martes, 6 de noviembre de 2018

CHERCHER CINQ PATTES Á UN CHAT (III)



Después de haberme dado cinco viajes completitos de ida y vuelta en el tren rápido, a pesar de haber tomado mis precauciones que el caso ameritaba: a) salir a las 8 de la mañana por siaca me perdía; b) ubicar la estación más próxima a mi hotel; c) tomar el tren que me llevara en esa dirección y no al contrario, como lo hice por cuatro veces; y d) ponerme un protector impermeable en la zona gris; por fin pude llegar a la cita pactada con mi espectacular gendarmerí 10 minutos antes de las dos de la tarde. Allí, a lo lejos estaba imponente, puesta en pie, desafiante y con esa figura inconfundible: por demás atractiva y, sobre todo, estar esperándome así, inmutable, por cientos de años. En ese mismo instante pensé: no cabe duda, esta torre está hecha con Aceros Arequipa.
Las nubes habían descendido a ras del piso y un helado viento azotaba mi rostro y toda mi piel; sin embargo, desde allí podía contemplar al imponente monumento en medio de una gran explanada casi blanca resguardada por un cerco de brumosos árboles. En su parte central estaban desperdigadas una serie de vallas metálicas, donde destacaban dos pequeñas casetas; una, para adquirir los billetes de subida a los dos niveles y desde allí, poder contemplar todo Paguís; en dicha planicie destacaban interminables columnas de chinos, cual hormigas hambrientas; y la otra, para poder subir ordenadamente por sus ascensores inclinados, conservando la postura de sus bases trapezoidales. Intrigado por aquel ordenado desorden, me acerqué a uno de los quioscos que expendían bocadillos, helados y bebidas. No sabía cómo pedir un helado y solo por señas me hice entender después de lidiar con mi escaso lenguaje mímico por 20 minutos y ya el empleado estaba rojo de ira; luego supuse que me estaba preguntando de cuántas bolas lo deseaba, porque me hizo unas señas que me parecieron obscenas y al toque le repliqué:
-¡Tu ser won! Yo, neli, never, ¡Jamais!
En ese mismo instante se acercó una apetecible e inconfundible franchutita; y cómo no iba a ser: cabellera rubia, tacones altos, jean pitillo y unas botas que por poco le llegaban a la cintura. En su atractiva figura destacaba su imponente delantera (el Cachete y Cuesta, pensé) y se me prendió el foquito.
-¡Mon amí! Deme dos así; y señalé las imponentes chichis de mi ocasional vecina y con mis dedos me dirigí hacia el pecho de la afortunada visita; pero creo que no fui bien entendido por ninguno de los dos; pues, al instante, ella me lanzó un sopapo que me volteó la cara y el mozo me lanzó los veinte euros que le había alcanzado. Pero eso no fue todo, no contento el joven asistente sacó un silbato de la nada y se puso a tirar pito que daba gusto. De pronto hubo una invasión, no sé de dónde salieron infinidad de voces, gritos y brazos amenazantes. La gringuita se mataba explicando el ataque a mansalva (a sus integridades), lo cual iba siendo corroborado por el desgraciado del heladero y la espectacular turba se me vino encima.
De pronto, en la explanada se detuvo un carro policial, sonó la sirena como nunca y se bajó una imponente figura, quien presurosa se acercó a la muchedumbre. Me cogió en vilo no sin antes llamarme la atención, diciendo:
-¡Tenías que ser tú! ¿No podías esperarme tranquilo dos horitas?
-Pero…
-¡Nada! ¡Entra al carro y no digas nada! Pero si solo era cuestión de unos momentos… (musitaba)
Sentado en el asiento de atrás me hallaba sumamente indeciso, pues la sirena seguía llorando por todo el trayecto sin parar; mientras ella manejaba a cien por hora el volante. Quise pedirle disculpas por el bochornoso incidente del que me salvó y ya iba a decirle:
-¡Mon amour!...
-Shssst. ¡Ni te atrevas a abrir el hocico! Si solo era cuestión de esperarme dos horitas… ¿Cómo voy a reportar este incidente? ¡Tenemos que ir obligadamente a la delegación!
De improviso, giró a la izquierda y paró secamente el patrullero.
-¡Baja! Mi depa está en el octavo piso y no hay ascensor…
Ha sido el presidio más hermoso que he tenido por 7 días y mil noches; si es verdad no quería bajar a comprar al mini-market y todo lo pedíamos por delívery, me olvidé del inmenso y desgraciado Charles de Gaulle Airport, de los hermosos Camps Elísees, del incomparable Arc do Triomp o de la Tur Eiffel hecha con Aceros Arequipa; porque aquel monumento “que era mío”, no solo era hermoso, imponente; sino puro fuego, pura pasión; hasta que un día salió a trabajar como de costumbre, pero no regresó. Fui al aeropuerto y traté de indagar por su paradero.
-¡Ha sido trasladada a Orly!
Y la vida se me cayó a pedazos…








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