viernes, 1 de febrero de 2019

NECROFILIA



Sin lugar a dudas que sería una semana de miércoles pues, para cerrar la necropsia, estaba acabando en uno de esos viernes negros donde convergían fatalmente varios finales a la vez: de semana, de diciembre y del año; tampoco podía ser más trágico, puesto que era ineludible presentar el gran inventario junto con el arqueo anual y completo de todas las cajas a nivel nacional en solo dos días más. Como subgerente adjunto, sabía que en mi chamba era el punto y seguido, so pena se convertirse en mi punto final. Durante todo el día, ni siquiera había podido salir a engullirme un sanguchito de pan con soledad por tres soles. Solo pude mandarme 40 litros de café cargado y 25 cigarrillos que me habían estado manteniendo despierto en todo ese maldito tiempo. Y para agravar la cosa, dos de mis asistentes estaban con licencia obligada para dar cumplimiento a sus 36 meses de prisión preventiva. Por fin, pude escapar de mi encierro a las 11:45 p.m. solapado hasta las orejas en una noche groseramente sombría, además de estar extremadamente gélida y tormentosa que me tenía más encogido que un chuño negro. Metí las entumecidas manos en los vacíos bolsillos de mi saco y la persistente bruma entorpecía más y más mis cansados pasos. Entonces, casi arrastrando los pies, muy abrumado, llegué a la puerta de mi casa y quise sacar la llave cautelosamente para no despertar a la delicadísima señora mía y dueña de casa. ¡Oh sorpresa! Por más de diez exasperantes minutos estuve buscando y rebuscando, hasta dentro de mis calcetines, aquel esquivo trozo de metal que me permitiese ingresar a mis ansiados aposentos. Desesperado, no tuve otro remedio que meter el dedo y tocar el timbre, aun sabiendo de antemano los peligros mortales a los cuales exponía mi desfalleciente puerquito. Toqué por diez veces seguidas, pero luego reparé que no había electricidad en toda la manzana y opté en ir por la parte de atrás, trepar por la reja de la ventana y llegar al segundo piso para ingresar por la ventana de nuestro dormitorio.
-¡Auxilio, vecinos! Un maldito ladrón trata de meterse por mi ventana… ¡Seguro me va a violar!
Luego sentí algo pesado y metálico que me golpeó de improviso la cabeza, justo cuando estaba con la pierna a medio camino. Los vecinos han llegado a las tres horas para descubrir, indignados, que se trataba del otro dueño de casa y han terminado de arrojarme por un tragaluz.
-¡Qué bien que ya has despertado después de 5 horas…! Dime, amorcito, ¿dónde has estado? ¿y esa facha? ¿por qué querías entrar por la ventana? Seguro que quisiste darme una sorpresa… ¿pero a esa hora? ¡Confiesa, desgraciado de porquería! ¿Acaso has creído que te iba a esperar toda la noche, mal hombre?
-Estuve trabajando, pero como siempre no lo vas a creer… Me olvidé la bendita llave y no…
-¡No vengas con disculpas estúpidas!  Crees tú, por amor a Dios, que alguien, en sus cabales, podría creer semejante estupidez… solo a ti, se le puede ocurrir… perder la llave… a las coj…
-Eres libre de creer lo que quieras, solo te reitero, es fin de año… ¿acaso no sabes eso? Hay que cerrar el ejercicio contable este fin de año…
-Y para festejar, te fuiste a chupar hasta estas horas con tus amigotes y sabe Dios con quienes más… ¡Seguramente con las chuchumecas de las secretarias…! ¿Y eso de querer meterse por la ventana? De cuándo aquí… ¿acaso eres mi amante? Bueno sería… ¿Te acordaste que hoy día es cumpleaños de mi santa madrecita? ¿qué le has comprado? ¡No vaya a ser las mismas cochinadas que siempre le compras…!
-¡No esta vez le he comprado un collar de perlas Mikimoto, originales!
-A ver… ¿dónde está la factura? ¡Quiero verlo para comprobar si es legítimo!
-Apenas me sienta mejor… voy a recogerlo… Pero… ven negrita, que te necesito… Mira que hace un huevo de meses que no la veo…
-Bueno, bueno; a tanta insistencia… ¡Qué voy a hacer! Más creo que has debido comprar dos… Pero… será para mi próximo cumple… ¿o nooo?
Como nunca, en esta infeliz madrugada y todo molido, me he sentido todo un alicaído vampiro atrapado sobre una miserable presa congelada; además, increíblemente tieso como un pelo de su cola. Logro reparar lánguidamente en mi pobre estado y deduzco mi postura: era como querer coger una res renuente al sacrificio; y en ese agobiante trayecto, sigo pensando cómo voy hacer -por lo menos- para conseguir una joya algo similar a la mencionada involuntariamente…  Sí, ya lo tengo, será otro collar… porque acabo de recordar que, cerca de la oficina, hay una tienda para mascotas y allí venden unos hermosos collares para perro y aunque me cuesten un ojo de la cara, creo que voy a comprar dos… ¡Sí, bien vale la pena este sacrificio!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario