Después de muchos años de haber
estado trabajando cual un topo ciego en los socavones de la mina de
Kinestachuchas situada a 4,899 msnm. donde no solamente lograban extraer grandes
cantidades de cobre, oro y plata de calidad; sino que fundamentalmente esta insólita
y mezquina aminitlació china era experta en generar ingentes cantidades de sombies
caminantes, momias trashumantes que chorreaban silicosis por litros y
sonambulismo agudo por toneladas; pagaba remuneraciones que no eran de las
mejores en el medio; sin embargo, cada quince días había un breve paréntesis o
receso de una semanita que sabía a gloria.
Julio… ¿y qué va sel con tanto biyete?
-¡Me voy a China! Ya sabes a
buscar a quién, chinito chatu…
Era la primera vez que yo, como
feliz trabajador minero no cabía de gozo, pues había cambiado mi remendada
sencillera por una flamante billetera del Gino Costa y me sentía el mayor galán
del siglo. Después de haber saboreado un rico Desayuno Completo y no sabiendo
qué rumbo tomar, me dije: haré aquello que sea lo primero que vean mis ojos. Y
pasó una potabilísima rubia de unos veinte abriles que me quitó hasta el
aliento.
Posteriormente, no me explicaba
cómo ni por qué me hallaba en una tienda que vendía aparejos de pesca situado
detrás del pequeño mercado de Camagüey (Camaná), conversando animadamente con
el viejo dueño, quien trataba de explicarme cómo iniciarme en el arte de la
pesca:
-Bien, socio, veausté, lo primero, ¿qué es lo que quiere pescar? Porque…
uté ¿es reciente, nooo?
-¿Cómo dice, amigo?
-¡Digo, que uté nuere diaquí! ¡Tampoco e´de la ciudá! Creo quiuté viene
bajando ´e la Secocha…
-De mucho más arriba, amigo… ¿Me
puede ayudar? Es una ilusión que la traigo desde chico…
-Aquí tengo unas izangas listitas… pero estamo en veda… aunque, la
verdá, ahora es cuando más camarón güeno se come por aquí… ¿Pescar lenguado? No
tengo las rastras listas… Podriya ser zorras… questán aquisito nomá, a la
güelta de la Dehesa… ¡en Las Diosas, pueee!
-¡Ya pue, tío; no me tomes el
pelo! Tampoco vayas a pensar que soy un baboso… ¿Me puedes ayudar? ¡Quiero
pescar… pescado!
-¡Si ya está pescau… ¿pa´qué lo vas a pescar? ¡Bah, estos jóvenes
socios no saben hablar! Pero sí, ¿Cómo quieres hacerlo? ¿Con anzuelo, con red o
con arpón? Je, je, je.
-¡Quiero cordelear!
-¡Ah yaaa! ¡Aquí tenís un aparejo completito: diez metros de guía… de
la más simple… con una terminal de dos anzuelos medianitos…con otros cinco de
repuesto… por siaca… Si puedes, te vais al Haway… en Ocoña, anque… pa´empezar
podriya ser aquisito nomá, en El chorro… ¡Güena suerte!
A las cinco y media de esa mañana
fría y nublaba me encontraba provisto con toda mi vestimenta para surf prestada
de un choche, talla XXL, pues, parado y estirándome, las mangas llegaban al suelo
y las piernas las estaba arrastrando desde que salí de mi casa, dejando dos
surcos espectaculares a lo largo de todo mi trayecto. Traté de sacar el cordel
del bolsillo, preparado con un peso adicional para que pueda llegar más lejos
al arrojarlo. Lo hice tan violenta y descuidadamente que ambos anzuelos
cogieron sus primeros pescados: el traje prestado de neopreno y la media pierna
de este entusiasta aficionado a la pesca personal.
Una vez remendado el traje y
surcida la pierna de este persistente aficionado, esta vez saqué con mucho
cuidado los dos anzuelos. Luego, dejé con dos brazadas de cuerda y tomándolo
como un lazo de cowboy, con mi mano derecha empecé a girarlo en círculos cada
vez más grandes hasta que mi intuición señalara que era oportuno soltar toda la
línea.
Solo escuchó un pavoroso ayyy,
que retumbó en toda la playa y atrajo la atención de todos sus compañeros.
Temeroso, recogí presuroso el cordel a toda prisa, y con las dos manos a la vez,
busqué afanosamente mis dos incisivos anzuelos. Esta vez fueron varios
profundos Ohhhhh… La jefa de los salvavidas había quedado completamente desnuda
delante de sus compañeros a quienes los estaba dirigiendo para hacer su
calentamiento…
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