Las cosas se habían puesto cañón,
pues la Flaca Virginia, “la chica de las caderas prodigiosas”, había aceptado
estar de cuerpo entero en el Forum, aquella disco donde los weekend solíamos
dar rienda suelta a nuestras bajas debilidades y también para poder apagar
aquellos ataques delirantes al extremo de querer beber aunque sea una sola copa
de cerveza, vino, pisco o de ron de quemar; menos los lunes y martes que los
estragos nos mantenía encerrados, parcos y timoratos, hasta el punto de sufrir
tembladeras de 24 y 48 horas, con sus infaltables baldes de sudor y las cincuenta
mil maldiciones jurando nunca más volver a beber ni siquiera una gota de agua
bendita.
-¡Cuñao, ¿es cierto que la Flaca
dijo sí a la juerga del sábado por la noche?
-Sereno… moreno. ¡Tas con suerte,
Flaco! Además va a jalar un par de rucas buena tegen…!
Y los días volaron… y yoni,
metido entre libros, cuentas, reuniones; trabajos y más trabajos. Por fin llegó
el sábado por la noche. Después de asistir desganadamente a las clases de la U,
fui un rato al taller y de allí, como por un tubo, a la jato para ponerme
ricotón: calzarme un jean de marca con full huecos en las piernas, acompañado
de su respectivo polo Under Armour, para estar bien Armani; metido en unas
tillas impecables y un Smart watch espectacular que ya se quería escapar de la
muñeca y pesaba diez quilates. Me recorté el candado frente al espejo, cogí un
chorro de Agua Brava en ambas manos y me froté la cara, el cuello; y a las
alas, les metí un montón de desodorante. Para cerrar este hermoso marco, me
pegué un suave toque a puño cerrado en la quijada y me dije: -¡Vamo de cacería,
woncito!
-¡Hola, Panchote, ¿ya entraron
los choches? ¿Y las chicocas, cuántas son y qué tal, potables?
-¡Para, para, para Flaquito… amo
po parte y cucharáa… Los santos varone, cicatriz; pooo la presa… parece que noc
caen en un par de oracios… ¡Pasa, pasa, Flaquito! Quel ambiente etá pa´reventá…
Efectivamente, toda la mancha
estaba recargada en la barra y apenas me vieron empezó la cacha y la joda en fa
mayor.
-¡Miren quién yegó… el alma de la
fiesta… el alma calata; el esqueleto del rap!
-¡Basta, basta… que me sobra
cancha! ¿Qué están chupando, vampiros?
-¡Sangre pueee, huevas! Sangría
de pura sangreee… pue, Flaco…
-¡Esa wada es para hembrichis! Yo
voy a meterme un botellón de pisco… ¡Purol!
-Ahí están las ricas presas
serviditas en plato… ¡No dejen pasar una pieza… ¿Nooo?
Y pronto estuvimos con ellas, departiendo
unas Margaritas para entonarnos, arremolinados entre ese juego de luces que nos
giraban como puntos multicolor y nuestros cacharros se tornaban iridiscentes,
confundibles y solo se distinguían por las voces o las estruendosas risas que,
poco a poco iban en aumento; mientras los tequilas se sucedían y los ritmos
frenéticos de la música resonaban más y más profundamente hasta meterse al
unísono con nuestros latidos.
Al rato, cogimos pareja y de la
mano, salíamos a la escueta pista para disfrutar pegaditos los sones
acompasados de una romántica balada; rítmica y extremadamente pegajosa.
-¡Oye, Flaco, para, para; no seas
mandadazo! Está bien que sea una balada y que me gustes un poco, pero sube la
mano… que mi cintura está más arriba… y ya te quieres meter entre mis piernas…
-¡Sorry, flaquita, pero es que me
tienes aguantado desde hace tres meses…
-¡¿Cóoomo diceees?!
-Que hace más de tres meses que
me gustas a muerte y solo vivo pensando en tenerte… junto a mí… además, esa
mano es la que menos la domino… parece que tiene vida propia… ¿manyas?
- Flaqui, me gustas un chorro…
pero… no te vas a picar; yo soy de ligas mayores y túuu… ¡recién estás en
algodón! Así que… ¡Chapa tu combi y arranca, arranca…!
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