martes, 25 de diciembre de 2018

STONEHENGE



Como es de su entero conocimiento, este monumento megalítico (urgente mataburros=UM), según mi compadre italiano, El Che Alberto Piú; famoso antropólogo, enólogo, arqueólogo y otros; además, especialista en lenguas muertas, apareció en el 8 823 ATT (Antes del Tata de Tatas) en su primera etapa y lueguito (5 000 años después), se pararon aquellos imponentes menhires (UM) azulados dispuestos en forma de herradura, con más de cuatro metros de altura y 25 toneladas de peso cada uno; algo imposible para esos tiempos; salvo que aquellos galos se llevasen a nuestros especialistas incas, mas, nuestros Ayar Cachis no estaban ni en espermatosaurios; en cambio, aquellos  trashumantes anglo-sajones del neolítico recién hacían sus pininos tratando de dominar (a punta de combo y hacha) muchas cosas como p.e. su mujer, los metales y agricultura; pues en esos tiempos machos imperaba el matriarcado; inclusive en el común pellejo-somier de todas las noches en la covacha, bastaba con que la jefa haga un solo guiño a cualquier otro macho del grupo y al toque, podía cambiar de sábana o colchón, según fuese la estacional disposición que marcara su endiablado termostato.
Luego de transcurrir un segundo sideral, allá por las lejanas llanuras del África y contando solo con el gran Nilo como medio de transporte, carretera y baño; aparecería otro grupo de bestias refinadas, donde solo prevalecía el patriarcado como monarquía absoluta gracias a  su socorrida esclavitud; de allí surgieron las élites cortesanas con sus sanas aficiones: vino por barriles, mujeres por docenas, ejecuciones públicas para la distracción populachera, junto con sus consecuentes hábitos, dignos de ser mantenidos hasta este momento en muchas sociedades tan aborígenes como la nuestra: corrupción, despilfarro y burrocracia; cayendo infaliblemente en sus lindas adicciones: bacanales públicas, aberraciones sexuales, incestos y demás afines; hasta que el Tata Lindo, cansado de tanta podredumbre, llamó a su bien amado hijo Abraham y le dijo:
-¡Eibrajam, adónde os habéis metido? ¿Creyo que has estau tratando de pisar a esa serpiente de Yesabel? Bueno, bueno… Os voy a dar…
-¿Un premio, mi Señor… mi Diosito único y omnipotente, padre de mi padre… bienhechor y…
-¡Déjate de wadas, Eibraham! Saca tus tablas y anota: “Tengo que cumplir una tareíta maldita: sacar a todos mis hermanos de esa pocilga llamada Aigipt y la voy a limpiar hasta que solo queden los sanos del alma y los puros de corazón… ¡Léase y cúmplase sin dudas ni murmuraciones! Fdo. Tata Lindo…
Pero no todo fue reguetón, cerveza, vino; sexo, sexo y más sexo. Gracias al TT que también el ocio permitió la aparición y desarrollo de varias artes y muchas ciencias; dentro de las primeras, destacó la escultura. Sí pues, había un huevo de esculturales nubias, israelitas, egipcias y sobre todo muchas caldeas insuperables en sus artes camatorias, dada su alta temperatura propia de sus ardientes orígenes caldeos, que, con cada encuentro a forro, mandaban hasta por tres días de recuperación a los asiduos postulantes que le agarraban camote al asunto.
Pero sigamos con la escultura. También destacaron los bustos; aclaro, en la esculptura de bustos; también en los monumentos (tomando como modelos a las incomparables bacanales persas, capaces de acabar con doscientos aficionados de un solo viaje); pero que, en cada taller del artista, casi siempre se quedaban ejerciendo el negocio a tiempo completo; esto es, siempre y cuando su protector o chancador oficial, les durase unos cinco añitos en el duro arte de la reproducción... de grandes hechos. Es así que, por ejemplo, pudieron levantar los Colosos de Menón y la conocida Esfinge; esta última, en honor a una fogosa Cananita que era una leona de día, pero una gata en celo por las noches y no solo gateaba por la corte y las afueras del palacio; pues sus movidas llegaron más allá de los confines del Tigris y el Éufrates.
Sin embargo, los sumos sacerdotes eran realmente los que siempre gobernaron en el Imperio Egipcio; primero, empezando por conquistar a las “fieles” hermanas (concubinas) del Faraón; y con ello, tenían toda la potestad de chismear y tirar dedo a su mayor competencia en los serrallos: los falsos eunucos; quienes se vestían de mujer para engañar a la Corte entera, pero siempre se arrastraban de cinco patas para cuidar minuciosamente, en sus lechos, a todas las doncellas de su real majestad.
A la vez, pude enterarme por sus secretos datos ofrecidos por mi choche, el famoso arqueólogo Che Alberto, que lo más destacado de las artes hechas a cincel y martillo, fue la elaboración de los gigantescos monumentos llamados obeliscos. Así, él me refirió que había descubierto en algunos manuscritos originales, comprados solapa en el Jirón Azángaro, que uno de los primeros Zátrapas, digo, faraones del Bajo Egipto, generosamente dotado por su Madre Natur-al- Eza y aconsejado al oído en sus tres palacios full concubinas: que debería perennizar sus bondades anatómicas con un monumento tan impresionante como el suyo para seguir causando delirios en la posteridad y que  aquel fuese un vivo ejemplo para los futuros gobernantes del imperio, pues él, a los 80, era capaz de servir efeitivamente a 48 vestales diarias en su palacio.
Es así que llamó a su equipo de ingenieros y les dijo amablemente:
-“¡Hijos de la Gran Pirámide! Quiero que proyecten y edifiquen un modelo arquitectónico tan eficaz y eficiente (y esta expresión quedó para la posteridad), que singularice mi capacidad física, mi gran dotación de…ingenio; que quede a la altura de mis hechos y acciones destacadas… y que sea un símbolo viril… capaz de despertar envidia entre los machos y pasiones ocultas entre las doncellas de todos los reinos propios y vecinos… ¡Lo quiero antes que se me muera… se me muera las ganas… de verlo siempre enhiesto en la plaza pública y… que en cada amanecer, al contemplarlo, perennice el nombre y la potencia conquistadora de este su rey”.
Y aquel equipo de ingenieros se pusieron muy pálidos; pues, por primera vez vieron que su amado Faraón se encogía de a pocos y terminó por sentarse en el piso, acariciando su vencida cobra otras veces atrevida e impetuosa.

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