Con
toda seguridad, my dear choche, que este jónico nombre te resulta más extraño, que la suelta afirmación, que desafía toda lógica, al suponer que un congresista
es un ente pensante; y lo peor, que además puede ser… honrado, probo o culto;
aunque con cada uno de estos hijos putativos de María Chucena, ya se sabe que,
por casi, doscientos años, son puro bla, bla, bla; bururú o floreo y que debido
a su carencia de tallo cerebral, solo han aprendido a repetir, como un loro, el
término pro-meter en dos acepciones: pro
bolsillo y meter cabeza en lo poco
que consiguen con la mano derecha y luego se lo tiran impunemente con la
izquierda.
Pero,
volvamos a lo del nombrecito de miércoles… aquello de afrodita, creo (ojalá)
que es por todos recordado como el que corresponde a la diosa griega de la
belleza y del amor; aunque todavía se sigue buscando afanosamente, otra versión
muy apetecida y fatalmente desaparecida: Afrodita Recogiendo una Moneda; empero,
existen otras tantas afroditas: la de Capua, la de Médici o esta, la clásica de
Melos o Milos. Bien, pero en este caso, el título que figura al inicio es el alternativo
de la conocidísima Venus de Milo; luego, supongo que también les resulta archiconocidísima,
per tutilimundi, su trágica historia envuelta entre misteriosos e ignotos velos,
increíbles anécdotas y encantadas leyendas que inicialmente llegaron vía oral,
de padres a hijos y de estos a los propios descendientes en todas las
latitudes; sin embargo, y dando cumplimiento a lo prometido en la publicación
anterior, paso a referirles lo recientemente descubierto, luego de haber
descifrado los nanofilmes llegados a nuestra ultrasecreta conexión HD 8k, con
protección VPN-Cifrado Militar- Hide My Ass – y que, con mucha cautela se las
hago conocer tan solo por ser mis choches de la Gran Logia Mística; y además, solapa,
se las paso y son las siguientes:
Según
refieren los últimos manuscritos descodificados por nuestro Champollón local;
efectivamente, este incomparable modelo de perfección femenina fue descubierta
casualmente por el viajero francés Jules Dumont d´Urville a inicios del SXX en
plena guerra entre franchutes y otomanos. La colosal pieza estuvo enterrada en
un viejo establo de cabras y que cuando este explorador estuvo allí por una urgente
necesidad corporal y no disponiendo ni siquiera de una piedra para efectuar su
higiénico sellado, exploró y exploró en la tierra, esperando hallar algún
auxilio que le permitiese limpiar su… imagen; cuando, de pronto, tocó algo
sólido. Hurgó un poco más y descubrió una perfecta manzana; quiso sacarla para
acabar su cometido y no pudo arrancarla porque estaba sólidamente pegada a una
mano y, esta, a un brazo y ese brazo… hasta que no tuvo otra opción que llamar
al dueño del establo y decirle: (traducción, sabiendo que no tiras ni michi de
francoise, mon amí).
-¡Oye, Yórgos Kendrotás… mira lo que acabo
de hacer…!
- ¡Porco di merda! ¡Échale tierrita, por lo
menos…!
-¡No, tarado! He descubierto una fabulosa
escultura clásica… No sé si sepas apreciar belleza, pero realmente esta es una
incomparable obra de arte… así que como yo la he descubierto… ¡Me la tiro y
luego me la llevo a Francia!
-¡Un momentito, Miguelito! Yo la tenía
guardada allí tan solo por un par de semanas… para su mejor conservación. Pronto
vendrá un comerciante Turko… ¡Ya hicimos el trato! Así que… déjala allí,
echadita… que ya está vendida. ¡O vuáaa!
Y el
franchute, que ya se había enamorado perdidamente… de la manzana, pues parecía
de oro, entró en cólera, se subió los pantalones, se limpió… las botas, chapó
el bastón y su sombrero de copa y emprendió una furiosa retirada; no sin antes
hacer alusión a toda la generación del maldito pastor ignorante, blandiendo una
iracunda mueca de desesperación y luego, partir, misma locomotora, echando humo
por todos los frentes.
Y también
todas esas semanas fueron de una pesadilla atrás, digo, atroz para el pobre
pastor de cabras; pero… pero en sus maliciosos ojillos brillaba una nueva luz ($$$)
y ya se frotaba mañosamente las manos lucubrando cómo podía hacer para centuplicar
el monto ofrecido. Y así pasaría semana tras semana hasta que se le enredaron
los brazos en un imposible nudo ciego y se olvidó del asunto.
Pero,
en Francia, el excéntrico y enamorado descubridor de aquella Afrodita que lo
había cautivado hasta las telas más íntimas, se comía las uñas soñando cómo
tener entre sus brazos aquella deidad que le había parecido estar lista para un
chape a forro; toda vez que la hallaba o le pareció encontrarla muy dispuesta, con
la túnica a media caña y lo mejor, ¡no portaba ropa interior por abajo… ni
menos por arriba! Pero más pudo el amor al chancho y consiguió suficiente
dinero en su Embajada y regresó dispuesto a obtener su dispuesta dama a como
diera lugar:
-¡Oye, Yórgos… mon amí! ¡Te doblo lo que vas
a recibir de ese otomano de merde!
-¡Por gusto, has regresado, Jules Dumont d´
Urville! ¡La he vendido por diez veces su valor!
-¡Tampoco, tampoco, tampoco! ¡Maudit idiot,
te has convertido en un usurero de merde! ¡Ojalá que se la tiren a tu Afrodita!
Porque mañana mismo me vuelvo con mis 20 000 francos suizos… Así que… s´il vous plait, ¿puedo quedarme en tu casa solo
por esta noche…? Te voy a agradecer de por vida, mon avaro amí…
-¡Mi dispiace molto! Lo siento mucho, pero
no tengo camas…
Y en
su increíble desesperación del viejo explorador francés, se fue moqueando al
corral de las cabras, porque ahora le resultaba lo más amable y conocido para
esperar al lejano día siguiente. Se sentó sollozante sobre una piedra y se puso
piensa que te piensa… cuando vio nuevamente a su amor platónico que ahora estaba
volteada y con los brazos abiertos, como esperándolo. No dudó ni un solo
momento y se abalanzó entre su cuerpo.
Al
comienzo, la frialdad del mármol la sentía hasta sus pocos pelos; mas, el solo
mirar sus tristes ojos de su dama, le despertó una pena tan honda y se imaginó
que únicamente con el calor de su cuerpo podría darle un poco de paz y sosiego
al amor de sus amores. Y así, abrazado tierna y extrañamente aquella perfecta
silueta, se quedó profundamente dormido. Al día siguiente y con el fresco rocío
matutino se despertó con un pensamiento fijo: robársela a esta desgraciada
belleza que se le escapaba de las manos. Trató de levantarla y no la movió ni
un milímetro (900kg); tan solo le quedaba emplear una estratagema: alejar al
pastor por lo menos una semana y conseguir diez hombres y veinte bueyes para
poderla transportar hasta su barco, que ya los estaba esperando.
-¡Mon amí, Yórgos! Per favore, tráelo al
turko para arreglar de la mejor manera; aquí tienes 2, 000 francos.
Solo
y con su amada toda esa noche no pudo dormir hasta que consiguió a los 10
porteadores y un carromato con 20 bueyes para trasladarla hasta el puerto y
abandonar por siempre una de las Cícladas más famosa por el tesoro que allí
guardó. Pero, cosas de la vida, parecía que esta Venus se encariñó demasiado
con su terruño y, faltando unas cinco leguas para arribar al puerto, en una pronunciada
curva, la belleza se vino abajo, pero con mucha suerte, porque solo se partió
la nariz y parte de su cabello, al caer de bruces sobre un pequeño terreno
recién labrado, que amortiguó la caída. No queriendo abandonar su extraño,
aunque bello rapto imaginario, otra vez se colocó debajo de la sensual
escultura de 2m. para pasar la mejor noche de su vida.
Al
despertar, al día siguiente, miró a su hermosa e incomparable prometida… Sin
embargo, quiso contemplar una vez más la perfección de su amada y nunca… nunca
pudo explicarse qué diablos había pasado porque casi había desaparecido su
hermoso rostro metido en el flojo terreno y de sus brazos no había ni las uñas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario