Sin lugar a dudas que sería una
semana de miércoles pues, para cerrar la necropsia, estaba acabando en uno de
esos viernes negros donde convergían fatalmente varios finales a la vez: de
semana, de diciembre y del año; tampoco podía ser más trágico, puesto que era
ineludible presentar el gran inventario junto con el arqueo anual y completo de
todas las cajas a nivel nacional en solo dos días más. Como subgerente adjunto,
sabía que en mi chamba era el punto y seguido, so pena se convertirse en mi
punto final. Durante todo el día, ni siquiera había podido salir a engullirme
un sanguchito de pan con soledad por tres soles. Solo pude mandarme 40 litros
de café cargado y 25 cigarrillos que me habían estado manteniendo despierto en
todo ese maldito tiempo. Y para agravar la cosa, dos de mis asistentes estaban
con licencia obligada para dar cumplimiento a sus 36 meses de prisión
preventiva. Por fin, pude escapar de mi encierro a las 11:45 p.m. solapado
hasta las orejas en una noche groseramente sombría, además de estar extremadamente
gélida y tormentosa que me tenía más encogido que un chuño negro. Metí las
entumecidas manos en los vacíos bolsillos de mi saco y la persistente bruma
entorpecía más y más mis cansados pasos. Entonces, casi arrastrando los pies, muy
abrumado, llegué a la puerta de mi casa y quise sacar la llave cautelosamente
para no despertar a la delicadísima señora mía y dueña de casa. ¡Oh sorpresa!
Por más de diez exasperantes minutos estuve buscando y rebuscando, hasta dentro
de mis calcetines, aquel esquivo trozo de metal que me permitiese ingresar a
mis ansiados aposentos. Desesperado, no tuve otro remedio que meter el dedo y tocar
el timbre, aun sabiendo de antemano los peligros mortales a los cuales exponía
mi desfalleciente puerquito. Toqué por diez veces seguidas, pero luego reparé
que no había electricidad en toda la manzana y opté en ir por la parte de
atrás, trepar por la reja de la ventana y llegar al segundo piso para ingresar
por la ventana de nuestro dormitorio.
-¡Auxilio, vecinos! Un maldito ladrón trata de meterse por mi ventana…
¡Seguro me va a violar!
Luego sentí algo pesado y metálico
que me golpeó de improviso la cabeza, justo cuando estaba con la pierna a medio
camino. Los vecinos han llegado a las tres horas para descubrir, indignados,
que se trataba del otro dueño de casa y han terminado de arrojarme por un
tragaluz.
-¡Qué bien que ya has despertado después de 5 horas…! Dime, amorcito,
¿dónde has estado? ¿y esa facha? ¿por qué querías entrar por la ventana? Seguro
que quisiste darme una sorpresa… ¿pero a esa hora? ¡Confiesa, desgraciado de
porquería! ¿Acaso has creído que te iba a esperar toda la noche, mal hombre?
-Estuve trabajando, pero como
siempre no lo vas a creer… Me olvidé la bendita llave y no…
-¡No vengas con disculpas estúpidas! Crees tú, por amor a Dios, que alguien, en sus
cabales, podría creer semejante estupidez… solo a ti, se le puede ocurrir…
perder la llave… a las coj…
-Eres libre de creer lo que
quieras, solo te reitero, es fin de año… ¿acaso no sabes eso? Hay que cerrar el
ejercicio contable este fin de año…
-Y para festejar, te fuiste a chupar hasta estas horas con tus amigotes
y sabe Dios con quienes más… ¡Seguramente con las chuchumecas de las
secretarias…! ¿Y eso de querer meterse por la ventana? De cuándo aquí… ¿acaso
eres mi amante? Bueno sería… ¿Te acordaste que hoy día es cumpleaños de mi
santa madrecita? ¿qué le has comprado? ¡No vaya a ser las mismas cochinadas que
siempre le compras…!
-¡No esta vez le he comprado un collar de perlas Mikimoto, originales!
-A ver… ¿dónde está la factura? ¡Quiero verlo para comprobar si es
legítimo!
-Apenas me sienta mejor… voy a
recogerlo… Pero… ven negrita, que te necesito… Mira que hace un huevo de meses
que no la veo…
-Bueno, bueno; a tanta insistencia… ¡Qué voy a hacer! Más creo que has
debido comprar dos… Pero… será para mi próximo cumple… ¿o nooo?
Como nunca, en esta infeliz
madrugada y todo molido, me he sentido todo un alicaído vampiro atrapado sobre
una miserable presa congelada; además, increíblemente tieso como un pelo de su
cola. Logro reparar lánguidamente en mi pobre estado y deduzco mi postura: era
como querer coger una res renuente al sacrificio; y en ese agobiante trayecto, sigo
pensando cómo voy hacer -por lo menos- para conseguir una joya algo similar a
la mencionada involuntariamente… Sí, ya
lo tengo, será otro collar… porque acabo de recordar que, cerca de la oficina,
hay una tienda para mascotas y allí venden unos hermosos collares para perro y
aunque me cuesten un ojo de la cara, creo que voy a comprar dos… ¡Sí, bien vale
la pena este sacrificio!
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