sábado, 30 de marzo de 2019

¿VIVIR MÁS PARA APRENDER?



Estando a punto de terminar los primeros 20 años del SXXI se puede sostener con mucho énfasis que hoy, como nunca, no solamente persisten las diferencias sociales en general, y las económicas en particular, sino que están aumentando en forma exponencial; como lógica consecuencia del neoliberalismo económico y su despiadado consumismo, impelido por el avance tecnológico y por el merchandising propio del ritmo empresarial. Es decir, que en el momento actual el sistema económico determina la realidad social de un pueblo, de una nación o de una persona.
Tal vez solo esté reiterando lo manifestado por J.C. Mariátegui, quien sostenía que un estudio social serio debe partir de un buen análisis económico. Bueno, y una de las formas más palpables de confrontar este principio lo podemos apreciar a cada instante, donde la capacidad económica del ser humano establece, de antemano, el grupo social, su estatus con su respectiva “calidad de vida”. Tanto así que, para buscar y obtener su diferenciación (que muy poco tiene que ver con el color de piel), sigue atiborrado de ideas falsas, tanto como el gran número de creencias, que le permite convertirlas en fijaciones que exigen hasta lo imposible por conquistar los niveles más altos de remuneración y constituirse en las altas excepciones del común denominador llámese: trabajador, obrero, técnico o ayudante; ojo que no merecen ser consideradas otras categorías menores o menos pudientes; hablamos del informal, ambulante o ama de casa. Dejando de lado o ignorando aquellas otras ocupaciones, recursos o encargos que lindan con lo prohibido, lo sucio o no apto para vivir en sociedad: prostitución, vandalismo, robo, narcotráfico, estupro, sicariato y asesinato.
Del otro lado, socialmente hablando, la clase media tan solo es aceptada por ser la mayoría y por constituir el colchón donde se duermen todos los descalabros del gobierno; y para colmo, la clase media alta, siente pertenecer a la escala adinerada o con mayor poder económico; empero, sus advenedizos saben perfectamente que no son aceptados por la exclusiva capa opulenta, y suelen ser rechazados por los de abajo; y por lo mismo, de sentirse desubicados, son los inconformes que peor hacen gala de su anhelante y supuesto estatus social, creando a su alrededor una explotación sin límites y mucha sobre explotación, generando las mayores muestras de racismo, de desprecio y segregación; teniendo como apoyo y empuje los medios amarillos, en particular, la TV.
Al respecto, podría señalarse que el origen o causa sigue siendo las escisión o brecha económica en permanente ahondamiento que repercute en el hogar (?) inexistente o adulterado en su constitución, administración y formación. Que la mujer habiendo sido el eje sustancial de apoyo y trascendencia, se ha visto necesitada de abandonar sus “obligadas labores hogareñas” para contribuir con el sostenimiento parcial o total de la familia; y al no contar con su presencia ancestral y básica, el ser humano se siente cada vez más desvalido, frustrado y postergado, recurriendo a la abue, a la nana, la TV o el candado como una forma de conseguir seguridad; y la invalidez moral crece y se acentúa.
Y como solución inmediatista, surge la natural respuesta de algunos padres que quieren o desean brindar un futuro algo certero a su prole sin importar el medio ni el coste por poseer terreno propio donde sea; edificar una casa; matricular a sus hijos en una institución educativa particular, porque las estatales son sinónimo de abandono, de retraso y frustración. La lucha paterna continúa y deberá ser un centro privado para la secundaria, no importando la misión ni la visión del colegio, sino, que tenga algún tipo de renombre; suponiendo que el monto de la pensión es acorde con la calidad educativa. Aún más, todavía en algunos hogares se sigue creyendo que un título profesional universitario es sinónimo de seguridad o estabilidad económica futura, de allí que la preocupación será seguir a palos una de las carreras con mayor aceptación o consideración social. Resultando: que la mentalidad comercial sustituye a la vocación y aptitud del postulante; obviamente que el trato de doctor es más ponderado que el de simple profesor o licenciado.
Aún más, el estado tan mal organizado y administrado por los gobiernos de turno dan prioridad a la abulia, el desinterés por sacrificarse por la mejora social (incluyendo a las religiones), por una condición de vida más justa y equitativa. Por el contrario, con cada elección se tienen que pagar favores: regalando plazas, prefiriendo su personal en lugares claves aún sin las condiciones o requisitos pertinentes. Tanto es así que, hay puestos de gerentes o administradores públicos que ganan más de 50 000 soles mensuales, secretarías que perciben 20, 000 soles o más (fuera de muertos y heridos), trabajadores ingresantes al servicio público con más de 3 000 soles… y la cola no termina.
¿Acaso una determinada profesión debe tener una remuneración de acuerdo a los años de estudio? Un verdadero profesional sabe que no importa la cantidad de años que demore su graduación, titulación o especialización y no lo hace porque sabe de antemano que su sueldo deberá ser el mayor; lo hace porque le gusta la especialidad escogida y su más grande satisfacción es contribuir al mejoramiento de su sociedad… Pero, es el consumismo reinante, la carencia de equidad, el celo profesional, la competencia desleal, la envidia y los años de discriminación, aislamiento, segregación, repulsión y rechazo, los que juegan este campeonato mundial sin medir consecuencias y solo gozar el presente, avanzando atropelladamente, sin importar que lo hizo sobre muertos y heridos; porque, además está programado para repetir el círculo vicioso propiciado por las grandes potencias económicas.
Y lo peor, las múltiples fábricas de profesionales siguen en esa loca producción incesante de titulados que sobrepasan largamente las reales necesidades del país, a pesar de ser los agentes rectores del desarrollo nacional, mas también han sido succionadas por la vorágine comercial y mercantil haciendo que sus miles de egresados aumenten cada año las huestes de desocupados, de informales o de simples comerciantes de su especialidad. ¿Y por qué no aprendemos de los países del norte de Europa? La tendencia es que haya una sociedad organizada y las remuneraciones no sean la causa de las diferencias sociales entre profesionales, técnicos y obreros. ¿Será que nos falta por vivir tantos años como ellos para poder aprender?



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