Mientras tanto, Aquiles seguía
ocupado sacándole punta a su Kopis de combate para la lucha cuerpo a cuerpo y
se mostraba renuente a meterse un clinch contra los troyanos, pues sabía que estos
eran unas bestias metiéndole a la espada y disparaban gratuitamente unas
flechas de dos kilos con una efectividad del 99.9 %; además, en ese momento, se
hallaba metiéndole diente a un apetitoso lomo fino de nombre Briseida que lo
tenía preso en otras lides más íntimas, apetecibles y beneficiosas en su
quincena de descanso, Aquileo fue a darse un remojón en el Egeo, circunstancia
que aprovechó Agamenón, hermano de Menelao, para robarle a su favorita
Briseida, razón suficiente para que el titán “El de los pies ligeros” llore amargamente
y se rehúse a combatir a favor de los griegos.
Habiendo arribado con tantas
naves que llegan a oscurecer el horizonte y en un momento las tranquilas playas
de Troya revientan de jefes y soldados venidos de toda la Hélade. Al amanecer,
un heraldo se aproxima a las inexpugnables murallas de Ilión y llama a grandes
voces al joven y atrevido Paris, quien, cumpliendo con su deber de hombría, se
mete en su lugar favorito: bajo las faldas de su Helena y su hermano, Héctor,
tiene que salir a defenderlo para no hacer quedar mal a la casa y se arma la
tole-tole. Aquiles se entera que su querido primo hermano, Patroclo, con su
armadura puesta, fue ultimado por Héctor. Monta en cólera, El de los Pies
Alados, monta su carro y va a montar a Héctor (metáfora de Homero). La lucha es
cruenta, pero su Madre, Tetis, lo hace desaparecer en aquellos instantes que
está en grave peligro. Mata a Héctor y su cadáver lo arrastra alrededor de las
dolientes murallas porque tampoco pudo contar con el cuerpo de su primo muerto.
Continúan los enfrentamientos y se suceden los triunfos y las derrotas para uno
y otro bando. Así, el General Komandrakos asesina, sin quererlo, de un certero
hachazo en el índice derecho de su enemigo justo cuando estaba por sacarse una
legaña de dos kilos. El jefe de los arqueros troyanos, Infallakus, dispara, con
un solo tiro, dos flechas a la vez; porque es estráviko.
Este hermoso relato hecho en 24
versos hexámetros, versa sobre los 51 últimos días de la Guerra de Troya, que
en total dura diez años, termina relatando la reconciliación entre ambos
protagonistas dolidos: el prodigioso Aquiles y el acongojado padre Príamo. Sin
embargo, la generalidad de publicaciones locales y, especialmente los textos
escolares informan “acertada y verazmente” que la ILÍADA termina con la
estrategia creada por Odiseo o Ulises, quien hace construir un gigantesco
caballo de madera (porque la tortuga inicial les salió muy pequeña y lenta), y
en su vientre se esconden un grupo de aguerridos soldados y una vez dentro de
las inexpugnables murallas de Ilión, abren las puertas de la ciudad, ingresan
las ingentes fuerzas griegas y acaban con las huestes troyanas, ebrias de
triunfo y suficiencia. Pero, para dar cumplimento a los designios del hado,
Aquiles, durante el asalto, es flechado en su única parte mortal: su talón;
muere después de haber matado quinientos mil troyanos con la mano izquierda; y
con la otra seguía chapando a las vestales del templo. Mientras tanto, el “valeroso”
Héctor, con un grupo de guerreros troyanos, huyen por un pasadizo secreto junto
con el Príncipe Eneas para dar nacimiento, posteriormente, a otra inmortal
obra: La Eneida; pero esta es otra historia.
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