algo que no lo conseguiste, esto aumenta tu ansiedad, se reinicia el
círculo vicioso y terminarás comiendo hasta los platos de fiesta creyendo que
son de cartón; sin embargo, tampoco le pongas mucho empeño ni publiques
resultados en la pared del comedor, porque a la mañana siguiente, saltará tu
costilla principal y… ta, ta, ta, taaa… Primero te pedirá que aumentes unas
pequeñitas raciones más… para ella (obvio); luego, para su vieja y tus
cuñaditos, y pronto vas a resbalar en el chiquero de siempre… porque aumentarán
tus ansias y tu desbandes orgiásticos… de comida chatarra y lo peor, quieras o
no, terminarás en el consultorio de ese especialista, experto en prometer
bajarte el mondongo a cambio de una faja… de una buena faja de verdes… ¡Su verdadera especialidad!
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