miércoles, 6 de septiembre de 2017

LAS ÚLTIMAS GLACIACIONES


Según me apuntan los datos congelados en la computadora, los “frigideres” que andan enfriando los ánimos más entusiastas y apagando los incendios más deseados de cualquier pirómano sexual, son aquellos made in England; es decir, está recontra comprobado que no hay un ser más frígido en su entusiasmo íntimo que el de una hija de la fría Albión. Aquí no vale aquello de “no hay mujer fría; sino, mal calentada”. Digo esto porque en mi último viaje por London, queriéndolo hacer de mochilero, un grupo de turistas conformado por mis múltiples apetos, -pues se habían desbocado mis apetitos-, junto con las memorables negativas de Ellen al clinch; quien, dicho sea de paso,  poseía el perfil de la Venus de Milo pero completita; es más, a ojo de este buen cubero, seguro que portaba un escalofriante 110-60-120, empaquetado en un 1.70m de pura blancura que incluía un hermoso pelo color paja y lo tenía a la mano; a menos de un metro de distancia, pero penas abrí el otro ojo para apreciar mejor su turbador paisaje íntimo, se sentó hecha un resorte y me pegó una mirada tan maldita que por poco acaba por quemarme hasta el pelo más oculto.
En un rincón, casi en cuclillas y abrigado solo con mis lucubraciones y bajas pasiones, se me caía la baba y ya estaba haciendo todo un charco. ¿Cómo le hago para acercarme? Puse el acondicionado en máximo nivel de calor y regresé muy silencioso y agazapado a mi sitio y esperé y esperé. Pasaría media hora y salió desesperada del saco de dormir por el excesivo calor; enseguida empezó a quitarse prenda por prenda hasta quedar solo en traje de Eva, con sus manos entre las piernas dado su alto instinto de conservación, que aún funcionaba estando inconsciente.
Indudablemente que con cada prenda menos, aumentaba mi desesperación y trataba de acomodarme: de cuclillas, pasé a estar hincado, luego de cúbito ventral; para terminar parado en la esquina, pero con la cara volteada para no perderme ni un solo movimiento de mi Venus. No pasaría de tres minutos y el hambre pudo más y me acosté a su lado. Ella abrió los ojos desmesuradamente y, violentamente se dio la vuelta. Aquello fue horripilante, en mi caso; pues ya estaba a punto de plantar pico. Hice un esfuerzo sobrehumano y le musité al oído:
-¡Ellen, no puedo más! ¡Déjame abrazarte!
-What do you say, stupid? I´m hot… very hot!
-¡Me too, baby, I´m a hotdog; please, open your legs… please
-What? What do you think about me?
-Sorry, open your arms your eyes and your mouth…
-Ahhhh… perro tú tener que ser sin ropa… ¡nara de nara!  Calatito, Ok?
-¡Ok. baby! ¡Por ti me quito hasta el nombre!
Y dicho y hecho, me quedé en mi natural piyama incorporado y quise arrimarme a su cuerpo. Conforme me acercaba pude notar que permanecía fría e indiferente. De pronto, apenas toqué su cuerpo, quedé paralizado. Era como estar de nudista en el Himalaya, pues su cuerpo despedía hielo en polvo. Hice acopio del poco aliento que me quedaba y traté de abrazarla. Hoy me cuentan que, al día siguiente, me hallaron más tieso que la Momia Juanita en una posición fetal, pero con una sonrisa interminable y los dueños de la Hostal comentaron:
-¡Este sudaca ha hecho una proeza! Seguro que traía mucho fuego en sus venas… para haber podido romper la frigidez permanente de Ellen… ¡No hay caso, debe ser puro fuego! Pero mira… el pobre ha quedado más exprimido que un limón… ¡Poor sudaca… pero la calentó!


No hay comentarios.:

Publicar un comentario