Hoy en día, gracias a las recetas
alimenticias que nos endilgan como supositorios por condicionamiento rectal a
cada minuto vía TV, gracias a convincentes “especialistas” (improvisados
comunicadores), quienes juran y rejuran por su santa madrecita y discretamente
empujados por generosas aceitadas de honrados imperios mercantiles. ¿Y cómo los
introducen? Afirmando dramáticamente que cada uno dispone de la verdadera fórmula
mágica y de última generación, puesta al servicio de fervorosos panzon@s,
arrentidos obes@s y/o inconfundibles chanch@s, o sea nosotros, los eternos wones.
Pero además no solo es cuestión de uniforme, si no que además fungen de acertados
médicos dietistas, infalibles nutriólogos o experimentad@s nutricionistas;
aseguran -sin desparpajo alguno- estar especializados en seguridad dietética, Implantación
alimentaria o ser consumado bioquímico nutricional, etc.etc. dejando al inflado
público con unas ansias irresistibles se convertirse al toque en esqueleto
andante, generando en este pez globo un irresistible hambre capaz de comerse
enterita hasta la flaca modelo de la propaganda; pero lo peor viene a
continuación porque con tanto lavado de cabeza, uno queda hipnotizado como verdadero
chancho frente un espejo… y decide rotundamente, que ese, es el último día de
opíparas comilonas, terminando por zampase dobles y triples raciones… sabiendo
–muy en el fondo- que es la 13ra. fallida intentona… para después quedarse toda
esa noche buscando otras infames dietas, desgraciados menús o increíbles jugos
quema-grasa; hasta que una vez más jura por los todos sus gorditos michelines
renunciar a los ayunos carnales; digo, cárnicos; decir chau a los carbohidratos
y ni siquiera escucharla musitar al oído ¡azúcar! a la gran Celia Cruz; o ceder
todos los riquísimos panes al desfalleciente Bobby que para ladrar tiene que
tomar vuelo; inclusive, hasta desistir del mejor keke, el de la Soiffer, que preparado
al natural, es una delicia. En último caso, recurrir a la medicina vernacular:
la Dieta del Lagarto (la firme), La Yesoterapia colocada sobre el mero hocico; llegando,
con seguridad, a lo último en tratamientos, las milagrosas bandas; siendo la
más recomendable para colgar la cuchara y desechar el sebo al instante: la
Banda Faríngea, por ser novísima, económica, de fácil aplicación e inmediata recuperación.
Si no veamos su recomendable procedimiento y los positivos resultados clínicos:
1. Una
vez preparado voluntariamente, el paciente, después de amarrarlo de pies a
cabeza a una silla eléctrica (solo para que sude como chancho) y ponerle una
capucha hecha con costales de guano de isla, por tres horas seguidas, deberá
alcanzar un estado cataléptico para lograr la inmovilidad absoluta de su molino
masticador; recomendando observar escrupulosamente el dejarlo inconsciente sin recurrir a ningún
tipo de anestesia y tan solo por medio de una persuasión inducida a punto de
combos para bajar costos al mínimo;
2. Luego
de sortear estos pequeños inconvenientes, colocarle amorosamente un collarón
metálico (25 cm. de ancho), alrededor del cuello y con el sujetador calibrado
menos dos centímetros del diámetro pescuezal y luego, cada noche, acortar dos
centímetros más; si se pudiese tres o cuatro sería mucho mejor, aunque (está
recontra probado), se puede correr el riesgo de tener nuevos precursores de la
medicina nutricional;
3. La
única contraindicación descubierta en los cadáveres prototipo fue que, si bien
el paciente dejaba de comer al toque, y una vez ajustada la faja de aluminio,
en algunos casos de voluntarios regordetes, su epiglotis se escondía de puro
miedo y los pulmones vomitaban agua después que esta se filtrara libremente por
el otro conducto, pero nunca tuvimos un caso de muerte por falta de líquido;
por lo demás, está comprobado que en tres días se puede bajar hasta 10 kg. Y en
10, puedes bajar a visitar a tus venerables difuntos, pero eso sí esbelt@ y con
una dieta para que se mueran de envidia.
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