domingo, 4 de marzo de 2018

EXTREMOS


Por Diosito lo juro que la mujer es el regalo más perfecto que nos haya regalado la madre naturaleza; pues no hay otro ser que sea más hermoso, incomparable, sensual; tierno, romántico, amante y comprensible; además, de ser una beldad extremadamente mamable, digo, amable; que, casi nunca, presentan pequeños defectitos, pues estos son maquillados a punta de bisturí, pintura y estuque.

-¡Si, pues, Inge… ¿Podría decirme, dónde hay un solo espécimen con todas esas rarezas?; porque en mi larga y múltiple experiencia personal siempre he tenido la suerte de chapar con los otros ejemplares que no tienen nada de divinos; por el contrario, al final, como una feroz Viuda Negra,  te abofetean con sus suaves y tiernas caricias que te dejan al borde la extremaunción, haciendo ella de cura, preguntándote amorosamente y con mucho tacto: -¿Y por qué no trabajas, won; si el lunes vas a cumplir 35 años? ¿Oye, sabandija ´e miércoles, por qué estás llegando a las 11 de la noche, si quedamos ir a almorzar hoy día…? ¿Oe, desgraciao, con quién has estado?; mira, que en tu ropa interior he hallado ese mechón de pelos ondulados, que parecían sacarme cachita doblemente acurrucados… ¿Oye, hijito de tu gran madre, por qué te has tirado toda la plata… y no creo que sea lo único, nooo?

-¡Son cuestiones de la naturaleza humana… Chino, y como ellas todo lo tienen en grado superlativo… desde la perfecta Evita y su fabuloso Edén, le andan tirando dedo a las serpientes… de sus cuñadas, de sus suegras, de las vecinas o, finalmente al pobre desgraciado con el que Tata Lindo las ha castigado de por vida.

-¡Te das cuenta, hija… cómo seré de piña, que ese buen hijo de… sumare, me quiere llevar al bar de la esquina para festejar mi cumple; además dice que ya me están esperando sus amigotes con una torta de cumpleaños comprada en la chingana junto con 10 joncas de rubias al polo…

-¡Dime, hermanita, si no será para mandarlo a la mismísima parte donde se halla toda su parentela, empezando por las rucas de sus hermanas y su vieja…!

-¡Entiendo, entiendo, hermanita! Pero… la vieja habrá sido, pero parece que ya colgó las tangas; mas la mayor, sí que es toda una rucaza… mi marido me cuenta que ayer la ha visto calata por la Avenida Arequipa; en cambio la menorcita está dando sus primeros chanques con el coronel de la esquina… ¡Ya no llores! ¡Ponte algo encima, que todavía estamos muy potables! Ahora mismo nos damos una vuelta por el sitio, a ver si chapamos algo…

-En mi caso, después de haber dado quinientas vueltas por este cochino mundo, desde la Isla de Pascua en la Patagonia, (obvio que tú la manyas, en foto), lugar espeluznante donde quise tomarme un selfie y me abracé efusivamente de una gigantesca cabezota de 5 toneladas y al quererme acomodar mejor, la tomé muy fuerte y la muy pesada me cayó encima y hoy todavía camino de costado); hasta esos confines de la Muralla China, donde quise entablar relaciones (de las buenas, palabra) con una Nepalí. Ella me entendió otra cosa y suavemente me dijo que no, metiéndome tal patadón desde la cima e hizo que me quedara seis meses entre las manos y las piernas de una curandera nativa (ojo, que para lograr estirarme tenía que utilizar sus piernas… y no lo que estás pensando). Pero el amor al terruño pudo más y, desde el Mar Muerto, donde casi dejo mis huesos para que me sigan estudiando en el Museo de Animales Extinguidos. Bueno, lo cierto es que allí yo estaba en terapia de recuperación aplicándome lo último en Medicina Alternativa, pues, a diario y por seis meses, trataron de hundirme el cuerpo en sus aguas con cuatro ayudantes para que la columna se alinee, sin embargo, el montón de huesos flotaba. Ya tenía el pellejo como cecina y las practicantes me podían ubicar desde la entrada al Centro de Rehabilitación, ubicada a 500m. Totalmente solo, encogido y aburrido al extremo; con una barba que me llegaba al pipute (vulgo ombligo) me llené de nostalgia por mi terruño; por mi recordado barrio, por mis pendexos choches, por mi linda chibola… Sin lugar a dudas, mi sitio era incomparablemente querendón. Alisté las dos chivas que me alumbraban. Cambié mi voluminosa y misteriosa Historia clínica por un boleto de avión. Cogí mi esqueleto y de un solo viaje estuve nuevamente aterrizando en lo mío: ¡Cómo había cambiado! Los muchachos ya no estaban y los pocos, ya estaban casados y con familia. Mi dulce de camotillo estaba soltera “y sin compromiso”; al verla, regresó el alma a mi flaco puerco y no tuve más alternativa que pedirle el anillo, digo, ofrecerle su anillo y nos casamos. Hoy escribo un tanto recuperado: se me chorrea la panza, y lo hago sentado en la vereda de mi house, porque todos los ambientes están repletos con mis dos críos, mi suegra y mi cuñado. Puedo decir que mi hogar es feliz, puesto que todos los días –incluyendo sábados y domingos-, cocino, lavo, plancho; alisto los niños al colegio, atiendo a mi suegra; pero a mi cuñao, que tiene 15 años, lo estoy mandando a trabajar desde hace cinco años atrás. No quiero que le vaya a ocurrir lo mismo, además... ¡El pobrecito, no creo que aguantaría tanta felicidad regalada dentro de un brasier y un calzón!

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