Según me apuntan los datos
congelados en la computadora, los “frigideres” que andan enfriando los ánimos
más entusiastas y apagando los incendios más deseados de cualquier pirómano
sexual, son aquellos made in England; es decir, está recontra comprobado que no
hay un ser más frígido en su entusiasmo íntimo que el de una hija de la fría
Albión. Aquí no vale aquello de “no hay mujer fría; sino, mal calentada”. Digo
esto porque en mi último viaje por London, queriéndolo hacer de mochilero, un
grupo de turistas conformado por mis múltiples apetos, -pues se habían desbocado
mis apetitos-, junto con las memorables negativas de Ellen al clinch; quien,
dicho sea de paso, poseía el perfil de
la Venus de Milo pero completita; es más, a ojo de este buen cubero, seguro que
portaba un escalofriante 110-60-120, empaquetado en un 1.70m de pura blancura
que incluía un hermoso pelo color paja y lo tenía a la mano; a menos de un
metro de distancia, pero penas abrí el otro ojo para apreciar mejor su turbador
paisaje íntimo, se sentó hecha un resorte y me pegó una mirada tan maldita que
por poco acaba por quemarme hasta el pelo más oculto.
En un rincón, casi en cuclillas y
abrigado solo con mis lucubraciones y bajas pasiones, se me caía la baba y ya
estaba haciendo todo un charco. ¿Cómo le hago para acercarme? Puse el
acondicionado en máximo nivel de calor y regresé muy silencioso y agazapado a
mi sitio y esperé y esperé. Pasaría media hora y salió desesperada del saco de
dormir por el excesivo calor; enseguida empezó a quitarse prenda por prenda
hasta quedar solo en traje de Eva, con sus manos entre las piernas dado su alto
instinto de conservación, que aún funcionaba estando inconsciente.
Indudablemente que con cada prenda
menos, aumentaba mi desesperación y trataba de acomodarme: de cuclillas, pasé a
estar hincado, luego de cúbito ventral; para terminar parado en la esquina,
pero con la cara volteada para no perderme ni un solo movimiento de mi Venus.
No pasaría de tres minutos y el hambre pudo más y me acosté a su lado. Ella
abrió los ojos desmesuradamente y, violentamente se dio la vuelta. Aquello fue
horripilante, en mi caso; pues ya estaba a punto de plantar pico. Hice un
esfuerzo sobrehumano y le musité al oído:
-¡Ellen, no puedo más! ¡Déjame
abrazarte!
-What do you say, stupid? I´m hot…
very hot!
-¡Me too, baby, I´m a hotdog;
please, open your legs… please
-What? What do you think about me?
-Sorry, open your arms your eyes
and your mouth…
-Ahhhh… perro tú tener que ser sin
ropa… ¡nara de nara! Calatito, Ok?
-¡Ok. baby! ¡Por ti me quito hasta
el nombre!
Y dicho y hecho, me quedé en mi natural
piyama incorporado y quise arrimarme a su cuerpo. Conforme me acercaba pude notar
que permanecía fría e indiferente. De pronto, apenas toqué su cuerpo, quedé
paralizado. Era como estar de nudista en el Himalaya, pues su cuerpo despedía
hielo en polvo. Hice acopio del poco aliento que me quedaba y traté de
abrazarla. Hoy me cuentan que, al día siguiente, me hallaron más tieso que la
Momia Juanita en una posición fetal, pero con una sonrisa interminable y los
dueños de la Hostal comentaron:
-¡Este sudaca ha hecho una proeza!
Seguro que traía mucho fuego en sus venas… para haber podido romper la frigidez
permanente de Ellen… ¡No hay caso, debe ser puro fuego! Pero mira… el pobre ha
quedado más exprimido que un limón… ¡Poor sudaca… pero la calentó!
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