Que esta obra es una de las
epopeyas más célebres, conocidas y reconocidas a través de todos los tiempos,
es un hecho tan irrefutable como que la popular Susy no usa calzón porque… ella
usa hilo dental; que tal relato fue “escrito” por el ciego Homero, es un
imposible; toda vez que el sistema Braille aparecerá después de siete siglos; y
finalmente, que en tal hecho histórico se dio un rapto, es solo historia y todavía esta sigue siendo
aceptada al pie de la letra –menos nosotros, los leídos-, como aquel conjunto
de suposiciones “verdaderas”, que nos han hecho tomar a cucharadas (previo
embudo en el hocico), como si fuera aquel infaltable litro de aceite de ricino
recetado, cuando cualquier hijito de vecino estaba con el buche visiblemente
atorado y luego, después de haber sacado monedas, trapos y pelotas del desagüe,
el paciente era desatado y, en un rapto de lírica necesidad, era capaz de
merendarse hasta la vecina como plato de entrada. Otra píldora que nos han
indilgado la mayoría de “calificados críticos literarios” señala, estar convencidos
que este canto épico cuenta las cóleras y los llantos de Aquiles a través de
toda la obra.
Bueno, después de haber leído por
novena vez los rollos de papiros, viejos conocidos nuestros comprados en el mercado de pulgas de Taskim
Meydani, Turquía, justamente en febrero del año pasado, para seguir averiguando
sobre el verdadero origen de las inquietas caderas jónicas de la muy potable
Helena (esposa del viejo Rey de Esparta, Menelao), a quien le sacaba la vuelta
hasta con su paje; sin embargo, tal como rezan los textos: “…su fiel y anciano
esposo hizo publicar un bando real obligando a todos los reinos vecinos de la
Hélade, que todos aquellos chismes sobre su fidelísima esposa deberían quedar
helados: pues según él, solo eran meras habladurías recitadas a voz en cuello
por todos los aedas, muy comentados por sus demás competidores justo en los diversos
torneos de atletismo en plenas pruebas para causar distracción entre sus demás
contendientes que le dejaban la cancha libre para poder mostrar al verdadero
Herkulón. Además de hacer gala sobre su joven esposa quien poseía las más
bravas batidoras de Esparta. Estos incitantes y excitantes chismes viajaron volando
sobre el Mediterráneo, el Tirreno y el Jónico; obviamente llegaron hasta Troya,
donde el inquieto hijo menor del Rey Príamo, también famoso por haberse
despachado graciosamente a una docena de doncellas en una sola mañana, no se
pudo resistir ante tales insinuaciones -tamaño monumento- y fingiendo un viaje
de negocios a la misma Esparta, hizo maletas, chapó su jet y se jue a la
mismita capital de la Jonia. Tan solo al ver sus bondades culinarias de la
veloz licuadora quedó estúpido; pero al tocar su cauda, dizque casualmente, quedó
más templado que una cuerda de cítara, instrumento usado para causar unas
bacanales de la Gran Phalas en todo el mundo antiguo conocido.
-Y vos, preciosa hechicera espartana, ¿sois acaso la menguada Helena,
capaz de causar un terremoto con solo pegar una movida de caderas? Pues, ¡vamos
a verlo!
-¿Y acaso vos sois el feroz martillo de Hefestos, que con tu destreza
chancatoria os habéis despachado doce piezas nuevas con la misma espada y en
una sola aurora?
-¡Pues… soy ese mismo que os puedo demostrarlo cuando quieras y donde
quieras; inclusive, podría ser en la alfombra de este palacio… ¿os animáis a
pegarnos un revolcón como anticipo?
Ella, sonriente, no dijo nada,
pero se levantó atrevidamente todos sus velos, los recogió sobre su brazo y se
puso en pie, desafiante. Tan solo bastó un par de marcados pasos sobre la roja
alfombra y el joven Paris quedó más idiota y solo pudo exclamar: ¡es el desove!
Al día siguiente, y estando en la
nave, camino a Troya, su hermano mayor Héctor, le pegó un cachetadón en pleno
hocico y de dijo amablemente:
-¡Oye hijo de… mi santa madre! ¿Cómo se te ha ocurrido traerte al más
preciado trofeo de Menelao? ¡Mañana ese ropero es capaz de sacar sus miles de
naves y atacarnos hasta desaparecer y no dejar piedra sobre piedra todo nuestro
reino! ¡Ahora mismo, cojo un bote y me la llevo de regreso y así evito una
guerra contra los griegos… ¡Devuélvela!
-¡Nica, hermano; esta mercadería es y ha sido mía; ya no la puedo
devolver! Además, nuestras murallas son inexpugnables y los jónicos no podrán
ni hacernos cosquillas por los siglos de los…
A la noche siguiente, el
desesperado rey espartano estaba verde y tambaleando, pues ya sabía que su
paloma había abandonado el nido y que el gavilán pollero era el maldito joven y
apuesto troyano que se había comportado muy solícito con la hermosa Reyna; al
punto que, durante toda su estadía había estado detrás de su adorado tormento.
Una vez que se enteró que su amada estaba entre… los brazos de su joven amante,
camino a Troya, reunió a todos los reinos griegos y declararon la guerra a los perros
ilíacos o naturales de Ilión. Ta, ta, ta, tannn…
Continuará
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