viernes, 2 de noviembre de 2018


CHERCHER CINQ PATTES Á UN CHAT      (II)
En realidad debo confesar que, en esos aciagos instantes, tan increíbles como los actuales juramentos de abstinencia, no sabía cómo diablos me hallaba metido orejas y todo en la tolva de esa pequeña unidad policial, cuya sirena parecía hacer público por todo el trayecto que me llevaban preso, a pesar que no portaba esposas; pero la presencia de esas dos pálidas y amenazantes moles metidas en su clásico gabán, seguían con el cuello levantado hasta las cejas y las gruesas lunas ahumadas no permitían saber qué miércoles estaban calculando. Traté de llevar mi mano al bolsillo derecho y uno de ellos, cual gato contraído, saltó sobre mí, con el brazo izquierdo me tomó fuertemente del cuello y con el otro, me pegó tal golpe de karate que, por poco, arranca el mío de cuajo…
-Mi pañuelo… solo quiero sacar mi pañuelo para limpiarme los ojos; mi pañuelo…
-¡Come down, brother! ¡Take it easy! ¡Petit a petit! Tú estac trranquilou, ¡Pedic pecmiso!
Reconocí el sitio; habíamos vuelto al aeropuerto y rápidamente me llevaron a la Gendacmerí. Uno de los gorilas me trasladó violentamente a un pequeño recinto contiguo. Se quitó el sobretodo y pareció encogerse, sus gafas las depositó mecánicamente en la mesita, estiró sus brazos y tomándose las manos entrelazadas, me miró fijamente y me preguntó en perfecto francés –eso suponía-, porque no entendí ni michi:
-Attends, quel est ton nom? Dis-moi... comment tu t'appelles?
-¡Manan intindiquichu, choche! I´m peruvian… from Perou, mon amí, ¡sivuplé!
Al rato vino otro gorila más robusto y más fiero. Me tomó por los hombros y sacudiéndome hasta que la úvula perdió el vaivén. Me engorilé también y le grité: ¡Spanish, español, plis…! Salió dando un portazo para después regresar con una morena alta y su-ma-men-te pro-por-cio-na-da:
-¡Así que tú eres el terrorista que se ha tirado una bomba en…
-¡¿Qué cosa? ¿de dónde me sacas aquello de terrorista? Madame…
-Eso no importa…
-¿Cómo que no importa? Me estás calificando de terrorista y yo no soy ni por asomo argelino ni musulmán; apenas soy un turista sudaca y que en el avión que me traía a este aeropuerto me metieron un kilo de diazepán para calmarme, tres latas de redbull para mantenerme despierto, que se me cruzaron los chicotes y no supe…
-Oye, oye, ¡para que me estás confundiendo! ¿Qué eso de cruzarte los chicotes?
-Ah… eso, solo es una expresión local que indica estar un poco crazy…
-Entonces, estabas volando, jalado y delirante por exceso de pasta… ¿nooo?
-¡No! ¡Nunca! Dime, ¿cómo te pondrías si te meten un litro de café hirviendo entre las bolas?
-¡No hay nada de eso en los informes! Bueno, dime, ¿qué hacías con esa rubia en pleno Camps Elliseé y dónde escondiste el sobre que te entregó antes de retirarse por la parte de atrás?
-¡Oye, mon cherrí, solo quería ubicar la Place de Gaulle y ella se ofreció… respecto a lo otro, aquí está lo que me dio…
Y me agaché para sacar dicho documento de mi mochila, cuando sentí que 20 garras se posaban en mi espalda y una rodilla de 20 kilos sobre la columna me la dobló como una zeta; pero eso no fue nada; una serie de “conejos” saltarines que sonaban cual sarta de cohetes reventados en semana santa, pero la ocasión no tenía nada de santa y ya estaba a punto de llamar a la policía, pero la maldita me dejó boqueando y babeando sobre la destartalada mesita.
Recobré la ecuanimidad después que me dieron una docena de tranquilizantes con un jugo embotellado que era más barato que el agua de caño y pude recobrar un tanto mi postura; aunque, luego de ver mi perfil reflejado en una vitrina parecía una eme; sí, verdaderamente estaba hecho una eme. Seguramente ella también contemplaba lo mismo. Yo seguía con la mirada perdida sobre la mesita, cuando, impetuosa, se dio media vuelta y dio los primeros pasos… ¡Por Dios que ese pantalón hablaba! Qué digo, pedía a gritos una mano piadosa que le brinde tranquilidad. A pesar de todo, quise ofrecerme de voluntario en un intento supremo de organizar mis ideas, bajar mis revoluciones y tratar de ponerme en pie, cuando ella, nuevamente volteó; vino con un papel entre manos y me dijo:
-¡You´re lucky! Tu amiga, la espía checa, ya fue cogida y apresada; ella corrobora lo que me dijiste; sin embargo, tienes que firmar este documento, como señal que no has participado en el robo de una matriz para la elaboración de motores…
-Pero… ni siquiera conozco su nombre. ¡Yo no firmo nada y me voy…!
Me cogió por las solapas, me levantó en vilo. Emitió una sonrisa de oreja a oreja y me estampó un sonoro beso en pleno cachete:
-¡Soy de Chincha, choche! Y has tenido mucha suerte. No vas a firmar nada. ¡Estás libre! Y mañana nos encontramos en la Torre Eiffel a las dos de la tarde. No me vayas a fallar porque… voy a llevar un termo lleno de cafecito recién hecho… por si las moscas, ¡Ovuáaa!



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