Por Diosito lo juro que la
mujer es el regalo más perfecto que nos haya regalado la madre naturaleza; pues
no hay otro ser que sea más hermoso, incomparable, sensual; tierno, romántico,
amante y comprensible; además, de ser una beldad extremadamente mamable, digo,
amable; que, casi nunca, presentan pequeños defectitos, pues estos son maquillados
a punta de bisturí, pintura y estuque.
-¡Si, pues,
Inge… ¿Podría decirme, dónde hay un solo espécimen con todas esas rarezas?;
porque en mi larga y múltiple experiencia personal siempre he tenido la suerte
de chapar con los otros ejemplares que no tienen nada de divinos; por el
contrario, al final, como una feroz Viuda Negra, te abofetean con sus suaves y tiernas caricias
que te dejan al borde la extremaunción, haciendo ella de cura, preguntándote
amorosamente y con mucho tacto: -¿Y por qué no trabajas, won; si el lunes vas a
cumplir 35 años? ¿Oye, sabandija ´e miércoles, por qué estás llegando a las 11
de la noche, si quedamos ir a almorzar hoy día…? ¿Oe, desgraciao, con quién has
estado?; mira, que en tu ropa interior he hallado ese mechón de pelos
ondulados, que parecían sacarme cachita doblemente acurrucados… ¿Oye, hijito de
tu gran madre, por qué te has tirado toda la plata… y no creo que sea lo único,
nooo?
-¡Son
cuestiones de la naturaleza humana… Chino, y como ellas todo lo tienen en grado
superlativo… desde la perfecta Evita y su fabuloso Edén, le andan tirando dedo
a las serpientes… de sus cuñadas, de sus suegras, de las vecinas o, finalmente
al pobre desgraciado con el que Tata Lindo las ha castigado de por vida.
-¡Te das
cuenta, hija… cómo seré de piña, que ese buen hijo de… sumare, me quiere llevar
al bar de la esquina para festejar mi cumple; además dice que ya me están
esperando sus amigotes con una torta de cumpleaños comprada en la chingana
junto con 10 joncas de rubias al polo…
-¡Dime,
hermanita, si no será para mandarlo a la mismísima parte donde se halla toda su
parentela, empezando por las rucas de sus hermanas y su vieja…!
-¡Entiendo,
entiendo, hermanita! Pero… la vieja habrá sido, pero parece que ya colgó las
tangas; mas la mayor, sí que es toda una rucaza… mi marido me cuenta que ayer
la ha visto calata por la Avenida Arequipa; en cambio la menorcita está dando
sus primeros chanques con el coronel de la esquina… ¡Ya no llores! ¡Ponte algo
encima, que todavía estamos muy potables! Ahora mismo nos damos una vuelta por
el sitio, a ver si chapamos algo…
-En mi caso, después de haber
dado quinientas vueltas por este cochino mundo, desde la Isla de Pascua en la Patagonia,
(obvio que tú la manyas, en foto), lugar espeluznante donde quise tomarme un
selfie y me abracé efusivamente de una gigantesca cabezota de 5 toneladas y al
quererme acomodar mejor, la tomé muy fuerte y la muy pesada me cayó encima y
hoy todavía camino de costado); hasta esos confines de la Muralla China, donde
quise entablar relaciones (de las buenas, palabra) con una Nepalí. Ella me entendió
otra cosa y suavemente me dijo que no, metiéndome tal patadón desde la cima e
hizo que me quedara seis meses entre las manos y las piernas de una curandera
nativa (ojo, que para lograr estirarme tenía que utilizar sus piernas… y no lo
que estás pensando). Pero el amor al terruño pudo más y, desde el Mar Muerto,
donde casi dejo mis huesos para que me sigan estudiando en el Museo de Animales
Extinguidos. Bueno, lo cierto es que allí yo estaba en terapia de recuperación aplicándome
lo último en Medicina Alternativa, pues, a diario y por seis meses, trataron de
hundirme el cuerpo en sus aguas con cuatro ayudantes para que la columna se
alinee, sin embargo, el montón de huesos flotaba. Ya tenía el pellejo como
cecina y las practicantes me podían ubicar desde la entrada al Centro de
Rehabilitación, ubicada a 500m. Totalmente solo, encogido y aburrido al
extremo; con una barba que me llegaba al pipute (vulgo ombligo) me llené de
nostalgia por mi terruño; por mi recordado barrio, por mis pendexos choches,
por mi linda chibola… Sin lugar a dudas, mi sitio era incomparablemente
querendón. Alisté las dos chivas que me alumbraban. Cambié mi voluminosa y
misteriosa Historia clínica por un boleto de avión. Cogí mi esqueleto y de un
solo viaje estuve nuevamente aterrizando en lo mío: ¡Cómo había cambiado! Los
muchachos ya no estaban y los pocos, ya estaban casados y con familia. Mi dulce
de camotillo estaba soltera “y sin compromiso”; al verla, regresó el alma a mi
flaco puerco y no tuve más alternativa que pedirle el anillo, digo, ofrecerle
su anillo y nos casamos. Hoy escribo un tanto recuperado: se me chorrea la
panza, y lo hago sentado en la vereda de mi house, porque todos los ambientes
están repletos con mis dos críos, mi suegra y mi cuñado. Puedo decir que mi
hogar es feliz, puesto que todos los días –incluyendo sábados y domingos-,
cocino, lavo, plancho; alisto los niños al colegio, atiendo a mi suegra; pero a
mi cuñao, que tiene 15 años, lo estoy mandando a trabajar desde hace cinco años
atrás. No quiero que le vaya a ocurrir lo mismo, además... ¡El pobrecito, no
creo que aguantaría tanta felicidad regalada dentro de un brasier y un calzón!
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